jueves, 29 de enero de 2009

Bromas Saladas (I)

Podrán decir lo que quieran, pero nada puede hacer sentir a un hombre más indefenso que estar con los pantalones bajos en un baño en penumbras.

Empecemos por dejar en claro que tener que ir a un baño que no tiene bidet es una situación que me deja en desventaja el resto del día, por más que use siete metros de papel higiénico. Además, para agriar más aun mis sensaciones y sentimientos, a pocos metros de distancia hay un hermoso baño compartimentado y con todos los sanitarios que DEBE tener un baño, incluyendo el bidet, pero no lo puedo usar porque es el baño ejecutivo, sólo apto para culos millonarios… a veces tengo ganas de hacer la gran George Constanza y renunciar sólo porque no puedo usar el baño ejecutivo, como él lo hace en este capítulo de la serie Seinfeld. Me quedo en el molde porque este mes aumenta el seguro del auto, pero voy a sumar el item “imposición del no-uso del baño con bidet” a mi larga lista de motivos para renunciar.

Hecha la aclaración, paso a comentar lo que me sucedió ayer, en vísperas del cierre de la jornada:
El baño obrero, destinado a las necesidades excretoras de los treinta y pico de hombres que trabajamos en el piso 12 de esta torre, cuenta con cuatro urinarios, dos pequeños “boxes” con sendos inodoros -los cuales suelen romperse/taparse entre dos y tres veces por semana- y ¡cuatro! lavabos. Ni una ventana. Los boxes de los baños tienen una puerta que no llega a diez centímetros del piso y de esta manera, si alguien se tirara cuerpo a tierra, lograría ver los zapatos de aquél que estuviera haciendo uso del inodoro sin que el otro se enterase, ya que es imposible ver hacia afuera del box: las rodillas del cagante siempre quedan pegadas a la puerta sin dejar la más mínima posibilidad de ver quién o qué está pasando más allá de ese espacio liliputense.
Luego de almorzar un suculento pollo al curry y algo nervioso por la ausencia de un compañero de trabajo al cual tuve que cubrir, no me quedó más remedio que eliminar un poco de peso. Cuando me dirigía hacia el baño obrero me paró Mario, un administrativo de ventas caracterizado por hacer bromas y tener siempre un excelente y envidiable buen humor. Me preguntó si iba a la oficina de la Gerenta Administrativa, única parada posible entre su escritorio y el baño…

- No, por?
- Por nada, olvidate…
- No, dale, decime.
- No, no, en serio, andá tranquilo.

Lo dejé atrás y rápidamente me metí en el único box que ese día reunía las tres condiciones básicas para su uso: tenía papel, funcionaba la mochila y estaba desocupado.
Apenas comencé con la cuestión, sentí que alguien entró al baño y no se dirigió ni a los urinarios, ni al box contiguo, ni a los lavabos. La persona abrió la puerta, dio dos pasos y no supe nada más. Si hizo algún otro movimiento no me enteré. Durante unos segundos me quedé inmóvil intentando percibir alguna señal de vida o muerte. Nada. “¿Se fue? ¿Se quedó? ¡Se…¡Se apagó la luz! ¿Por qué? ¿QUÉ PASÓ? ¿QUÉ..." Zozobré. Comprobé que me había olvidado el celular en el escritorio…estaba perdido. Cualquier cosa podría pasarme, que apareciera un fantasma, que saliera una mano de adentro del inodoro, que abrieran la puerta y entre varios me sacaran del baño así, con los lienzos por los tobillos y el culo sucio…“Serenate...serenate.”, me dije. Dejé pasar unos instantes respirando hondo (no fue nada agradable hacer eso en el baño), logré bajar las pulsaciones y tomé conciencia de que mi situación no era tan grave. Sólo tenía que terminar mi faena, desenrollar el papel, limpiarme lo mejor posible, apretar el botón de la mochila –que estaba a mano-, subirme el pantalón y listo, el interruptor ya estaría a mi alcance. Serían entre tres y cinco minutos. Procedí paso a paso sin tener la suerte de que alguien entrara al baño y me diera un respiro encendiendo la luz, pero de todos modos lo logré.
Asimilé los hechos: había sido víctima de una típica broma de oficina. El muy hijo de puta sólo vino para apagarme la luz y dejarme a oscuras, sin un micronésimo fotón, aprovechando la estupidez, falta de sentido común, necedad, sandez y todo calificativo afín de los imbéciles que construyeron el baño obrero, que no tuvieron mejor idea que poner la única llave de luz fuera del alcance del cagante, bien lejos del box.


Me quedaba un pequeño objetivo por cumplir: pasar lo más inadvertido posible por la zona de Mario y sus cómplices; no me cabía duda alguna de que había compartido su hazaña humorística con su séquito de amigos-víctimas ocasionales.
Estaban todos serios, pseudoconcentrados con la vista fija en el monitor de sus pc’s. Cuando estaba por salir de su radio de cobertura llegué a escuchar el pequeño escape de una carcajada aguantada pero no me di vuelta, no me hice cargo. Todos sabíamos lo que había pasado y en esos casos es mejor hacerse el desentendido, por lo menos hasta que la revancha tuviera su lugar y en ese caso, de ser necesario, invocar el acontecimiento sufrido para equiparar posiciones.

