miércoles, 30 de diciembre de 2009

Feliz 2010

Lo que más me gusta del festejo de fin de año oficinístico es la tirada masiva de papelitos en el microcentro porteño.

Ya sé que se ensucia la calle y que se pueden tapar los desagües, pero qué sé yo...tenemos la chance de sentir que lo oficinesco y lo popular se intersecan una vez por año, por lo menos en lo referente al festejo. Y eso me pone contento.

Con respecto al saludo de fin de año para ustedes, queridos colegas / amigos / lectores: muchas veces pienso en el contenido de la frase "feliz año nuevo". El año es un período de tiempo prolongado que inevitablemente tendrá de todo: momentos felices, tristes, duros, tiernos, broncas, paces, dolores, alivios, y el resto de las emociones que nos hacen humanos. Creo que para determinar cómo es-fue-será un año de nuestras vidas, hay que detenerse en el balance, la "bottom line", el resultado neto entre lo bueno y lo malo. Así, debo decir que mi 2009 dio una pequeña pérdida pero fue muy volátil. Las expectativas para 2010 son más alentadoras.

(siento que me chorrea lo contable desde la parte de la corteza cerebral en la que reside la filosofía barata hasta el teclado.)

Les deseo a todos los que quiero, los que me quieren, los que me leen y los que son seres queridos de los que me leen, que el 2010 tenga más alegrías que tristezas.


viernes, 25 de diciembre de 2009

Jo, jo, jo, jo!

Les retransmito el saludo navideño que Nelly nos envió por email:

Muy Feliz Navidad!!!

Que la paz del Señor los bendiga!

martes, 22 de diciembre de 2009

20 mujeres para Javier (VIII): Fantasía telepática o telepatía fantástica.

El sábado celebramos la "Fiesta de fin de año" en la casa de Adela, sin parejas, sin jefes y sin parejas de jefes, con la mencionada excepción de Silvana, que no es pareja pero puede oficiar de tal cuando lo considere necesario y por ella nos cuidamos bastante de hacer comentarios "inapropiados" (disculpen la compulsión al entrecomillado).
La reunión fue entretenida, reconozco con gusto que a pesar de sentirme tan diferente a la mayoría de mis compañeros rasos, cuando generamos este tipo de encuentros puede salir algo interesante. Nelly se puso en pedo por primera vez en su vida, novedad confesada a fuerza etílica. Se tomó un mojito y un tequila sunrise y a las 23:45 hs. se la llevó su marido -que vino especialmente de Ranelagh a buscarla- en un estado lamentable, no diría vegetativo pero sí cercano a un hongo. Todavía no pudo terminar de recuperarse y se siente un poco avergonzada por el vomitito sobre un helecho de Adela.
Lucila no vino, Cristina sorprendió con una minifalda, Mario le tiró los perros y Mariano se fue temprano. Pero el que dio la nota fue Javier.

A eso de las once de la noche le sonó el celular cuando me estaba terminando de contar su último encuentro con Vivi (que sería el último para siempre, según él) y un rato antes me había puesto al día con el tema Carolina.

Desde la apertura cuasi-involuntaria del botiquín de Vivi y el encuentro con las feromonas, su interés por ella fue disminuyendo gradualmente, el carmesí fue tornándose rosa viejo y decidió que de alguna manera pondría fin a la relación y eso ocurriría a la brevedad.
Un día fue a la casa y una vez en la casa, al baño. Se puso a buscar el frasco de feromonas en el botiquín y no lo encontró. Volvió a revolver entre los distintos frasquitos, cajitas y cositas, pero no estaba. Contrariado, cerró la puerta espejada recordando que cuando el lo vió, pocas semanas atrás, se encontraba casi lleno. Cuando la puerta del botiquín se cerró del todo, vio por encima de su hombro la cara agrietada de Vivi reflejada en el espejo, que lo miraba con las cejas en ve -corta invertida, pero sin expresión de sorpresa en su rostro.
- ¿Por qué me revisás el botiquín? - le preguntó carraspeante y se aclaró la garganta.
Javier lanzó un suspiro largo y decidió contarle una parte de la verdad, le explicó que por un arranque inexplicable una vez lo abrió y encontró un frasco extraño, y quería ver si seguía allí para entender de qué se trataba. Vivi se limitó a decirle que no lo usaba más, que lo había tirado hacía semanas. Javo se disculpó por la grosería de revisar sus cosas íntimas y luego minimizó el asunto, hasta hizo un par de chistes para olvidar el tema rápidamente. Al rato estaban haciendo el amor por última vez, a Javier le costó tanto conseguir la erección y mantenerla para ponerse el condón que se puso a pensar en una modelo mediática que le gusta desde hace años y suele invocarla en situaciones de emergencia.
Cuando se fue, antes de pensar el método a emplear para terminar una relación de tan poco tiempo, se preguntó si su desinterés podría llegar a estar relacionado con el hecho de que Vivi había dejado de usar las feromonas. O si, por el contrario, el uso o desuso del spray hormonal nada determinaba, y las causas de su abulia radicaban en su creencia de que ella lo utilizó para seducirlo, fuera verdad o no. Si no hubiera abierto la puertita del botiquín, ¿seguiría con ella? ¿si ella siguiera usando el spray, podría dejarla? Ucronías de lado, tomó la decisión de no verla más.

Con Carolina le pasa algo aún peor. Ayer, preso de su amor inalcanzable. Hoy, rehén de su propia compasión por ella.
De la diosa olímpica de su adolescencia no quedó nada. Su belleza, su brillo superpotente, su presencia radiante, fueron arrasados primero por la maternidad, y luego por la separación tortuosa con su ex marido. Javier sirve más de oído para una mujer golpeada por la vida que de amante. Durante los primeros encuentros ella no hizo mucho más que contarle mes a mes los últimos once años de su vía crucis. Mecharon con un encuentro sexual pobre y continuó la perorata. Al día de hoy, se ven una vez por semana, ella lo espera con ansias y prepara su casa lo más eróticamente posible para pasar un buen rato, que a los cincuenta minutos, a más tardar, da lugar a más charla de diván. La última vez él se quedó dormido, pero ella no se enojó. Javier me terminó de contar esta historia y no parecía estar muy seguro de qué camino va a seguir.

Cuando sonó su móvil se le dibujó una sonrisa que trataba de disimular lo mejor posible. Se apartó, me dejó hablando solo y vino a los dos minutos.
Me contó a las corridas que el viernes fue, invitado por su primo productor de TV, a una fiesta muy farandulera en una quinta en el Norte del GBA. Estaba repleta de actores, actrices, cantantes, conductores y modelos. Entre ellas, brillaba la que imaginariamente se había acostado con él y con Vivi. Sin nada que perder, se le acercó...

- ...y bueno...me está esperando en Olsen. El lunes te cuento. Chau. - Me volvió a dejar hablando solo y repleto de preguntas.

sábado, 19 de diciembre de 2009

La caja navideña

(1)"¿¿¿Y esta cagada nos regalan???"
(2)"Ah, bueno...si querían graduarse de hijos de puta, está bien. Pero de ahí a magna cum laude, hay un largo trecho y lo caminaron de punta a punta."
(3)"Mmmm...¡¡¡qué rico!!! Me encanta el budín con frutas abrillantadas".
(4)"De acá, derecho a lo de mi portero."

Las anteriores fueron las expresiones capturadas en el aire mientras observaba a mis compañeros abriendo la caja navideña de este año. (1) fui yo, y (2) fue Mario. Todavía no entiendo si esto y lo de la fiesta forman parte (o no) de los pilares de la construcción de un pensamiento colectivo inducido acerca de "lo-difícil-que-fue-este-año", intentando dar lástima para justificar o solapar acciones más aberrantes, como no aumentarnos los sueldos o algo asquerosamente parecido. No es que me importe demasiado la caja navideña, pero me sirve como parámetro para medir en qué nivel de amarretismo vamos a andar cuando en Enero anuncien las remuneraciones modelo '10.

Me molesta, más que el contenido de la caja, su devaluación ordinaria. La del año pasado, -que ya nos encontraba con un Merval cagado a trompadas y un Dow Jones violado por los cien padres de Freddy Kruger-, tenía dos botellas de Chandon Extra Brut, dos turrones deliciosos, un pan dulce de Pesce (muy buen nivel para los que no lo conocen) y una caja de diversos chocolates y confites. Pocos artículos, pero muy buenos. Sobrio y eficaz. Debo reconocer que se habían portado muy, muy bien. Pero ellos no podían sostener el buen comportamiento por mucho tiempo, tenían que mandarse rápidamente una cagada. Nos muestran el dulce y nos terminan dando fruta abrillantada, que dicho sea de paso... ¿a quién sino a Nelly (3) y sus homólogos puede gustarle la fruta abrillantada? Y los vinos...¿blanco a los subordinaditos y tinto a los jefes? ¿Qué mierda es esa diferenciación? ¿Alguien puede explicar qué procesos psicológicos subyacen en una decisión como esa?...

Espero que los turrones puedan morderse sin perder alguna pieza dental, porque si no...pobre el portero de Cristina (4).

sábado, 12 de diciembre de 2009

Mariano y Lucila (IX)

Aquél beso que Lucila se atrevió a darle a Mariano en contra de su historia y de la manera natural que tiene la gente de besarse por primera vez, marcó un mojón en la relación entre ambos. Estamos en Marzo de 2007 y hace más de tres años que apenas se saludan, intercambian alguna que otra frase, idea o comentario, siempre con gente mediante y sin chispa, sin química, sin nada de todo eso que durante mucho tiempo los mantuvo en sintonía. En este momento son dos compañeros más, como Silvana y yo o Mario y Nelly. Pero para llegar a este punto, cada uno recorrió un camino muy diferente al del otro.

Empecemos por Lucila. Después del beso, estuvo varios días pensando en hablar con Mariano y decirle lo que le pasaba, más allá de Alexia, de la oficina, incluso de los propios sentimientos de él. Quería sacarse de adentro lo que sentía, exorcizarlo independientemente de los resultados. Pensaba que si era correspondida, bien valía la pena. Y si no lo era, también podría servir como puerta de salida de ese amor asimétrico. Pero al ver que Mariano se mostraba cada vez más distante, la idea se fue diluyendo. Pasó de las ganas de gritarle en la cara cuánto lo amaba a sentir un desprecio incremental. El beso inconcluso y la posterior distancia de Mariano mutaron la imagen que tenía de él e inevitablemente sus sentimientos también se transformaron. Unos meses después descubrió con su terapeuta que el incipiente desprecio respondía además a una necesidad de protegerse: despreciarlo significaba bajarlo del pedestal en el que lo había colocado como una estúpida y ponerlo en un nivel inferior (y sobre todo, créerselo) hacía que el dolor por el rechazo fuera menor. Cuando puso estas ideas en palabras, el desprecio dio lugar a la indiferencia y paralelamente, desestancó su vida amorosa comenzando un romance muy fogoso con un productor de televisión.

