martes, 3 de agosto de 2010

El universo paralelo

Desde la renuncia, mi realidad psíquica quedó bifurcada. Por un lado está la vida misma, la realidad propiamente dicha que sigue el nuevo camino: me levanto después de las 9, desayuno tranquilo escuchando la radio, salgo a pasear con P. Tinto encarando el frío soleado de Parque Chas, decido no afeitarme y bañarme cerca del mediodía, me tomo una segunda ronda de mate y, a la par de estas actividades relajadas y libertarias, me pellizco para estar seguro de que todo esto está ocurriendo. Soy Adrián. Adrián Nirón. Tal mi verdadero nombre.
En el otro camino (piensen en la recta dividida de Emmet Brown en Volver al Futuro II) la inercia me juega una mala pasada: haciéndome pensar en la oficina, en lo que tengo que ir a resolver la semana que viene como prometí, produciendo un efímera presión pectoral al pensar en ir corriendo a tomar el subte, en saludar a las caras de culo de siempre, en hablar de las mismas boludeces de todos los días, en escuchar quién quedó sentenciado en el programa de Tinelli, en caretear mi ideología la mitad de las veces, en obedecer normas y órdenes idiotas y de idiotas. En pasar la mitad de mi vigilia encerrado en esas cuatro paredes para cobrar un sueldo y colaborar con el llenado de bolsillos de los piratas de guante blanco, que se la llevan toda a alguna isla británica de las Antillas. Soy el Oficinista Aburrido.


Los sueños también están aún atrapados en la vida oficinística. Anoche volví a ser contratado por el Gerente General como cobrador de la empresa pero me dejaban ir a trabajar en shorts y ojotas. Hasta en sueños sus medidas son ridículas.
¿Cuánto tardaré en desprender de mi realidad los vestigios y sensaciones de esa vida vivida tanto tiempo? Supongo que sería lógico que me lleve unos meses, quizás varios. Varios más de lo que me gustaría. Pero no me importa. La clave está en aferrarme firmemente a esos pequeños detalles que diferencian mi presente del pasado inmediato, disfrutar de cada cosa que ayer no podía y hoy sí. Por ejemplo, escribir esta entrada desde mi casa.

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No quiero dejar de agradecer los mensajes de los últimos posts, fueron muy reconfortantes, emotivos, cálidos y sorprendentes (ej: Connie...¿por qué te escondiste tanto tiempo?). Todos son muy valorados y me hicieron pensar en continuar con la escritura. Debo decir que me cuesta pensar en hacerlo, siempre consideré que el encierro era la nafta para el motor de mi máquina literaria. ¿Sobre qué escribir de ahora en más? Tendré que tomarme un tiempo para pensarlo.
Pero creo que vale la pena. Total -ahora- tiempo es lo que me sobra.


viernes, 30 de julio de 2010

Como el ave que escapó de su prisión, y puede al fin volar

Lo hice.

El llanto aniñado de Nelly -presente cada vez que la empresa pierde una pieza- es una bofetada de realidad e irreversibilidad. Lo hice y no hay marcha atrás. Renuncié. Me voy. No soy más oficinista.

No sé bien qué soy ahora. Emprendedor, cuentapropista...algo así. No tengo oficina, es un trabajo más bien nómada. Tengo que ir a comprar, a embarcar, a aduana, a las oficinas del despachante, a mi casa y a la de mi socio. Oficina no hay. No más.

Esta mañana llegué más temprano que de costumbre, con la intención de hablar con el gerente general lo antes posible. Quería pegar primero que nadie. Si alguien venía con un martes 13 antes que yo, mi planteo iba a perder fuerza inevitablemente. Así que me planté en el escritorio de Adela y esperé. Cuando llegó, le dije que tenía que hablar con él y que era importante, así que me invitó a verlo desayunar en su despacho. Yo estaba con el estómago vacío, a pesar de la insistencia de mi mujer para no salir de casa sin comer. La verdad es que hasta hace un ratito, no podía probar bocado. Con el estómago vacío le dije que sentía que la cosa no marchaba, que el volumen operativo estaba planchado, que vengo pensando en que hace muchos años que estoy acá...Me interrumpió abruptamente y me dijo "me parece perfecto, Oficinista. ¿Qué vas a hacer de tu vida de ahora en más?". Me dio por las pelotas su liviandad y su desvío cuando me estaba acercando al lugar clave...