Para eso tendré que esperar unos días, pero voy a llevar adelante una hermosa venganza con la ayuda de Nadia. Será terrible y mucho más efectiva, porque a diferencia de Mario, yo voy a presenciarla y voy a disfrutar de su cara al verla consumada.

lunes, 26 de enero de 2009

El Día de la Bestia

El lunes es, sin lugar a dudas y genéricamente hablando, el día más aberrante de los siete de la semana. Es el día en el que todos los oficinistas aburridos sin darnos cuenta sufrimos la muerte de una parte de nuestro tejido anímico conformado por células que no se regenerarán jamás, aun si tenemos la suerte -cuatro días después- de vivir un Viernes (con mayúsculas) de ensueño.

Reconozco que no la tiene fácil el lunes, no sólo carga con el pitazo final del continuo devenir de las horas maravillosas del fin de semana, sino también con su posición más (y muy) alejada del próximo oasis semanal. Hubo intentos de algún argentino lunéfilo que craneó el traspaso a los lunes de los feriados que caen en cualquier día, algunos dicen que se hizo para fomentar el turismo, quizás otros digan que fue un intento desesperado de salvar la reputación de este día maldito dándole algunas chances de compartir la condena con los martes. De todos modos no lo lograron, el lunes es el día más abominable y nada va a cambiar hasta que no se decrete que el fin de semana tenga tres días…y que no le den el premio al Viernes, así democratizamos la cosa un poco. Si ese milagro ocurriera, este post sería editado y dónde dice “lunes” pasaría a decir “martes”. Pero todo sería parecido.

Es muy, muy difícil que el lunes sea un lindo día para el oficinista. Sólo si antes del mediodía ocurre un hecho fortuito con una alta carga de alegría se puede revertir su efecto demoledor, porque en general el lunes es el día en el que los jefes tóxicos* suelen darnos más trabajo, más aburrido y más urgente; también podemos experimentar otro tipo de tormentos tales como prolongadas, tediosas e infructuosas reuniones que finalizan después del límite de nuestro horario laboral o en el mejor de los casos hacernos perder nuestras horas de almuerzo. Puede ocurrir que cada tanto nos llegue un email de RRHH con una encuesta de carácter obligatorio para contestar en el día, y ese día va a ser el lunes. El lunes es también el día predilecto para el acontecer de todos los problemas tecnológicos que puedan manifestarse en la vida del oficinista: la caída del teléfono celular en el mingitorio, un repentino apagón que nos deje sin computadora y sin planilla de excel o documento de word que no habían sido salvados luego de hacerles algún cambio fundamental, o una mancha venenosa de tonner de fotocopiadora en la camisa blanca debido al estúpido y desesperado intento de hacer que el cartucho dure un poquito más…como si lo pagáramos nosotros.

El oficinista se enfrenta con su gris realidad laboral todos los días hábiles durante todo el año, pero de todos ellos el peor, el más repugnante, odioso y deprimente es definitivamente el lunes, porque esconde una sensación de derrota inigualable, de la que no todos somos concientes. Para entenderla mejor: ¿No les pasa que el viernes llegan a la oficina con actitud de “vine porque quise…agradezcan que no me quedé en mi casa, señores: HOY ES VIERNES!!!”, mientras que el lunes van a la oficina porque tienen que hacerlo, porque no les queda otra y porque lisa y llanamente están obligados? Y debe ser así, porque el Viernes es Santo y no nos importa ir a la oficina. Pero el lunes….Dios mío…el lunes es el día de la bestia.

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Seguramente volveré a subir una entrada esta semana ya que la idea es ordenarlas de tal manera que se institucionalicen lunes y jueves como los días del oficinista aburrido. Ahora me espera una adorable tarea: voy a completar mis objetivos laborales para el año 2009 porque recién me avisaron que tengo el formulario incompleto y el “due date” es hoy, lunes.



*jefes tóxicos: incluyo en este grupo de gente despreciable a los malhumorados permanentes, los maltratadores, los que se apropian del buen trabajo de sus subordinados, los que quieren caer bien y son unos estúpidos, los que acosan, los que gritan, los que se tiran pedos con ruido y sin pudor y los que pagan mal.

jueves, 22 de enero de 2009

Si no estuviera acá...