Para Mariano, ese beso significó el comienzo de una tortura lenta, constante e interminable. Y todo por dentro. Él sabía que lo que le pasaba con Lucila era muy fuerte, no estaba seguro si era amor, enamoramiento o qué exactamente, pero sabía que cuando Lucila estaba cerca, la vida tenía otro color. Nunca lo habló con nadie, ni con sus amigos, ni con Alexia, ni con Lucila. El proceso interno le comía la cabeza todos los días, un poco más, un poco menos. Nuevamente pensó en renunciar, pero nunca se animó. Miles de veces pensó en dejar a Alexia, pero le parecía ridículo. A veces llegaba a la oficina con la firme intención de invitarla a almorzar y luego se quedaba sin nafta para encender el coraje necesario. Otras, la buscaba con la mirada durante horas, intentando disimular para que los demás no lo vean (no siempre) pero varias de las veces que logró el contacto, Lucila corría la cara con displicencia. Mientras tanto, y a pesar de manejar el tema con todo el tacto posible, con Alexia empezaron las desaveniencias; ella a veces lo encontraba raro y por lo menos una vez por mes le proponía charlar, le preguntaba qué le estaba pasando, le abría el camino para que se sintiera cómodo y hablaran. Cuando la paciencia se fue empezando a acabar, Alexia mostró una faceta desconocida hasta ese momento, haciendo volar platos y zapatillazos contra la pared y desapareciendo durante uno o dos días sin dar señales de vida. Pero Mariano, digámoslo como corresponde, se hacía olímpicamente el boludo de todas las formas posibles. Siempre encontraba una excusa para escapar a los pedidos de explicaciones y minimzar los arranques de furia de su pareja. Así recorrió su camino, gambeteando a Alexia y arbitrando un combate a mil rounds entre sus sentimientos en conflicto.

Hasta que un día de Marzo de 2007, llegó a su casa y se encontró con Alexia sentada en el sillón y una pila de valijas armadas a su lado. Ella lo miró con un poco de tristeza y resignación, y le dijo con una decisión infranqueable y noqueadora:

- Me voy.

Y se fue.

viernes, 11 de diciembre de 2009

La fiesta de fin de año (II)

Tal como lo sospechaba. La fiesta de fin de año se limitará a la mitad (de abajo) de la oficina brindando en la terraza de Adela, en su ph de Villa Urquiza. Sin parejas nos veremos las caras el sábado 19 a las 20 hs. y si el tiempo ayuda, intentaremos emular de manera inconsciente el clima de alguna publicidad de Gancia o Cinzano, como pasa siempre en esta oficina acartonada. Me queda la satisfacción de haber castigado a los elementos del "ápice estratégico", dejándolos afuera del festejo. Y me queda la duda sobre la reacción de algunos de ellos, cuando se enteren (porque así será, inevitablemente) que no forman parte de la celebración.
Ojalá que le dé en el sexto forro de las pelotas, ojalá que se ofendan, y que alguno me pregunte a mi por qué no les avisamos y pueda decirles con cara de idiota que "supusimos que no estaban interesados en brindar, ya que [como nos contestaban cada vez que les preguntábamos si se iba a hacer algo], fue un año muy malo y no debían tener ánimo de celebración...pero nosotros, con todos nuestros problemas personales, interpersonales, económicos, políticos y psicológicos, quisimos celebrar igual. Una pena, se los extrañó muchísimo. Otra vez será.".
En este tipo de cosas, a veces manda el organigrama informal...y se los vamos a tirar por la cabeza.

(ya sé que prometí seguir contándoles la novela, pero no pude preparar el relato aún...la próxima entrada sin falta cumplo)

miércoles, 9 de diciembre de 2009

Ustedes sabrán disculpar...

...mis queridos oficinistas, esta ausencia temporaria. Es que acabo de ser tío (primer hijo, primer nieto, primer sobrino) y me niego a profanar la felicidad que inunda mi alma hablando de la oficina. En cuanto ponga los pies sobre la tierra de nuevo, vuelvo con Mariano y Lucila.

Cariños

martes, 1 de diciembre de 2009

Había que divertirse...

Hace unos años, en los tiempos de estreno del email externo pero de altas restricciones en el acceso a internet, el divertimento en la oficina se encontraba en una etapa de transición entre las viejas prácticas de interacción personal como las conversaciones telefónicas, las bromas presenciales, las charlas y los chismes, y un nuevo mundo teconologizado y más individualista vía web.

En esos días se me ocurrió armar un juego sencillo que tuvo un éxito arrollador, hoy sigo pensando que fue mi creación más festejada. El pasatiempo consistía en buscar una foto de algún famoso en su infancia, o en la cual fuera difícil o imposible reconocerlo. Desde las imágenes de Google copiaba la foto y la reenviaba por email a varios de mis contactos y en el asunto ponía "Adiviná quién es el personaje de la foto". Lo más interesante del fenómeno fue que todos los compañeros oficinistas de los destinatarios iniciales terminaban participando del juego con mucho entusiasmo, me pedían pistas y a veces me puteaban por email culpándome de la quema de varias neuronas y pupilas en sus frustrados intentos de adivinar el personaje.

Así, desfilaron fotos de China Zorrilla en pañales, Raúl Alfonsín con babero, Lidia Lamaison tomando la comunión, Carlos Menem con cara de bueno (ese era imposible de adivinar, pero lo sacaron), Susana Giménez colegiala, Guillermo Vilas con una pelota de fútbol, Eduardo Bergara Leumann flaco, y un par más. El juego duró dos meses y en algunas ocasiones los participantes tardaban varios días en adivinar el personaje, como ocurrió con el sujeto de la foto adjunta, que fue adivinado por una conocida conductora de noticieros de Canal 7 que en ese momento era compañera de trabajo de mi esposa.

Había que divertirse, y con el juego de "Adiviná quién es el personaje de la foto", lo logré durante un tiempito. Después vino el acceso amplio a internet (aunque no del todo) y el juego se apagó, pero en cualquier momento lo retomo.



miércoles, 25 de noviembre de 2009

20 mujeres para Javier (VI): El botiquín

A medida que pasan los días, las conversaciones con Javier se van tornando paradójicamente más monotemáticas y más divertidas. De lo único que se habló en los últimos almuerzos fue de su alocada nueva vida de soltero. Pero como me divierto...

La relación con Viviana sigue adelante, ya se vieron varias veces configurando encuentros que, a la hora de hablar, son desencuentros. Ella lo hace sin parar, y él se aburre. Pero cuando llegan a la cama, todo se torna de otro color...de rojo carmesí, para ser sinestésicos. Al rojo se le pueden achacar muchas cosas, pero de aburrido no tiene nada y, según dicen algunos, es el color del erotismo por excelencia.

El fin de semana pasado Javo se quedó a dormir en la casa de Vivi (así la llama ahora) y en un arranque de invasividad le abrió el botiquín. Como Seinfeld cuando encontró la crema antimicótica en la casa de una vecina hermosa, Javo se encontró con una sorpresa que no le pareció para nada agradable. Pienso que no es grave, más bien entre simpática y llamativa, pero no puedo negar que sobre todo, es asombrosa.

Viviana tenía en el baño un frasco que parecía perfume, un spray incoloro que casi pasa desapercibido si no hubiera sido porque quiso saber qué perfume era. Pero cuando se acercó descubrió que no era lo que él pensaba. Vivi tiene en su botiquín un frasquito de feromonas. Dice wikipedia: "...Muchas especies de plantas y animales han utilizado diferentes aromas o mensajes químicos como medio de comunicación y casi todas utilizan uno o varios códigos por este medio, tanto para atraerse sexualmente como para otros fines."

Cuando las descubrió, Javo cerró el botiquín y decidió que esa noche no iba a hacer nada, ni preguntarle, ni irse, ni siquiera pensar en ello. Pero ahora no puede sacarse de la cabeza la idea de que en cierta medida fue engañado, y se formula varias preguntas. ¿Qué hubiera pasado sin las feromonas? ¿Se hubiera fijado en ella o en la amiga tetona? ¿Tendría las feromonas puestas el día que las conocimos en Granix? ¿Llevará feromonas en su cuerpo cuando va a trabajar? Hoy, en la mente de Javier, Viviana y feromonas son sinónimos. Un par sintético y dialéctico, una es con y por la otra.

Por suerte, su vida amorosa no quedó encerrada en un solo botiquín. Anoche estuvo con Carolina, la amiga de la hermana, su musa histórica. Fueron a tomar el café de aquél día a un Starbucks (recomendado por Lucila) y charlaron durante horas. Lamentablemente el presente de Carolina no es el mejor, está con algunos problemas laborales, otros con el ex marido, se hace cargo de su madre y su hermana y se la ve apagada, triste, ojerosa y por momentos, un tanto hiperkinética.

A pesar de todo, unos días después durmieron juntos (los niños estaban en la casa de los abuelos paternos). Durmieron, pero no mucho. Javo se despertó una y mil veces, fue varias veces al baño porque tomó mucha cerveza, pero esta vez, decidió que no abriría ningún botiquín ajeno.

martes, 24 de noviembre de 2009

Duda del beneficio


El jueves Mariano estaba de pésimo humor, lo noté apenas entré. La empresa decidió "premiarlo" por su buen desempeño y le asignaron una línea y una blackberry. A partir de ahora no va a ser necesario que pague su propio teléfono celular y además, gracias a la enorme gestión de su jefe, va a contar con la teconología de punta aplicada a las comunicaciones a su entero servicio, un muy lindo chiche geek sólo para él.

Pero como todo (TODO) en la vida, el beneficio tiene su contracara, su perjuicio asociado, su yang. Mariano ya sabe y está padeciendo ex-ante su pérdida de libertad a la hora del almuerzo y la extensión de hecho de su horario laboral, que hasta hoy era de 9:30 a 18:30. Con su nuevo aparatito estará disponible y ubicable de 6 AM (9 hs. de Londres, desde donde lo llaman diariamente) a 20 hs., hora en la que su superior, normalmente, todavía está en la oficina. El celular pagado por la empresa viene con el deber incorporado de ser ubicable unas dieciséis horas diarias.

Hoy fuimos con Javo y él a almorzar a El nuevo Navegante porque los tres teníamos ganas de clavarnos un revuelto gramajo, mejor dicho, el revuelto gramajo por excelencia. Después de vender la propiedad de Viamonte y Bouchard, uno de sus dueños continuó el negocio en un sucucho escondido en la recova de Alem, al lado del Ministerio de Trabajo. En el sucucho, la única señal disponible es la del cable. Bueno, esa y la señal de vida que de vez en cuando da el cocinero que está detrás de las paredes. Todavía no entiendo cómo hace para cocinar ahí, pero lo cierto es que lo hace de maravillas. El problema se suscitó al salir, cuando Mariano descubrió ocho llamadas perdidas en su celular corporativo. Y fue peor aún al volver a la oficina, desde donde provenían las llamadas. El Gerente General-mente boludo lo esperaba con cara de culo porque lo intentó localizar durante media hora y Mariano no respondía. Tuvo que explicarle la situación con toda la parsimonia a su alcance, pero no fue suficente para evitar que el tarado social dijera, mientras se iba y en voz baja "Bueno, no vayan más a comer ahí si no se los puede llamar..."

Demás está decir que me río a carcajadas, me río de janeiro, me río hondo, cuarto y colorado, de la sugerencia de ese infradotado con cargo grande y entendimiento corto que al final lo único que quería era un archivo que tenía en su Inbox desde el lunes a la mañana.

A nosotros, recontraclaro está, nos importa un tercio de bledo. Ya arreglamos para ir de nuevo el viernes al mediodía.

Pepsi con revuelto gramajo, y Good Show!





viernes, 20 de noviembre de 2009

Viernes

Siguiendo la tradición de los viernes, hoy desayunamos con una torta de manzana deliciosa, cortesía de Adela. El motivo: nos anunció su embarazo de dos meses. Hay alegría en la oficina, hay lágrimas de Nelly, hay sol...

Hay Viernes.

Le regalo a Adela este video para acompañar su momento feliz.


sábado, 14 de noviembre de 2009

Office Stress (II)

¿Quién no tuvo ganas alguna vez de hacer esto?

N. de R.: Felicitaciones a Actimel, que llegó a Rusia.


viernes, 13 de noviembre de 2009

20 mujeres para Javier (VI): "Te va a dar un ACV"

"Lo del fin de semana con Viviana fue muy bueno, pero lo que me pasó anoche, sin llegar tan lejos, fue mucho mejor", me dijo esta mañana Javier mientras yo me preparaba el mate y él, un café.