Trabajar en una empresa tan sólida es como tener una caja de ahorros con un saldo que se incrementa con el paso del tiempo y cuya disponibilidad se produce el día del despido. Ese es el punto. Hay un sistema de dos ecuaciones simples: Despido igual indemnización. Renuncia igual un-abrazo-y-gracias-por-todo. Pero yo vi muchos casos (en esta misma firma) en los que la renuncia venía acompañada de un "premio" por los servicios prestados y no tenía por qué ser la excepción. En varios casos el importe abonaba la compra del silencio del saliente. "Vos te vas, pero ni mu de lo que pasa acá adentro". Por ese lado quise agarrar yo, sin decirlo explícitamente para no hacerlo extorsivo. Pero tampoco tenía ganas de dar vueltas, necesitaba ir al grano y sacarme el problema de encima. Tomé aire:

- ¿Podemos hablar de números?
- Esperá. Me contestó mientras se sacaba un pedazo de medialuna de entre los dientes. Llamó a Cristina y me pidió que espere afuera cinco minutos.

Fueron más. Me vi tentado de contar la noticia a todo el mundo pero consideré prudente esperar. Quería saber si iba a salir por la puerta grande o por la salida de emergencia. No estaba en mis planes irme con las manos vacías y a pesar del cimbronazo emocional al que me vi expuesto desde que tomé la decisión siempre tuve muy claro que iba a pelear por esto. Sé que no me corresponde legalmente y que puede ser discutible desde lo ético, pero si todos los anteriores lo lograron, ¿por qué no iba a hacerlo yo?.

Me llamaron de nuevo, Cristina estaba perpleja. Me preguntaron cuál era mi idea y me aflojé por la evidencia de sus intenciones de llegar a buen puerto. Les pedí siete sueldos brutos y me los dieron sin vacilar. Quizás me quedé corto, pero no me importa. Ese era mi objetivo de máxima y lo conseguí. Me voy con una suma suficiente para encarar mi nueva vida sin sobresaltos hasta que mi emprendimiento rinda por sí solo. Tranquilidad y felicidad. Nos quedamos hablando unos minutos más, les conté mi proyecto, me desearon buenos augurios y me comprometí a dejar todo liso y llano para mis sucesores viniendo a la oficina un par de veces más (sin cumplir horarios ni normas del "buen vestir").

Y le di la noticia a mis compañeros. Y me felicitaron, me abrazaron, me mimaron con sus tristezas. Mi ánimo era el tao con su yin y su yang. Sentía una alegría casi incontenible que contrastaba con una pequeña tristeza y la incertidumbre por lo nuevo, por el derrumbe del edificio construido durante doce años para la erección de uno nuevo y mío.

Con la despedida de la oficina llega la despedida del blog. No sé cómo hubieran sido estos últimos dieciocho meses acá adentro sin este espacio de catarsis y creatividad. Quizás hubiera renunciado antes. En este espacio encontré un escape, un bunker de inventiva e imaginación en el cual me refugié para evitar los efectos radioactivos de la burocracia y la monotonía. Creo que ya puedo salir del bunker y enfrentar la nueva vida.

Me quedo un rato más y me voy a casa, a hacerle el amor a mi esposa en esta tarde lluviosa.

Sólo un rato más...y me voy escuchando en mi ipod una canción que me grabé especialmente para el día de hoy.



Subiré un par de entradas más con agradecimientos, updates y mensajes para todos.

Gracias nuevamente.

lunes, 26 de julio de 2010

A 5 días del adiós

Esta es mi última semana como oficinista. La decisión trasciende a esta empresa y se extiende a todo vínculo en relación de dependencia que implique trabajar en una estructura como esta. Me cansé de tener que cumplir horarios estrictos y de la dictadura de la burocracia; voy a dedicarme de lleno a mi proyecto de exportación de productos rioplatenses a un par de zonas de España, que por el momento no reemplaza los ingresos que dejaré de percibir cuando deje este trabajo, pero estoy seguro de su éxito a mediano plazo.

El viernes presento mi renuncia indeclinable, quizás siga un par de semanas más para dejar todo "en orden" y poder irme con la conciencia tranquila y a la espera de la ausencia de llamados telefónicos para preguntarme dónde guardé algún archivo.

Les agradezco a todos la compañía, la lectura, la opinión y los debates.

Seguramente en el transcurso del próximo mes les cuente cómo fue la despedida, qué se siente dejar de ser un oficinista aburrido después de tantos años, y cómo van las cosas en general. Pero me despido acá para evitar subir una última entrada como corte, me parece demasiado abrupto.


Les deseo a todos una vida feliz.


lunes, 19 de julio de 2010

20 mujeres para Javier: Laura y la Gran Noticia (XIV)

Después de resetear su vida amorosa Javo conoció a Laura en la estación Malabia del subte. Se estuvieron mirando durante todo el viaje y al bajar se le animó como mandan las fantasías: directo y al grano. Le preguntó su nombre y le pidió el teléfono. Ella se lo dio sin vacilar y hasta le confesó que había pensado en pedírselo si él no lo hacía.