Hoy estoy más aburrido que ayer, pero menos que mañana. Para que el segundero de mi reloj pulsera no me taladre más el cerebro, decidí concentrarme en una activdad recreativa, creativa y esperanzadora. Me armé una agenda de actividades que llevaría cabo de no tener que aburrirme diariamente en la oficina. Además, esta agenda me vendría muy bien en el supuesto caso de un despido inesperado. Uno de los peores escenarios frente a un despido es no saber qué cuernos hacer con tanto tiempo disponible, por eso es recomendable estar bien preparado.
Cuando terminé mi agenda, el entusiasmo fue tan grande que estuve a punto de ir a la oficina del gerente a presentar mi renuncia indeclinable.
Me frenó Adela, la recepcionista, para darme un fax. El mismo consistía en un requerimiento urgente de la Comisión Nacional de Valores, para el cual YO debía pedir a la empresa que contratamos para el archivo y guardado de documentación vieja que nos mande por lo menos unas nueve cajas, y luego YO tendría que ponerme a buscar fina y delicadamente veintiséis comprobantes de no importa qué mierda para volver a presentárselos a los perros burócratas de la CNV (porque eran comprobantes de una presentación en dicho organismo, justamente).
Como si un viento huracanado de aire caliente me hubiera pegado de frente y en la frente, volví abrumado a mi escritorio abandonando toda intención de patear el tablero renunciando indeclinablemente con bajada de pantalón y muestra de cachas al gerente incluídos, para emprender mi proyecto ad hoc digno de ser envidiado por gente con laburos horribles como los científicos de la NASA o los cronistas de la noche ibicenca.
Pero no. No me voy a dejar vencer tan fácilmente. Si tengo la astronómica voluntad de soportar este trabajo insportablemente soporífero, no puedo dejarme vencer por un fax. A veces es razonable llegar a un punto medio, una solución de compromiso.
No voy a renunciar a mi tedio laboral, pero a cambio rearmé mi agenda de desocupado para levantar la frente y el ánimo y soñar con el día en que pueda llevarla a cabo.
De las nueve horas que trabajo acá, seis de ellas y diecisiete minutos (en promedio, según mis cálculos tayloristas) son robados a mi vida por el mundo corporativo sin que nadie saque rédito alguno, sencillamente porque durante ese lapso temporal me rasco el guindado a diestra y siniestra. Si yo pudiera, si yo lograra, si yo conquistara esas horas para mi, viniendo sólo 3 horas por día a aburrirme acá (redondeo a favor de ellos porque soy un tipo razonable), dispondría de unas ciento veintiséis (126) horas mensuales para el cultivo de mi espíritu y de mi cuerpo, ya que son seis horas libres por veintiún días mensuales, poco más, poco menos y contando los feriados. De esta manera, mi vida contaría con el siguiente plus de actividades mensuales:

- ocho horas más de sexo (incluyendo momentos autoeróticos)
- cuarenta y dos horas para actividad física (gym/correr + tenis/fútbol)
- doce horas más de lectura
- dieciséis horas más de cine y tv
- ocho horas más para hacer asados
- seis horas más para visitar a algún miembro de mi familia
- once horas más para ver a mis amigos
- cinco horas más para el cuidado de mis plantas
- dieciocho horas más para dormir la siesta.

Es cierto que algunas de estas actividades podrían combinarse, por ejemplo,invitando a amigos o familiares a comer mis asados, jugando con ellos al fútbol o al tenis o incluso yendo al cine. En ese caso, las horas sobrantes serían proporcionalmente redistribuídas entre el resto de los ítems enumerados...y la vida sería definitivamente bella.

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Releo la lista y dudo seriamente si hacerla fue una buena idea. Ver tan claramente todo lo que me estoy perdiendo por venir a aburrirme acá me deprime un poquito…más.

miércoles, 21 de enero de 2009

Arranque

Miércoles, mediodía microcéntrico. Mitad de la semana laboral. Mitad del embole diario.
Tengo que hacer algo para paliar este tormento cotidiano que transforma mis días en un lamento boliviano.

El nombre del blog iba a ser "El contador aburrido", dada mi profesión y mi estado de ánimo constante en este trabajo. Pero pensándolo mejor y a riesgo de ser acusado de plagio, decidí llamarlo "oficinista" porque creo que la carga de esa palabra lo incluye todo. Si en un test psicotécnico me pidieran que identificara una palabra con el color gris plomo, elegiría "oficinista" sin hesitar un segundo. No se me ocurre algo más absurdamente embolante que ser oficinista. Si sos oficinista, cagaste. Sea cual fuere tu ocupación, verbigracia recepcionista, archivador, data entry, IT, liquidador de sueldos, telemarketer, contable, ejecutivo de cuentas o asistente del Gerente General. Estás al horno: sos oficinista, tu trabajo apesta de olor a aburrimiento.
Lo de "aburrido" en el nombre del blog podría interpretarse de dos maneras:
1) que soy un tipo que aburre a los demás
2) que soy un tipo que SE aburre, que no se divierte.
Mi intención original es el sentido del verbo reflexivo (aburrirse), aunque quizás alguno podría decir que ambas son verdaderas...al fin y al cabo, soy contador y los arquetipos siempre tienen algo de cierto.

Todo sería más fácil sin los estúpidamente opresivos términos de la política de accesibilidad a internet de esta anodina empresa. Si al menos pudiera ver videos en youtube, sitios porno o de chismes, la cosa sería diferente...Pero no me dejan.
Así es que trataré de plasmar acá los hechos más destacables de esta vida plagada de hechos no destacables. Quizás logre de esta manera resignificar estas nueve horas y pase a ser algún día un oficinista divertido.