Pero vamos por orden cronológico.

El viernes pasado salió con Viviana, la morocha bancaria separada, y fueron a Cenar a Crizia, un delicado restó de Palermo Soho recomendado por mí (quizás se me fue un poco la mano con el ambiente de intimidad para una primera salida, pero los resultados me avalan). Según me contó, a duras penas se pudo presentar. El encuentro estuvo signado por un soliloquio interminable de ella y mucho sexo durante todo el fin de semana en su departamento del barrio de Belgrano. Un sexo abrasador y agotador, casi tan agotador como su forma de hablar. Le contó toda su infancia, su adolescencia, los novios que tuvo en esa época, de su ex-marido, de sus días en la facultad repletos de anécdotas con cientos de apellidos de profesores y compañeros y le habló de sus cuatro días de militancia en Franja Morada como si hubiera sido una guerrillera. Pero, por suerte para Javier, fue más el tiempo que le dedicaron al amor carnal que a la perorata estrogenaria. El lunes pasado me contó:

-Te juro que nunca conocí a alguien que hablara tanto. Mirá que yo intenté meter bocadillos, pero era imposible. En cuanto le enganchaba un "ah, qué casualidad, yo también tengo una armónica australiana" me contestaba con un '"¿ahá?" y seguía con su discurso como si yo no hubiera dicho nada. Ni Fidel habla tanto. Te puedo recitar de memoria el nombre de todas sus amigas y sus situaciones sentimentales, y sobre todo, cuántos hijos tiene cada una. Me taladró el oído interno...Pero qué manera de garchar. Me duele todo.
- ¿En qué quedaron?
- Ella viaja esta semana a Santiago de Chile por trabajo y vuelve el lunes. Igual estuvimos intercambiando emails, en uno me puso que la pasó muy bien, pero me llama la atención la frialdad con la que me habla después de la fogosidad del fin de semana. De todos modos quiere que nos veamos de nuevo apenas aterrice, así que la voy a volver a ver.
- ¿Pero vos querés?
- Sí...sólo tengo que encontrar la manera de hacerla hablar menos.

Pasó una semana cargada de trabajo, respondiendo requerimientos de los auditores internos de IT, y esta mañana volvimos al tema:

- ¿Qué te pasó anoche?
- Fui al cine a ver "El secreto de sus ojos" y a la salida tuve una aparición divina. Mi hermana mayor tiene una amiga que se llama Carolina, que conozco desde que tengo once años. Fue mi musa inspiradora adolescente, estuve silenciosamente enamorado de ella durante años. Se casó joven y tuvo dos hijos y, según me había contado mi hermana, se separó del marido porque le pegó estando borracho a la salida de un casamiento. Charlamos media hora de ella, de mi y de mi hermana, habían perdido el contacto desde que se fue a Venezuela aunque me dijo que hace poquito la contactó por Facebook. Y nos despedimos con un abrazo que me dejó tecleando. Ahora mismo la voy a buscar y le mando un mensaje. Quiero a esa mujer en mi cama.
- ¡Pará, Sandokán! ¡Te va a dar un ACV si seguís así!
- Es que le estoy agarrando el gustito...

Hace cinco minutos, mientras terminaba de escribir, me mandó un email diciendo "Listo, el fin de semana vamos a tomar un café. ¿Tenés un lugar para recomendarme?"...


miércoles, 11 de noviembre de 2009

Maldición, va a ser un día hermoso

Miro por la ventana y me quiero matar. Sé que a muchos de ustedes les debe estar pasando algo parecido. Nuevamente me dejo embargar por los por qué, por qué esta profesión aburrida, por qué no me tomé en serio el sueño de mis diez años de edad de ser tenista (o profesor de tenis), o por qué no elegí cualquier otra profesión que me permita disfrutar de este clima maravilloso que nos regala la mitad de la primavera.

En cambio, tengo que soportar -un año más- pasar las mejores horas del día encerrado en esta jaula llena de gente extraña y más aburrida que yo, que dice "¡qué lindo día!" como si estuvieran en la playa...a mi, en cambio, la oficina me dio la posibilidad de darle un sentido a la frase ricotera del título del post, que antes de oficinearme no tenía. Cada vez que amanezco (de lunes a viernes) con un día soleado, pienso lo mismo: el Indio tiene razón.

Sin embargo, cuento con dos atenuantes: el primero debo agradecérselo no sólo al clima, sino también a los publicistas de Ibu Evanol, de desodorantes para chicas, de protectores diarios, de perfumes y de tampones. Y más que a todos ellos, a las chicas que pululan por las calles microcéntricas con su belleza, su femeneidad y su caminar alegre emulando publicidades aunque nadie las esté filmando. El segundo es más personal: los días así son condición suficiente para que mi friolenta compañera (aunque oficinista ella también) sea feliz y luzca más hermosa que nunca. Y eso, a pesar de mi mal humor interrumpido y momentáneo, me pone contento.


lunes, 9 de noviembre de 2009

20 mujeres para Javier (V): Una de cal y una de arena

El sábado de la semana pasada salió con la chica del recital y decidió que de ahí en más realizaría algunas modificaciones en el relato de su historia reciente. Contar con sinceridad los motivos de su separación, muy probablemente, no sería la mejor idea en pos de cumplir su objetivo.

La llamó y le dijo que hablaba Cooler O'Connor. Ella respondió jocosa y le preguntó casi de inmediato por qué tardó tanto en ponerse en contacto. Sorprendido, le inventó un viaje laboral a San Pablo que -creyó- haría rebotar su imagen como un muñequito Topi, de abajo hacia arriba. Sin embargo, la respuesta de Estefanía (tal era su nombre) fue anodina y desinteresada. Charlaron un poco, lo básico como para establecer que había espacio para un encuentro cara a cara. La pasó a buscar por su casa de Olivos esa misma noche y fueron a tomar algo a orillas del río.

El encuentro comenzó auspiciosamente, la conversación no tuvo los ribetes comunes de una presentación entre dos desconocidos y ella era la que llevaba las riendas, recorriendo temas diversos y divertidos, intentando conocerlo desde diferentes ángulos sin caer en fórmulas preestablecidas como "de qué signo sos". Todo iba muy bien hasta que Javo le contó su separación y los motivos que la precipitaron. A partir de ese momento, sintió que se produjo un quiebre que por tratarse de un primer encuentro sería irreversible. Pasó a tomar las riendas él, haciendo malabares y abracadabras para sostener el ritmo inicial. A medida que pasaban los minutos, ella se mostraba cada vez más aburrida. Una hora después, la dejó en la casa y se fueron a dormir cada uno en su cama.

El lunes me contó lo ocurrido mientras almorzábamos en Mondo Spaghetti de Galerías Pacífico:

- La mina estudia Filosofía en la UBA y tiene 22 años. Creo que entre mi profesión y mi separación la alejé y la aburrí. No la voy a volver a llamar. Y no voy a volver a contar la verdad sobre mi ex, me parece que me tira abajo.
- Depende. A algunas puede espantarlas, pero seguramente vas a encontrar otras que se sientan más atraídas por la historia y pueda resultar un buen gancho. Tenés que tantear y usar tu intuición para saber cuando contarla y cuando callarla. El plan b podría ser dejar tu separación en manos del enemigo público N° 1 de toda relación de pareja: la rutina. Una razón universal e ineludible.
- Qué lástima. Era tan linda...se parecía a María Vázquez antes del botox y el colágeno. Un caramelo Suchard de frutillas con crema.
- Lo importante, amigo, es que ya estás entrenando. Yo te veo bien. El jueves vamos a Granix.

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Y el jueves fuimos a Granix a la una en punto.

Ahí estaban las dos: la tetona operada y su morocha. Nos sentamos con ellas y durante el almuerzo traté de hablar con el gato (no la catalogo por las tetas sino por su forma de hablar, de pensar, de sentir, de respirar, de mirar, de comer, de peinarse, de vestirse y de hablar por celular con su jefe) para distraerla y darle más lugar a Javo de encararse a la morocha. Viviana, la morocha. Treinta y cuatro años, separada y sola. Carne de cañón.
Hablaron mucho y muy bien. Ella era analista de riesgos de un banco. Pegaron mucha onda y salieron el sábado. Lo único que pude averiguar hasta ahora es que a duras penas Javo alcanzó a pasar por su casa esta mañana para cambiarse la ropa que llevaba desde esa noche, afeitarse y venir a trabajar, muy descansado y sonriente. Espero ansioso la hora de almuerzo para conocer los detalles de la primera cosecha.

viernes, 6 de noviembre de 2009

Mariano y Lucila (VIII)

El viaje en el auto de Mariano fue a pura carcajada. Jugaron a tararear jingles viejos para que el otro los adivine y ganó Mariano por una de Seven Up.

Al llegar, Lucila le dijo que quería premiarlo con un rico café por haber sido el vencedor del juego. Mariano pensó, mirando al volante. En una fracción corpuscular de tiempo tenía que buscar una respuesta. Primero tenía que decidir si iba ir, durante el viaje supo que llegaría ese momento y que entre las posibilidades, estaba la de tener que subir al departamento de Lucila, pero no llegó a ninguna conclusión. Creyó más conveniente decirle que sí y manejarse con cautela, que negarse y quedar como un estúpido.

Cuando entró se sintió abrazado. El pequeño departamento reflejaba a la perfección la calidez que le transmitía Lucila cada vez que la veía, cada vez que la miraba. Estaba ambientado con adornos nativos, muchos de Perú, varios de Bolivia y algunos de acá, todos en armonía autóctona y en un sobrio contraste con la tv de plasma y luces dicroicas que iluminaban el living con el dimer bajo. Mientras ella preparaba el café, Mariano se puso a observar las fotos. En todas estaba sonriente. Como casi siempre. Había fotos de la infancia en las que se la veía muy rubia, más que en la actualidad. Se detuvo en una en la que estaba junto a una mujer grande que apenas sonreía con ojos tristes hundidos en sus profundas cuencas. Lucila llegó con una bandejita y dos tazas humeantes.
- Era la mamá de Bruno. Falleció dos meses después de la sentencia. Peleó contra el cáncer durante años...creo que no pudo soportar ver al hijo envuelto en semejante desgracia.
Tomaron el café y hablaron del tema como no lo habían hecho hasta ese momento. Lucila confesó cuestiones muy íntimas que dejaron a Mariano casi sin habla, relativas a su aburrida y poco prolífera vida sexual con Bruno, víctima de los anabólicos y la vigorexia que lo aquejaba sin que él fuera plenamente conciente. Sin embargo, el relato tenía un tono más divertido que dramático. Era evidente que el dolor había cesado, que era un caso cerrado.

Mariano habló poco y durante toda la charla trató de no mirar el escote de Lucila, que dejaba ver una parte de su corpiño y sus pechos, que por unanimidad habían sido elegidos como los más lindos de la oficina. Se le hacía cada vez más difícil pero lo salvó ella, que le pidió que le contara cosas de su vida: cómo es Alexia, qué planes tienen, si era feliz. Mariano se concentró en hablar tratando de esquivar la mirada, los ojos almendrados de Lucila se habían posado en los suyos y no se sentía capaz de resisitir un contacto visual sin caer en la tentación de comerle la boca de un beso. Pero no le hizo falta esforzarse. En medio del relato sobre sus sentimientos con respecto a Alexia, sus miedos, sus inseguridades y su constante sensación de inferioridad, Lucila lo besó. Fue un beso corto pero completo. Ella se apartó para mirarlo y Mariano se quedó con los ojos cerrados un par de segundos más. Después, se miraron sin hablar y a la par dejaron de hacerlo mientras atravesaban un silencio largo como una sucesión infinita de puntos suspensivos. Sosteniendo la frente con las manos, Mariano le dijo que tenía que irse. Lucila asintió un poco avergonzada y lo acompañó hasta la puerta. Una vez allí, él la abrazó sintiendo que se derretía de amor. Le dio un beso en la frente y se fue a su casa del boulevard Chenault.


miércoles, 4 de noviembre de 2009

La fiesta de Fin de Año (I)

Todos los años la misma historia.
En esta pequeña empresa, como imagino ocurre en la gran mayoría de sus pares, la decisión final sobre el modo y lugar de los festejos de fin de año está en manos de los directivos. Sin embargo, debo reconocerles una gran apertura (de la mano también de una grosera falta de creatividad) a raíz de la cual nos dan lugar a hacer sugerencias y, como ocurrió en los últimos años, terminar celebrando en un sitio propuesto por uno de nosotros, los oficinistas rasos.
El problema es que el sitio elegido termina siendo con suerte el N° 5 de la lista, porque siempre nos dejamos ganar por el almanaque y cuando queremos hacer la reserva, ya no queda lugar en ninguno de los cuatro potables.
La semidemocratización de la elección surgió en 2005, cuando nos encontramos cenando en Jackie O. (Las Cañitas) rodeados de cuatro parejas sentadas en sus respectivas mesas, sufriendo una horrible y oficinística invasión a su privacidad y romanticismo. No había nadie más que esos ocho y nosotros. La cena fue un asco y a las 23:30 estaba en casa mirando la tele. De ahí en más, alternamos lugares un poco más potables, otros de lujo (en las épocas de vacas gordas) como Rodizio de Puerto Madero, y uno insólito: la megafiesta que se arma en La Rural cada año. Un patchwork en diferentes tonalidades de gris oficina, una comida vomitiva, música de casamiento y un pedazo de Marí-Marí, del carnaval de Gualeguaychú. La única fiesta de fin de año que puede ser calificada de divertida de todas las que tuvimos desde que entré a esta empresa. Fue un jueves (como debe ser) y al día siguiente hubo un índice de ausentismo explosivo y un promedio en el horario de llegada de las 11 hs. Sólo Nelly llegó temprano, ya que no toma alcohol porque le causa hemorroides.

El mes pasado empecé a buscar lugares con Adela. Ella avisó a los altos mandos y preguntó si tenían algo pensado, pero la respuesta fue -previsiblemente- que este año el presupuesto estaba muy ajustado y un poco más de bla bla bla. Que más adelante veríamos.

Siendo 4 de Noviembre, aún no hay un lugar que se candidatee. Seguramente vamos a terminar aburriéndonos en un restó de dos o tres tenedores y volviendo a casa temprano. El único aliciente que nos queda es que vamos a celebrar en Diciembre, y este hecho no es despreciable. El estudio contable que nos audita (uno de los grandes) va a tener sus festejos de fin de año este viernes. Tan deprimente como irse a dormir a las nueve de la noche un sábado.

jueves, 29 de octubre de 2009

20 mujeres para Javier (IV): Tiempo de siembra

Fue al recital de Depeche Mode hace unos días y me comentó por email que pocas veces en su vida había visto tantas chicas lindas todas juntas. De todos modos, no había "onda de encare, la gente estaba muy en la suya, pendiente de la banda"...típica atmósfera recitalera de Baires. El lugar explotaba y lo que más le gustó fue sentirse nuevamente adolescente, retrotraerse a la época previa a Marina, su ex. Por momentos, sentía que la llaga profunda que le dejó la separación violenta no estaba, era como estar intacto. Trató de aferrarse a esa sensación y de ella se sirvió para animarse a hacer algo que no acostumbraba. Minutos antes del comienzo del recital se produjo un contacto visual prolongado por demás con una chica que estaba a cinco metros, rodeada de amigas tanto o más lindas que ella. Parecía un scouting de Dotto de excursión por el club Ciudad de Buenos Aires. Todas lindas, todas chic. Y una lo miró mucho. A él.

Pasó el recital y la buscó durante un buen rato. Obligó a su amigo a acompañarlo por todo el campo. No la encontró sino hasta llegar a un puesto de bebidas más allá, casi en Libertador. Ella lo vio enseguida y hubo otro contacto. Esta vez, Javo lo acompañó de media sonrisa que al igual que su mirada, fue perfectamente correspondida. Sin dudarlo, actuó. Se acercó, la saludó y le preguntó su nombre.
- Mi nombre es Peligro- dijo ella, citando una canción de El otro yo que Javo no conocía. Sin embargo, la improvisación le pareció creativa y divertida. Se rieron los dos a la vez casi a carcajadas y él, para no ser menos, le contestó apurado para que no pareciera una respuesta muy pensada:
- Mi nombre "¡e'!" Cooler O´Connor.
Nuevamente se rieron a la par. Hablaron dos minutos del recital y ante la insistencia para partir de las amigas de la chica, Javier le pidió su teléfono, "para invitarla a tomar un café un día de estos" (sic). Ella se lo dijo de corrido y sin repetirlo, se fue. Javo no tuvo problemas en memorizarlo pero se dio cuenta de que había olvidado preguntarle su verdadero nombre. De todos modos, eso era lo de menos.

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El miércoles pasado recibió un llamado desagradable de su ex esposa, que le pedía por favor que se juntaran a hablar del tema divorcio. Sin prisa, le contestó usando la parsimonia de siempre que todavía no estaba en condiciones, hasta se disculpó por no acelerar las cosas. Le pidió que lo entienda, que verla le haría mucho daño y que en este momento de curación no era lo más recomendable. Ella amagó a ponerse histérica y Javo le cortó, a esa altura sin tanta diplomacia, más tajante que de costumbre.

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Hoy fuimos a almorzar al restaurante vegetariano que está en el primer piso de una galería de Florida entre Perón y Mitre. Mientras comentábamos los despidos y algunos otros avatares de la oficina, vi que en una mesa cercana había dos oficinistas de unos treinta años, muy arregladas, una de ellas con una inocultable e "inocultada" cirugía estétitca de lolas. Lo desafié:

- A que no te animás a encarártela.
- Boludo, estoy comiendo...
- ¿Y? ¿Con quién estoy hablando? ¿Con el nuevo o con el viejo Javo?

Como si le hubiera mordido la oreja, se levantó de la silla y se les acercó. Estuvo unos cinco minutos charlando. Ellas se mostraron poco sorprendidas. Siguieron la conversación y hasta hubo dos risotadas. Y le devolvieron el "chau" amigablemente.

- Capooooooooo- le festejé sin preguntar por los resultados.
- Vienen todos los jueves a almorzar acá a la una en punto. La semana que viene le saco el tubo a la morocha.
- ¿Y la tetona?
- Me gustó más la morocha, y además me dijo que le hago acordar a Leo Sbaraglia.

Indudablemente, mi amigo (que con el pelo corto, es cierto que se parece a Leo Sbaraglia) está entrando en forma.



lunes, 26 de octubre de 2009

El Despido (II)

El caso de Marcelo

Este es un caso complejo, el empleado fue desterrado perdiendo todos sus derechos de manera violenta y transformándose en el enemigo público número uno. Proscripto como Perón en el '55. Marcelo ocupó un cargo ejecutivo durante varios años y su situación económica es una de las más holgadas de la empresa. Como suele ocurrir en esos puestos, durante mucho tiempo mantuvo controversias con varios pares, entre ellos, el presidente de la compañía (Richard).
Decidieron que sus servicios ya no eran útiles a los fines corporativos y lo echaron de un día para el otro, sin anestesia. Llegó a la oficina y no pudo loguearse, le preguntó a Javier qué pasaba y éste, casi avergonzado, le dijo que cumplió órdenes, que hable con Richard, que en ese momento estaba cazando perdices en su estancia de Entre Ríos con un Johnny. No le contestó ni uno de sus reiterados llamados. Desorientado, llamó a un par de clientes para anunciarles su desvinculación en voz alta, casi a los gritos. El resto de los empleados lo mirábamos con una mezcla de sorpresa, pena y solidaridad. Ver a un pez gordo caer en las redes de la desgracia laboral genera sensaciones controvertidas. Más aun en el caso de Marcelo, tan querido como rechazado por el vulgo oficinístico.
Unos minutos después llegó el Gerente General con una bolsita de Pharmacity. Apuesto mi sueldo a que esa bolsa contenía Rivotril o algún calmante emparentado. Se encerraron en la oficina del drogón y los gritos se escuchaban hasta la Plaza San Martín. Mediante puteadas mutuas, recriminaciones y amenazas de juicios varios nos regalaron un espectáculo amarillista y desagradable. Marcelo dio un portazo y se fue sin saludar a nadie.

Días después hablé con él y me contó la raíz del problema. Debido a su abultado esquema de comisiones, el año pasado decidieron recontratar sus servicios con una modificación consensuada, incorporando un sueldo fijo mucho más alto que el que tenía (estoy hablando de cinco cifras en dólares, por mes) sin remuneración variable, por los dos años siguientes. La interrupción del vínculo anticipada trajo un problema interpretativo. Marcelo pretendía el pago del contrato completo (24 meses) y la empresa pretendía llegar hasta el día del despido y no pagarle un peso más. Asimismo, el cálculo de la indemnización incluiría lo cobrado y no el contrato completo. La diferencia total ronda los tres cuartos de millón de dólares y las cartas documento ya están a la orden del día.

Como mencioné ayer, son muchas las variables que determinan la forma de desvincularse de un trabajo. Cuando es la empresa la que decide el final, entran en juego la historia de la relación entre el empleado y sus empleadores, las ganas del trabajador de quedarse, los modos, modismos y reacciones en el diálogo final, la posición económica del empleado antes del despido y, muy por encima de todo, el arreglo económico.


Pablo y Marcelo representan dos posiciones opuestas atravesadas por el mismo aspecto regulador: el dinero. Siempre el cochino dinero. Cochino, sí, pero como dice sabiamente Manolito, debemos admitir que cuando lo tenemos no nos ponemos a cuestionar su higiene.




domingo, 25 de octubre de 2009

El despido (I)

La entidad más temida (en la mayoría de los casos) de la vida oficinística, se hizo presente en mi trabajo hace pocos días. Dos personas fueron despedidas y me sirven de ejemplo de sendas situaciones extremas: uno se fue desterrado y el otro por la puerta grande.

Las variables que determinan en cuál de los extremos uno puede caer son varias. Tengamos en cuenta que el fin del contrato laboral en estos casos es decidido unilateralmente por el empleador, y más allá de la enorme alegría que pueda despertar en el despedido en casos excepcionales como el de Pablo, en general representa un hecho desalentador, estresante y desmoralizante, como le pasó a Marcelo.

El caso Pablo

Pablo llevaba nueve años y un mes trabajando en la oficina. Formaba parte del team administrativo de ventas junto a Mario y -al día de hoy- Andrea. Pablo es (era) un oficinista aburrido, soñador y con mucho vuelo intelectual y artístico que estudia teatro desde el '99 y ya había comenzado a presentarse con tres colegas en una sala del barrio del Abasto con su show de stand up, un espectáculo realmente divertido y muy bien armado. Pablo es uno de esos tipos que nacieron para hacer reir a los extraños pero que en confianza no despliega todo su talento, como si siguiera el camino del payaso triste que divierte a los niños.
Cuando le dieron la noticia de su despido, escuchó muy seria y atentamente las causas, consecuencias y condiciones. Me contó Cristina que pensó que le iba a agarrar un ataque de nervios. Sin embargo, al enterarse de que su indemnización incluiría

1) Todos los conceptos remunerativos sin excepción. Eso incluye el bonus anual.
2) 10 años de cómputo en el cálculo en lugar de los 9,083 (nueve y un mes).
3) Un redondeo de casi ocho mil pesos como retribución extra.
4) Cobertura médica hasta Marzo.
5) Pago del sueldo del mes (su despido fue la primera semana de Octubre), aguinaldo y vacaciones completas y su inclusión en el cálculo indemnizatorio.

una enorme sonrisa se dibujó en su rostro y empezó a consolar a Cristina y al Gerente General, expllicándoles que para él era una situación ideal, que podría dedicarse a lo que realmente le gustaba y que volvería seguido para visitar a todos y no perder el contacto (no le creo). Salió del Cuarto 101 y festejó con todo lo que se le cruzaba. Nelly se dejaba abrazar y no sabía si reirse junto a Pablo o aprovechar la ocasión para llorar por su despido.
La empresa quedó satisfecha por la ausencia de conflicto a pesar de perder una buena pieza de sus engranajes. Pablo ya consiguió dos de los tres socios necesarios para invertir gran parte de su capital en armar un mini centro cultural PROPIO en Cabrera y Gascón.
Un despido con final feliz.

Mañana les cuento el caso Marcelo.

viernes, 23 de octubre de 2009

Mi abrochadora y yo

Casi siempre empezamos bien. Todas las mañanas me ayuda a armar los legajos de documentación del día anterior, para los que tengo que abrochar varios juegos de distinta naturaleza y grosor. Hoy, por ejemplo, arrancamos bárbaro. La mano hacía su movimiento de una manera aceitada y con cadencia armoniosa.

En el quinto juego hace un ruido seco que interrumpe el romance. Se agotó el stock de cien ganchitos que lleva cada carga. Como nunca tengo una cajita a mano, le pido a Nelly que me convide. Abro la pinza, corro el resorte violento hacia atrás con una mano y con la otra introduzco la nueva carga y sigo, pero no por mucho tiempo.

Después de algunas abrochadas suaves, quiero sujetar demasiados papeles a la vez y ocurre lo peor. Esa música monótona similar al canto de una rana ("creque-creque-creque") que indica que todo está bien, deja lugar súbitamente a un sonido feo, como una tos seca de metal. El toco de papeles era demasiado gordo, un gancho quedó a mitad de camino entre su doblez y su estado originario, atrapado en la salida de la abrochadora y con otros dos que lo siguen en el enganche como si el primero fuera su líder. Con un ganchito clip trato de sacar a los sublevados pero no puedo, están muy firmemente sujetos a la MIT pinzada. Recurro a la artillería pesada, la tijera en punta. Nada. Meto y meto por el agujerito de adelante pero no logro deshacer el amotinamiento. Previsiblemente malhumorado, pido disculpas a mis compañeros por el ruido.
- ¿Qué ruido?- me pregunta Lucila.
- Este - le contesto, y empiezo a darle a la abrochadora de canto contra el escritorio hasta que se separan los dos rieles que contienen los ganchitos: el que sirve de apoyo y el que se acopla, que cuenta con ese triangulito antipático en la parte de adelante por donde siempre intento llegar a una solución lógica, razonable y negociada con el clip y la tijera, aunque la mayoría de las veces no me deje opción y me obligue a recurrir a métodos violentos.

Reparo el desastre y sigo, pero todavía me espera una parada más en este camino lleno de espinas que es la relación entre mi abrochadora y yo.
Se me traba un gancho en otro toco de papeles gordo (sí, me vuelve a pasar una y otra vez) porque, a pesar de haber previsto el hecho, no tenía ganas de ir a buscar la 21/6, pensé "Si le doy bien fuerte y seco, los abrocho con la 50". No, no pude. Las abrochadoras no son varitas mágicas, si los broches 50 no alcanzan, no alcanzan. Así de sencillo. Ahora, por vago, tengo dos problemas:
1) Se me volvieron a trabar dos ganchitos en la abrochadora.
2) También me quedó uno trabado entre los papeles, que quedaron abrochados por la mitad.
Para resolver 2) la tijera me alcanza, aunque sin querer rompí mucho papel en el vértice superior izquierdo de uno de los reportes y tuve que volver a imprimirlo. Para 1), repito los pasos anteriores, sólo que esta vez con un poco más de bronca. Y si se rompe la abrochadora o el escritorio, que se rompan. Que mi paciencia no sea la única víctima de este barullo típico de oficinista.

miércoles, 21 de octubre de 2009

Días Extraños

De mis cuatro mil y pico de días de oficina, ninguno fue más extraño que el miércoles 23 de Octubre de 1996.
A duras penas alcanzaba a naufragar en el mar del menemismo desempleador gracias a una triste pasantía en el Banco de la Ciudad de Buenos Aires, Casa Matriz. Puedo decir que -paradójicamente- esos fueron los días menos aburridos y más vertiginosos de mi carrera oficinística. Tenía muchas de las tareas más espantosas que la burocracia nos supo dar, como abrir y cerrar nepacos de metal durante todo el día para archivar en esas carpetas color ladrillo la documentación de los clientes. Sin embargo, en el año y medio que duró mi estadía en el banco, pasé por las situaciones más raras, angustiantes, desgarradoras y desopilantes que me han tocado en esta vida laboral.
Lo más destacable de esos días era lo más extraño, lo singular de algunos acontecimientos. Singular, claro está, para una vida llena de oficina. Si hay algún chamán leyendo este blog, espero sepa disculpar a este empleado fácil de sorprender.

Ese día lo extraño empezó afuera de la oficina y terminó adentro con el encadenamiento de dos situaciones extraordinarias para derrumbar mi escepticismo. A partir de ese día empecé a respetar a las Ciencias Ocultas, lo mántico y cualquier paranormalidad que pudiera darse.

La noche anterior soñé con mi maestra de primer grado del "Normal N° 11 Dr. Ricardo Levene" -tal como lo recitaba en ese entonces-: la Señorita Lili. La Señorita Lili era un amor, una montaña humana que nos sacaba miles de cabezas y nos entregaba todo su oficio y ternura como ninguna otra. Los dos años que la tuve fue una verdadera segunda mamá. A la mañana le conté a la primera mi sueño, un tanto sorprendido y un poco más conmovido por las sensaciones más vívidas que oníricas. Fui a tomar el colectivo llegando con lo justo, como siempre, y en el camino me crucé con una viejita encorvada, muy bien vestida y totalmente canosa. La miré y me miró al mismo tiempo. La reconocí enseguida, era la Señorita Lili. Hacía más de diez años que no la veía porque se jubiló cuando yo estaba en quinto grado. Emocionado, la abracé y me quedé hablando de la vida de los dos durante media hora. Me despedí y me dijo que me cuide, pero fue raro, porque sonó más a pedido que a una mera forma de decir adiós. Subí al colectivo aun conmovido por la coincidencia.
Nunca volví a verla.

Llegué al trabajo y le pedí perdón a mi jefe por la demora sin dar excusas. Acomodé mis cosas y fui directamente al baño, me sentía algo mal. (Yo desayunaba en el banco todos los días y después de un rato solía ir al baño, pero ese día fui directamente)*.De repente, en el baño, me puse a llorar. Lloré cagando. Algo realmente difícil y llamativo. Todavía ignoro el motivo por el cual me embargó el llanto, ni siquiera llegaba a estar triste y me sentía (y siento) muy lejos de poder explicar la razón de mi pesar, o lo que fuere. Me repuse y volví al escritorio.
Un rato después Víctor fue al baño con el diario abajo del brazo y a los dos minutos ocurrió la siguiente secuencia: ruido de petardo o algo similar - grito - ruido de petardo o algo similar. Todos los hombres nos desplazamos sigilosamente hacia la puerta del baño y Víctor, desde adentro, lanzó un "NOOOOOO!!!! CHE, VENGAN, VENGAN!!!!" desgarrador. Nadie entendía absolutamente nada.
Entramos todos, el baño estaba lleno. Víctor estaba bien, sólo tenía el pantalón mal abrochado, no había apretado el botón y se agarraba la punta del zapato con cara de dolor y temblando. Señaló el baño que estaba cerrado y dijo en voz muy baja "Alguien se disparó". Después de golpear dos veces, uno de los oficiales de cuenta -entrenado en artes marciales- abrió la puerta de una patada y encontramos, yacente, el cuerpo del agente de la Federal que custodiaba el edificio. Al parecer en los últimos tiempos se le había declarado un trastorno bipolar severo pero decidió abandonar su terapia porque estaba mal visto entre sus compañeros. Según pudimos inferir, antes de meter el arma en su boca intentó matarse con un tiro en la sien y falló, la bala rebotó en el techo (dejó una marca), para dar en la punta del pie de Víctor. Agujereó el diario, el zapato y le fisuró una falangeta. De todos modos, al ceder el estupor se mostraba contento porque pensaba que había hecho un buen negocio: un huesito del pie por cualquiera de la cabeza.
Durante horas pensé que Lili me había dicho que me cuidara y que después una bala perdida podría haberme lastimado, o quizás no, o quizás sí y seriamente. Y también en mi sueño y el encuentro con ella. Las "casualidades" de la vida conspirando de alguna manera misteriosa para el bien de uno mismo. Eso es bueno.
Pero entrado el anochecer de ese día agitado me percaté de un dato temporal que me paralizó el metabolismo completo: había pasado poco más de media hora entre mi llegada a la oficina y el suicido del agente, la media hora que pasé hablando con la Señorita Lili...
Esa fue la última vez que, para explicar algo, solté como primera opción de causalidad la palabra "casualidad".

*editado posteriormente. Gracias Vicky!

viernes, 16 de octubre de 2009

Lo imperdonable

Existe lo indecible, lo impensable, lo inmirable y lo imbancable. Y lo imperdonable.
Difícil lo imperdonable. Difícil porque siempre habrá alguien muy lastimado y casi siempre, un otro torturado por la culpa. Como en este caso.

Hoy llegué muy temprano y estaba Nelly. La saludé como cualquier viernes, es decir, con muy buena onda pero como si fuera un día cualquiera. Noté que se quedó a mitad de camino de algo más pero me fui corriendo al baño (aprovechando la ausencia de individuos perturbadores apagaluces) y cuando salí me la volví a cruzar -esta vez en recepción-, mientras recibía un enorme paquete de la panadería Pesce. Lancé la onomatopeya de "qué delicia" y me fui a mi escritorio a leer las repercusiones de las declaraciones de Maradona.

A los diez minutos llegó Cristina y saludó muy efusivamente a Nelly, mientras le tiraba de las orejas treinta y siete veces. Nelly se reía forzadamente y me miró durante medio segundo de reojo. Yo vi que me miró. Estaba dolida. Me olvidé de su cumpleaños.

Podría haberme olvidado de cualquier cosa. Olvidarme del cumpleaños de mi esposa seguramente hubiera sido menos doloroso porque es una situación in extremis más remontable que esta. Olvidarse del cumpleaños de Nelly es como pegarle a un bebé de seis meses un cross de derecha en la mandibulita con una manopla de tungsteno , es como empujar a un ciego al medio de la General Paz, como robarle la dentadura postiza a un viejo de 90 años cuyo único placer en la vida es comer carne. Durante unos cinco segundos quedé paralizado. Imposibilitado de reaccionar, de saludarla, de disculparme. Simplemente quedé pegado a mi silla ergonómica mirando la cerradura del cajón de mi escritorio, no porque contuviera algo especial o necesario, sino porque quedaba justo a media altura entre la vergüenza más pura y la culpa más mortificante.

Fui a saludarla cabizbajo, la abracé y en lugar de decirle el formateado "Feliz cumpleaños", le pedí perdón. No la solté hasta repetirle tantas veces mis disculpas como fue necesario hasta que sentí que casi había llegado a conseguirlo. Casi. Nelly me dijo que estaba bien, que no me preocupe, que no pasa nada, la vi reir y me calmé. Sé que no conseguí su perdón absoluto porque el dolor deja una hiancia inevitable y perpetua en casos como el de Nelly, que recuerda todas las fechas de cumpleaños de sus compañeros oficinistas, de sus cónyuges e hijos, y hasta varias de las fechas de aniversario de casados. Organiza los regalos, los festejos y la levantada de platos y tazas después de los festejos. Se preocupa por regalar algo lindo al agasajado. Siempre está para esas vicisitudes y, me guste o no celebrar algo con mis compañeros, reconozco en Nelly el carácter de factor de cohesión y calor humano que de no existir, no estaría escribiendo en Córdoba y Alem, sino desde Siberia. Es natural que pretenda que nos acordemos de su cumpleaños desde su universo de ternura e ingenuidad.

Acabo de hablar con mi esposa y me autorizó sin vacilar a comprarle un ramo de rosas que en pocos minutos traerán a la oficina a nombre de Nelly. Quizás logre un perdón asintótico (nunca absoluto), pero la culpa no se me va a ir hasta el cumpleaños del hijo de Nelly. Si recuerdo la fecha y la saludo a primera hora del día, probablemente redima mis sentimientos martirizantes.


miércoles, 14 de octubre de 2009

20 mujeres para Javier (III): Plan de acción

No quiere revancha, no quiere desquitarse ni lo quiere hacer por despecho. Lo movilizan las ganas de recuperar un tiempo que considera perdido, una mala inversión, un alto costo de oportunidad pagado en largas y cómodas cuotas. Haber estado siempre con la misma mujer, haber sido fiel a pesar de las numerosas situaciones propicias para no serlo y ser el único de sus amigos que no conoce la diversidad, le dieron el impulso necesario y suficiente para emprender esta aventura sistematizada y organizada, fiel a su estilo y profesión.

El plan es el siguiente: conocer e intimar con al menos veinte mujeres abarcando la mayor cantidad de cualidades posibles ininterrumpidamente. Jugar a ser Don Juan durante un tiempo, hasta que se canse o que conozca a alguien que lo complete. Pero la intención inicial es que ese encuentro quede supeditado a la sensación de satisfacción de esa necesidad de ser un hombre con experiencia. Preparó una lista de lugares a frecuentar y otra de cualidades femeninas que no podía dejar de cubrir.

Me mostró las dos listas para que las audite y terminé de leerlas justo cuando llegó el risotto con hongos y su sandwich de peceto con guacamole, que siempre pide cuando vamos a Gianni's. La de cualidades estaba muy completa, pero en la lista de lugares le hice unos cuantos agregados. Quedaron así:

Cualidades femeninas a explorar: flaca, gorda, alta, baja, rubia natural, rubia teñida, morocha, pelirroja, pelo corto, pelo largo, histérica, conflictuada, comehombres, fumona, rollinga, cheta, rica, pobre, intelectual, bruta, vieja, joven, casada, soltera, vuida, divorciada, tetona, extranjera, asiática, judía, católica practicante, negra y descendiente de pueblos originarios.

Lugares a frecuentar: disco de la costanera, boliche rockanrolero, Creamfields, milonga (lugar donde la gente va a bailar tango), flamenco (me costó convencerlo pero después de darle algunas estadísticas, lo logré), yoga, tenis, algún seminario de la Facultad de Cs. Sociales de la UBA, curso de cocina, grupo de autoayuda, conseguir un bar mitzvá o casamiento de la colectividad, iglesia, boliche de salsa, foros buscadores de sexo, paseos de compras, cine con charlas-debate, subte, lugar de citas express y marchas con contenido político.

La travesía comienza este fin de semana.

jueves, 8 de octubre de 2009

Mariano y Lucila (VII)

Tres meses después, Alexia expuso sus cuadros en una galería de arte en Belgrano R. Mariano recorría en soledad las obras con una copa de vino tinto Sangiovese en la mano, mientras Alexia saludaba, charlaba y volvía a saludar a las decenas de invitados que ingresaban a la galería a borbotones. Era sorprendente el poder de convocatoria de su chica, en cantidad y calidad. Muchos famosos del ambiente artístico, algunos famosos de la TV y la radio y otros personajes de la pseudofarándula, con looks posmodernos variados entre trajes a rayas, borceguíes de charol y maquillajes multicolor. Muchas risas divertidas, muchos "no-te-puedo-creer", muchos "re-divertido". Pero Mariano se estaba aburriendo.
Aprovechó para observar a Alexia a la distancia. Era hermosa. Así, entre la multitud emparejadamente diferente al mundo normal, resaltaba brillando con luz propia. Recorrió su vida amorosa y llegó a la rápida conclusión de que nunca había estado con una mujer así. La veía hablar con los demás y sentía que, armada de una sencillez indudable, estaba por encima de todos. Incluso de él. Ella era muy dulce, le cocinaba seguido, siempre estaba dispuesta a hacer el amor, lo escuchaba, lo mimaba y se divertían, pero la sensación de superioridad estaba ahí, latente. Una sensación imposible de respaldar con hechos, pero difícil de ignorar por él. Cuando estaban con gente ella era el centro de atención, hablaba mucho, decía cosas interesantes y eclipsaba cualquier intento de robo de protagonismo de la manera más natural del mundo. Su destino era ser una supernova.
Alexia hablaba con un pelado hiperlookeado, una rubia platinada de más de cincuenta con lentes oscuros que tenía cara conocida, y un gordo de traje, allá a lo lejos. En medio de la conversación cruzó su mirada con la de Mariano y le guiñó el ojo, pero siguió el curso del diálogo sin hacerle un gesto para que se acercara. Él pensó en irse temprano, se sentía incómodo con sólo imaginarse continuando la noche ahí, en un planeta tan distinto al suyo y tan herméticamente elitista. Le diría que no se sentía muy bien y que tenía que levantarse muy temprano al día siguiente para ir a la oficina, que la esperaría en casa.
Terminó de configurar la idea y una enorme alegría inundó su estado de ánimo porque por arte de magia apareció Lucila, que estaba increíblemente hermosa y lo divisó de inmediato, regalándole una sonrisa llena de sol. Pero atrás de ella entró el Senior A. Seguía con él desde aquella noche en Henry Beans sin llegar a concretar una relación seria, viéndose a lo sumo una vez por semana. Llegaron a la exposición a través de él, que conocía al merchant de Alexia. A los pocos minutos, Mariano y Lucila -tácitamente felices por la casualidad- se descostillaban de la risa y no paraban de hablar un segundo, mientras el Senior A recorría los cuadros y Alexia seguía inmersa en conversaciones cool con periodistas y críticos del rubro.
Media hora después, el Senior se fue y Lucila se quedó. Mariano la obligó a probar el Sangiovese y terminó sacándole la quinta copa de la mano para ahorrarle una resaca dolorosa. Justo a tiempo. Sin embargo, Lucila ya patinaba las y griegas. Suspiró largamente, lo miró a Mariano a los ojos y le dijo:
- Tengo ganas de ir a la cama.
- Me imagino, son las once y media, yo también tengo sueño. Te llevo a tu casa.
Se acercó a Alexia y le dijo en el oído que la esperaba en casa. Ella atinó a retenerlo, pero no demasiado.
Mariano y Lucila tomaron sus abrigos y se fueron juntos hacia la casa de ella, que quedaba a unas veinte cuadras, dejando atrás una hermosa melodía ambiental de Morcheeba.




sábado, 3 de octubre de 2009

Email equivocado (II): Vergüenza ajena

Qué sensación particular la vergüenza ajena. Durante un instante uno la siente como propia, pero al mediatizar el hecho generador, se produce un alivio egoísta que nos devuelve a la comodidad de sentirnos a salvo, confortables, en nuestro colchón de realidad libre de situaciones embarazosas.
Sin embargo, lo que le pasó a Laura me dejó suspendido en el bochorno durante mucho tiempo, aun siendo un simple observador de los hechos.

El día que Argentina quedó eliminada del Mundial de Alemania en 2006, la oficina era un hervidero. Hasta mucho después de terminado el partido nadie trabajó, excepto Laura que tenía que enviar algunos emails con informes económicos y financieros a varias oficinas de la empresa en todo el mundo. A media mañana recibí el siguiente email, que leí en el orden en que se los presento y que recomiendo seguir, para comprender (más o menos) lo que pasó por mi mente en ese momento:

De: Laura
Para: El marido de Laura (con el que tenía 3 hijos y que trabaja en la "Industria" Financiera), Richard (Presidente de la Compañía), Gerente General, Gerente de Inversiones, Gerente de Ventas, Mariano, Junior de Inversiones, un empleado de Merryl Lynch que no conozco, otro empleado de Raymond James que tampoco conozco, El Oficinista Aburrido, y unas diez personas más.
Asunto: Hola

Les mando un archivo adjunto con un pronóstico para la economía regional para lo que resta del año, es muy interesante.
Saludos





De: Carlos C... (Research analyst de la empresa, sucursal México DF)
Para: Laura
Asunto: Hola


ah, btw, te mando el informe del que te hablé ayer. Es muy completo.




De: Laura
Para: Carlos C...
Asunto: Hola


Sí, están todos como locos. a mi me duele la cabeza de preparar tantos informes últimamente. En un rato tengo que terminar el de la Industria Forestal en Brasil. No sé si llego...






De: Carlos C...
Para: Laura
Asunto: Hola

Claro!

Cómo están las cosas por allá? Imagino que estarán eufóricos con el partido, no?




De: Laura
Para: Carlos C...
Asunto: Hola

Bueno, la próxima vez vagueamos menos y trabajamos más. Te lo prometo. Pero vos prometeme aunque sea un ratito.





De: Carlos C...
Para: Laura
Asunto: Hola

Hola, Corazón. Qué lindas palabras me dices. Eres muy dulce.
Yo también pasé momentos muy agradables y placenteros, sin dudas me encantaría repetir la experiencia muchas veces más, pero... me quedó muy poco tiempo para preparar la exposición!! Estuvimos más tiempo teniendo sexo que trabajando. ;-)


De: Laura
Para: Carlos C...
Asunto: Hola

Hola Charly
Hacía muchos años que no pasaba tan lindos momentos. Me hiciste sentir cosas que tenía olvidadas, me hiciste sentir comprendida y deseada, es algo que pensé que no iba a generar en un hombre nunca más. Ahora te extraño y pienso en vos todo el tiempo. ¿Vas a venir a Buenos Aires el mes que viene? De ser así, quiero ser tu guía turística ;-)

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En resumen, reenvió una conversación erótica con un amante ocasional sin darse cuenta, e incluyó a su marido y a medio mercado de capitales entre los destinatarios.

Cuando recibí el mensaje ni lo leí, pero al rato el Gerente de Ventas me preguntó si estaba al tanto de lo que había pasado con los ojos desencajados, con la típica euforia que produce el descubrimiento de un fraude (él no la quiere mucho a Laura). Volví a mi escritorio y leí el mensaje completo, para levitar en mi estupor durante un largo rato. Hasta el gol de Ayala de cabeza, mis pensamientos estaban en el desastre familiar que explotaría por el descuido de Laura. Creo que el partido y la depresión post-eliminación la ayudaron a que el asunto pasara más desapercibido de lo que merecía...aunque hoy se sigue hablando del tema de vez en cuando.


Los tres hijos se convirtieron en cinco. No sé cómo, pero Laura remontó la situación, se debe haber disculpado con su difamado, denigrado y -a partir de ese momento- tristemente célebre esposo, y con cientos de promesas mediante, reconstruyeron el matrimonio. Carlos C. suspendió su viaje a la Argentina y un año después, Laura y su marido completaron el quinteto: tuvieron mellizos. Hoy viven en Fort McMurray, Canadá, donde él trabaja para una petrolera. Lejos de las finanzas y el calor latino.

jueves, 1 de octubre de 2009

La tarjetita magnética

Hace un par de años tuve la mala suerte de perder la tarjeta magnética que me abre las puertas de la oficina, en un hecho inusitadamente desafortunado.
Soy de llevarla colgada en esos adminículos que tienen un ganchito y un elástico para estirar la tarjeta hasta el lector. Pero yo la uso adentro del bolsillo, porque me desagrada en demasía ver a los muñecos microcéntricos luciendo con orgullo su ineludible calidad de oficinistas colgando de la cintura. Más aún cuando tienen el logo de su empleador, pero en esos caso más que desagrado, me provoca un poco de lástima.
Volviendo a lo anterior: regresaba a mi lugar de trabajo cuando, al acercarme a un kiosco para comprar unos caramelos que me pidió Nelly porque le dolía la garganta, con un movimiento torpe saqué unas monedas del bolsillo y salió despedida la tarjeta, que había sufrido la rotura de la parte plástica que la unía al adminículo mencionado ut supra. Manoteé el aire inútilmente intentando atajarla pero fue peor, porque con la yema de mi dedo mayor izquierdo la alejé un poco más de mi alcance y, como si se tratara de una comedia de enredos en la que todo lo insólito puede ocurrir, rebotó dos veces (sí, dos) en el asfalto y se fue a visitar a los primos hermanos de mis empleadores, las ratas de alcantarilla.
Cabizbajo, me registré en la recepción del edificio y entré como "Visitante", por el molinete de la izquierda.
Pero la mayor sorpresa me la llevé al contar en la oficina lo ocurrido. Le pedí a Cristina la reposición de la tarjeta y me dijo que iba a tener que pagarla yo, porque el mes pasado el cadete la había perdido y se la descontaron del sueldo. Cuarenta y tres dólares más I.V.A. Espeté una carcajada falsa y sonora que puso a Cristina con los pelos de punta. Pero los míos eran más filosos. Le expliqué que eso no iba a ocurrir, que si me tenía que registrar como visitante de ahí en adelante lo iba a hacer, que si me tenía que quedar en casa hasta considerarme despedido por no poder ingresar a mi lugar de trabajo, tenía una lista de cosas muy larga para hacer más entretenidas que venir a la oficina, y terminé diciéndole que me parecía una aberración lo que hicieron con el cadete y que iba a hablar con el Gerente General. Al escuchar esas dos palabras, mi jefa reculó y me dijo que estaba bien, que me la iban a reponer, pero que con esa actitud no iba a llegar muy lejos. Con un tono mucho más amigable y solapadamente sobrador, le dije que si yo permitía que me cobraran para entrar a mi trabajo, tampoco.
Así fue como volví a tener la llave que me abre las puertas a este manicomio, en donde los proletarios tenemos que pagar nuestros pasajes de subte, tren o bus y ahora también las tarjetas extraviadas, mientras los que más ganan tienen autos (y sus gastos) pagados por la empresa y, desde ya, no deben poner la plata de su bolsillo si pierden la reputa tarjetita magnética.


lunes, 28 de septiembre de 2009

20 mujeres para Javier (II): Decisión tomada

Su ex esposa le confirmó lo que él sospechaba: el hijo que esperaba(n) no era suyo.

Javier se separó, se mudó y se cortó el pelo. Ella se quedó con su personal trainer -padre de su hijo por nacer- y el departamento, y Javier con todos los ahorros y el auto. Se alquiló un loft en Villa Crespo que conocí ayer y me dejó perplejo por el excelente gusto al servicio del diseño interior, virtud de mi compañero que yo desconocía.

Estos tres meses estuvimos hablando mucho y terminamos de afirmar la amistad incipiente que veníamos manteniendo. Me encontré con un lindo regalo de la vida, una adquisición espiritual por demás festejable. Javier exprimió al máximo mis dotes consejeras y puedo decir, lleno de orgullo, que mis palabras constituyeron una parte importante del andamiaje que lo sostuvo y lo ayudó a salir del dolor cegador en el que estuvo inmerso sobre todo las primeras semanas.

Cuando el dolor dejó lugar al enojo, empezó a dibujarse la historia que les voy a contar y que me obligó a cambiar el título del primer post relacionado con ella.

La bronca fue el motor que impulsó a Javiercristo -apodo que le puse anoche- a resucitar a los 33 años. Bronca por haber dado tanto y quedarse con nada, bronca por dedicarle tantos años de su vida a la persona que le rompió el corazón en mil esquirlas, y bronca por haber perdido a la que hasta acá fue la única mujer de su vida.

Pero eso va a cambiar muy pronto. Javier decidió llevar a cabo un plan que le llevará tiempo y paciencia, pero ayudará a redimir su alma hecha jirones.

martes, 22 de septiembre de 2009

Oficine: La primera regla es...

...haber visto esta película antes de seguir leyendo. No sólo para evitar que los spoilers arruinen una experiencia inigualable. Verla es una obligación para todo oficinista, y para todo aquél que no haya tenido el placer de disfrutar la que para mi fue la mejor película de una década repleta de películas geniales (The Usual Suspects, Se7en, The silence of the Lambs, The Big Lebowski, The Shawshank redemption, Pulp Fiction, Reservoir dogs y muchas, muchas más).

Anoche vi Fight Club (1999) por enésima vez. Una oda a la esperanza disfrazada de terrorismo, sangre y locura. Un canto a la vida oficinística, una ventana que llena de aire y luz el mundo esclavista del trabajo moderno que transcurre en boxes de paredes de durlock, ruidos de teléfonos y jefes idiotas funcionales a los intereses de otros, que nos recompensa con la posibilidad de pagar los gastos cotidianos que la vida nos demanda y, a los más afortunados, con la chance de saciar la sed de consumo ciego, fútil y automatizado.

La oficina mostrada en la película es como cualquiera y, si bien son varios los tramos que transcurren allí, no podemos (ni necesitamos) saber más de ella que lo poco que nos muestran. Un jefe tóxico y molesto (como todos), una política corporativa infame y delincuente, reuniones irrisorias y corbatas al pedo. Sin embargo, a diferencia de la vida misma, muchas cosas interesantes ocurren en ella. El curso de la relación entre el jefe y el protagonista no tiene desperdicio y despierta en mí las fantasías más deliciosas vinculadas a mi vida laboral.

Y ya que lo nombré, pasemos al protagonista. Edward Norton encarna a un oficinista triste, insomne, flaco, desgarbado y con poca onda que trabaja en una compañía de seguros. Nunca sabemos su nombre, es un NN, un don nadie, un solitario devorador de catálogos que para poder dormir recurre al dolor ajeno. Y en ese ámbito conoce a Marla, una perfecta desquiciada, una hermosa desequilibrada mental -aunque en el devenir de la historia nos vamos enterando que está menos "loca" de lo que parecía- que se enamora del NN...o no. Porque en realidad, se enamora de la personalidad oculta del protagonista.

Y ya que lo nombré, hablemos de Tyler Durden. Me gustaría saber qué oficinista no quisiera ser Tyler Durden. No "como Tyler Durden" sino Tyler Durden mismo. Diametralmente opuesto al oficinista tipo (y sobre todo al representado por Norton), Tyler es un anarquista pragmático hasta la médula ósea, habitante de una casa en ruinas, repleto de facha (Brad Pitt en su máximo esplendor), de onda, de inteligencia y de conocimientos "macgyverianos" que, esquizofrenia mediante, transformarán la vida del protagonista en un cuento digno de convertirse en fundador de la Nueva Mitología Occidental. El objetivo de Tyler no es el club (que dicho sea de paso, se llena de "white-collar workers") ni la pelea en sí misma: es dar una lección de vida al mundo, despertar a las almas dormidas pero sin sueños que pueblan el planeta sin entender demasiado qué pasa en él, o peor aún, que entienden pero no les importa o se sienten a gusto sin que nada les haga ruido. Y de paso, darle una buena patada en la ingle al sistema. Ahí donde más duele, pero despacio, de menor a mayor.

Cientos de Fight Clubs fueron formados en todo el mundo a partir de la película. Supe de uno en Villa del Parque, sobre la avenida Nazca, donde ahora funciona una perfumería. Luego de producirse la muerte de uno de sus miembros en pleno combate, el club se desarmó. Una pena, quizás perdimos la oportunidad de vivir el comienzo de una verdadera revolución de la mano de un Tyler Durden latinoamericano. De todos modos, no pierdo las esperanzas de encontrarme algún día con un oficinista que me muestre los dientes llenos de sangre e intente entablar una pelea en plena calle conmigo, para dejarse perder.

"La publicidad nos hace desear coches y ropas, tenemos empleos que odiamos para comprar mierda que no necesitamos. Somos los hijos malditos de la historia, desarraigados y sin objetivos. No hemos sufrido una gran guerra, ni una depresión. Nuestra guerra es la guerra espiritual, nuestra gran depresión es nuestra vida. Crecimos con la televisión que nos hizo creer que algún día seriamos millonarios, dioses del cine o estrellas del rock, pero no lo seremos y poco a poco nos hemos dado cuenta y estamos, muy, muy enojados."
NN/TD




viernes, 18 de septiembre de 2009

Cómo convertir un viernes lluvioso en El Día Perfecto

1) Llamar a la oficina inventando una buena excusa para quedarme en casa.

2) Desayunar despacio, escuchando la radio.

3) Recorrer todos los blogs de mi gusto.

4) Jugar una partida de poker en facebook.

5) Poner de fondo algunos sets de Aphann y Bracco.

6) Almorzar comida china.

7) Dormir una buena siesta.

8) Esperar a mi mujer con una merienda suculenta.

9) Ver el partido a las 19 hs. (en duda, alto riesgo de arruinar todo)

10) Preparar un rico plato de pastas con salsa preparada por mí.

11) Ver una buena película (¿recomendaciones?).

12) Sexo y arrumacos con mi amada.

13) Cucharita ininterrumpida hasta mañana a la mañana.

bonus track: mechar las actividades con la reproducción de un tema ideal para el día de hoy:

lunes, 14 de septiembre de 2009

Aumentito de sueldo

Está bien. Hoy voy a mostrarme agradecido y, recostado por un rato en mi faceta hipócrita (la misma que despliego todos los días para no mandarte a la mierda), satisfecho por este aumento de sueldo que demoró más de la cuenta, como siempre.
Llegó tarde, porque la inflación ya me comió una suculenta porción de la remuneración durante nueve meses. Y además de llegar tarde vino diezmada, porque usaste el índice oficial para ajustar mi salario, ese mismo índice que te la pasás criticando a diestra y siniestra por mentiroso. Mentiroso para lo que te conviene. Porque -pijotero viejo- recortás gastos de la cuenta "Staff Welfare" y nos quedamos sin galletitas: "aumenta todo un treinta por ciento anual", dijiste. Pero ver el mismo incremento en mi recibo de sueldo es una quimera.
Encima tengo que escucharte decir que mi aumento responde sólo a la suba del costo de vida, que no es una recompensa por el rendimiento laboral. Vaya motivación. Y cuando -muerte de obispo mediante- se te ocurre que trabajé bien y lo merezco, me decís que a partir de ese momento mi compromiso con el trabajo debe ser mayor. ¿Qué me estás dando: un premio o un castigo?
Voy a tener que seguir soportando estoica y silenciosamente (y muy a mi pesar) que los piratas de mierda que tenés de jefes te aprueben el cambio de auto cuando a vos se te ocurre, mientras tu personal se va volviendo más pobre y en muchos casos, practica malabarismo ecónomo para que el sueldo le dure hasta fin de mes. Y seguiré aguantando que te hagas el pelotudo como si nadie supiera que el mes pasado te compraron un Jaguar de ochenta mil dólares, a pesar de que el Mercedes que tenías estaba en perfectas condiciones y no había cumplido ni dos años en la calle. Por el bien de mi economía, seguiré tolerando tu cinismo berreta y tilingo. Porque así sos vos: tan berreta que te vas a Santa Teresita todos los años a pesar de tus cuentas en Suiza, Islas Mauricio y Luxemburgo, y tan tilingo que decís que no te interesa ir a otro lado, porque para ir a Europa están los viajes de negocios.
Así te manejás siempre. Así de falso, así de mentiroso, así de ventajero. Así de turro. Así te odia todo tu personal, así te ningunean tus colegas, así te desprecia por la espalda toda la oficina. Así te van a decir un día, muy pronto y como lo hacen cada cinco años con cada Gerente General que ocupó tu oficina con ventanal al río, que la empresa ya no te necesita.
Y mi risa va a escucharse acá, en Europa, y en tu puto chalet de Santa Teresita.

martes, 8 de septiembre de 2009

Casamiento

Ernesto se casó y decidió invitar a toda la oficina con parejas incluídas. Nuevamente fuimos todos, excepto Richard, que como ya había mencionado en otro post, no se mezcla con la plebe.

Primero la Iglesia. Muchos pseudoernestos y pseudoernestas de todas las edades, nos miraban con cara de "hola, soy pariente de Ernesto", nosotros desviábamos la mirada justo en el momento de producirse el contacto visual, para evitar el a veces molesto "hola qué tal, soy compañero de Ernesto de la oficina, soy un oficinista", "ah, hola, soy pariente de Ernesto", "pero si ya me di cuenta, Señora, con la cara de Ernesto que tiene"....

Muchos de nosotros conocimos a la Sra. Ernesto en el momento de ingresar blanca y radiante al sagrado recinto. La mayoría, sorprendidos por su belleza. Es que Ernesto no es una persona muy agraciada en lo que concierne a la belleza facial...es un culo, para ser sincero. Pero es un buen tipo y por lo que se ve, muy familiero. La Sra. Ernesto se ve realmente feliz y emocionada. El cura le dice Isabel, así es que deja de ser la Sra. Ernesto. Hay lluvia de arroz, como debe haber ocurrido en el civil. De nosotros, sólo Nelly se amontona entre los ernestos y los isabelos para arrojar cereales a los festejantes. Dice que trae suerte. Nos vamos en caravana al salón, que queda en la otra punta de Berazategui.

Mario llega detrás mío, puteando a la clase obrera residente en la zona porque se había perdido. Como si ellos tuvieran la culpa de que él se separara de la caravana para llegar más rápido...

Nos dieron dos mesas muy cerca de la principal, lo cual me pone muy incómodo. Ernesto nos dispensa un trato preferencial, mucho mejor que el que le da a los ernestos e isabelos, que son como ciento veinte. Mis colegas hablan estupideces, mi jefa cuenta que para el cumpleaños de su hija mayor quiso contratatar al mago Kakarulo pero no pudo porque le quería cobrar mil ochocientos pesos por quince minutos de ilusionismo. Le parecía una barbaridad. Y que en el casmiento de su mejor amiga estuvo el grupo Manhattan (pronúnciese Mn'jt'n) que cobra seis mil pesos por show. Re divino. Me importa un rábano sin cáscara, mamerta. Le digo a mi compañera que a la vuelta va a tener que manejar ella, que decidí ponerme en pedo.

La entrada es increíble, un vitel toné por el que no daba dos mangos, pero como estaba un poco famélico decidí probarlo. Terminé comiendo el mío, el de mi mujer, el de Nelly y el de Cristina. Ellas se lo perdieron.

Primera tanda de música. Mis estúpidas compañeras oficinistas se ponen a bailar como si tuvieran mucha onda, bordeando lo sexy, lo canchero y lo divertido. Ni se gasten, chicas. Yo las veo todos los días en la oficina, ustedes no son sexies, no son cancheras y por sobre todas las cosas, son aburridísimas. Termina Funkytown y nos sentamos.

Antes del plato principal, el momento emotivo. Los novios agradecen a todos y van llamando un representante de cada mesa. En las de los bananas microcéntricos se produce un silencio atroz y el nivel de tensión aumenta, porque nadie esperaba esto. Ernesto elige a Mariano, de mi mesa, y a Javo (su jefe), de la otra. Respiro aliviado mientras piden que cada uno de los 19 representates diga unas palabras breves. Dos Ernestos y tres isabelos se pasan de rosca y el momento emotivo dura exactamente 63 minutos. Menos mal que me me había clavado cuatro viteles. El plato principal es un pollo con una salsa marrón parecida al demi glace, pero no es. Está riquísimo y me como dos platos, el segundo no sé de quién era. Paralelamente le pido al mozo otra botella de Carcassone.

La siguiente tanda de música me revolvió todo el vitel toné. Arrancó con soportables aunque un poco aceleradas versiones de Provócame, No culpes a la noche, Ahora te puedes marchar y La gota fría con Moralito a la cabeza. Seguimos con Los Wawancó y Los Palmeras, y todo está bien. Pero enseguida arrancó un maxibloque de setevelatangas, de zarpalelalatas, de labarandaalechequelargases y un montón de guarradas más que en ese momento me provocan un poco de vergüenza, más que nada por los ernestitos e isabelitos que se enredan entre las piernas de los más grandes, esos que no paran de bailar y agitar los brazos a puro ritmo tropical...del Trópico de González Catán. Mi zona cerebral aburguesada me putea por haberla llevado a ese casamiento.

El vals. Sólo Nelly se acerca a bailar con Ernesto. Después obliga a Gabriel -su marido- a sacar a Isabel, que queda atrapada entre sus brazos mientras él le aclara al oído su identidad. Isabel le dice que sí con la cabeza e inmediatamente busca socorro en el primer pseudoernesto que se le cruza porque además de no conocerlo, Gabriel la pisó dos veces.

Momento de las sorpresas para los novios, preparadas por los felices y regordetes consuegros.

Primer acto: el mago Kakarulo.
Mi jefa me saca el Carcassone y se llena la copa. El espectáculo dura media hora y es un éxito total. Los ernestitos e isabelitos deliran.

Se hace una pausa de diez minutos con música de Kenny G. de fondo.

Llega el segundo acto: el grupo Manhattan (pronúnciese Mn'jt'n). Mi jefa va corriendo al baño. Todos bailan y todos cantan como en el Puente de Avignon. Así me gusta a mi.

Elijo seguir en pedo y descarto la diluyente glucosa en exceso que se ve sin necesidad de microscopio en las dos toneladas de crema chantilly que tiene la torta. La mesa dulce tiene muchos panqueques y helado. Varios oficinistas arman un blitzkrieg contra la mesa y se llevan platos combinados. Mario tiene los ojos rojos y medio achinados y no para de comer.

Carnaval carioca. Esta es la parte de la fiesta que me genera más ambivalencia. A veces me prendo, a veces me dan ganas de agarrar el matafuegos y rociarlos al grito de "¡la fiesta de la espuma, hijos de puta!". En este caso me quedo frente al Carcassone, mientras mi compañera me mira con cara de vamos. Veo a Nelly derrapando en la cola del trencito. Pasa la Lambada y cuando escucho lo primeros acordes de Samba de Janeiro, decido que es hora de irme.

Abrazo al novio, abrazo a la novia. Que sean muy felices y tengan muchos hijos, pero que ninguno sea oficinista.


miércoles, 2 de septiembre de 2009

Mariano y Lucila (VI)

Una vez que hicieron las paces, la relación entre Mariano y Lucila tomó un rumbo diferente. Ella ya no le contaba cada detalle de sus dichas y desdichas, Mariano compartió más información sobre sus cosas, su familia, sus estudios, su odio creciente hacia la oficina y su trabajo y, muy de vez en cuando, mencionaba que con Alexia estaba todo bien. Muy bien, a lo sumo. De eso, con Lucila, mucho no hablaba. Podría decirse que la amistad se había recompuesto, a pesar de no haber vuelto al nivel de antes de la pelea y de que un nuevo ingrediente se incorporaría a la relación. Un ingrediente picante utilizado a partir del último after que celebramos en Henry J. Beans, el otrora paraíso del oficinista microcéntrico.

Esa noche toda la oficina -incluyéndome- se hizo presente en el pub. No había un motivo en particular, ni despedidas, ni bienvenidas, ni cumpleaños ni nada. Sólo había ganas de divertirse y embriagarse. Sobre todo de embriagarse. A las 2 AM yo ya estaba vomitando en los jardines de ATC, no sé ni cómo llegué hasta allí y a duras penas recuerdo que alguien (no sabía quien) me subió a un taxi que me llevó hasta mi casa por el doble de la tarifa, debido al olor que había dejado impregnado en el asiento trasero. Pagué sin chistar y al día siguiente no fui a trabajar.

Antes de mi patético final, nos tomamos con Mariano tres shots de tequila consecutivos, sin mediar limón ni sal. Él no tomó más, porque ya tenía suficiente. Rió, charló con unas turistas letonas de un metro ochenta y pico y luego de unas horas, cuando ya estaba pensando en volver a casa, el DJ hizo sonar el tema preferido de Lucila (Mariano no lo sabía) que para ese entonces podría decirse que era un "nuevo oldie": Sing it Back, de Moloko. Lucila, que también había participado de la ingesta global de alcohol, levantó los brazos y empezó a bailar sola, con los ojos cerrados, meneando todo su cuerpo tan sensualmente que los hombres de su entorno casual hicieron una ronda a su alrededor, para mirarla. Uno de ellos, irremediable oficinista de línea media de algún estudio contable grande, puso su cuerpo junto al de ella intentando acompañar sus movimientos oscilantes en tres D. Lucila bailó con él unos segundos, ante la mirada atónita de todos sus compañeros. Mariano no podía creer lo que veía. Tal era su asombro que cuando Lucila lo descubrió observándola, dejó momentáneamente al Senior A para seguir su coreografía encastrada al cuerpo de él. Gonzalo, Jorge, Mario y el resto aullaron al unísono. Mientras tanto, Mariano parecía una gárgola, su sistema nervioso había colapsado y por más que lo intentara, no podía seguir el ritmo de Lucila, que continuaba bailando mirándolo a los ojos. Ante la falta de reciprocidad volvió con el otro y, esta vez al son de "Lady" le guiñó un ojo a Mariano, que no podía sacarle los suyos de encima.
Media hora después, Lucila se fue con el Senior. Y Mariano, Hiroshima Interno, se tomó un taxi y se fue a su casa.

Con Alexia habían alquilado un hermoso departamento de tres ambientes en el Boulevard Chenault del barrio porteño de Las Cañitas. En el cuarto vacío Alexia armó su atelier, aprovechando la luz que el enorme ventanal dejaba entrar durante todo el día. Mariano abrió la puerta, aún levemente beodo, la vio sentada en el sillón a media luz y con la TV encendida en I-SAT, que estaba proyectando Perversa luna de hiel, de Roman Polanski. La imagen de la pantalla se reflejaba en sus pequeñas gafas y tenía el cabello recogido en un rodete. Llevaba puesto un pantalón de jogging y un buzo muy viejo de Mariano, con la inscripción "Colegio Nacional de Buenos Aires". Sin saludarla, la tomó de la mano y la llevó a la habitación para tener sexo hasta las cinco de la mañana.
Al día siguiente, Mariano tampoco fue a la oficina.