- Qué crack. Esas cosas te pasan a vos solo, chabón.- Se rió ante mi comentario sabiendo que tenía razón.

Viven a doce cuadras de distancia y la relación se encendió rápidamente. A tal punto que Javo está considerando seriamente en colgar los botines para ver qué pasa con esta profesora de yoga.

- Cocina como los dioses. Es muy divertida, le encanta el cine y le gusta ver fútbol de primera. En la cama no sólo no tiene pruritos, además está en el top 3 de las mujeres más calientes que conocí en mi vida. Pero es piola, me deja siempre la iniciativa a mi, así no me inhibo. Es una combinación casi perfecta. Digo casi porque recién la conozco, pero te juro que no le encuentro ni un defecto. Físicamente es un infierno en la torre, todo duro, todo parado y en su justa medida y lugar. Y lo mejor de todo es que por primera vez en mucho tiempo, tengo ganas de verdad de que la historia prospere. La tenés que conocer, hagamos una salida de a cuatro...

Es lindo verlo tan entusiasmado. Recuerdo aquellos tiempos en los que se separó, y luego, cuando se enteró que ese hijo no era suyo. Estaba hecho una piltrafa, un trapo viejo con olor a humedad. Haberlo acompañado en todo el proceso es una recompensa también para mi, al ver los frutos de tantas horas de charla, consejos y apuntalamientos.

Lamenté tener que opacar levemente su alegría con la noticia que le di.

- Javo, tengo que contarte algo. Me voy de la oficina. Voy a renunciar dentro de dos semanas.

Su estupor duró diez minutos, hasta que le conté todo el plan. Recién ahí lo dejó de lado para dar lugar a esa alegría interrupta que siempre nos deja la partida de un amigo en busca de nuevos y mejores horizontes.

miércoles, 14 de julio de 2010

Los simulacros de incendio

Yo ya me lo tomo un poco como un juego de fantaseo, me pongo en modo niño e imagino un poco. Las plantas de mis pies están muy pegadas al suelo como para dejarme volar demasiado pero dejo que mis preguntas en condicional ocupen mi mente el rato que dura el simulacro. "¿Y si un día se quema todo en serio? ¿Eh? ¿Y si se quema todo?" y me imagino el humo en la oficina, o en la escalera "¿Y si la vieja se cae? ¿La pasan por arriba o la salvan?"...

Cuando trabajábamos en el edifico Chacofi (25 de Mayo y Lavalle) me enchufaron la cinta de capitán de la electroselección de holanda, con ese naranja flúo que se hace notar desde Cataratas y con cataratas, lógica y razonablemente. Pero en los ejercicios ficticios me molestaba usarla, me daba un poco de vergüenza que sólo podía mitigar cuando veía a mis colegas de otros pisos.
El trabajo del bombero ocasional de cada oficina consistía en:

1- Colocarse la cinta individualizadora en el brazo al son de la chicharra.
2- Levantar a todos de sus sillas para que salgan. Esta es la parte más difícil, sobre todo en simulacros, luego la realidad me mostró lo contrario (1). En ese momento, tenés siempre a alguien que está hablando por teléfono, alguno en conference con una ciudad "más-importante-que-Buenos Aires" (todas lo son), otros en el baño, otros en la cocina, otros en reunión, otros sacando mil fotocopias, otros boludeando por notiblog... Sacarlos de su microcosmos para que sigan al pie de la letra las instrucciones del ejercicio en tiempo y forma es absolutamente imposible.
3- Asegurarse de que la oficina quedó vacía. Muchas veces se opta por dejar a alguien adentro, ante la falta de respuesta del cancherito/a que se queda porque está mucho más allá de estas boludeces. Sí, son los que primero salen corriendo cuando la chicharra suena sin previo aviso.
4- Bajar.
5- Ir al punto de encuentro que supuestamente es conocido por todos. En algún momento mítico todo oficinista se enteró de su existencia...supuestamente. La realidad muestra que el punto de encuentro es en realidad un bar, la oficina de algún amigo, el telo de Tres Sargentos o el correspondiente según las normas de evacuación (en la actualidad, el edificio de IBM que está en Catalinas) en el que más de uno encuentra la posibilidad de obtener beneficios de los que me percaté en el último simulacro. (2)
6- Volver a la puerta del edificio, en la que los empleados de seguridad, coordinados por el encargado de las normas y su cumplimiento, nos van anunciando piso por piso nuestro turno de volver a la oficina.

(1) Hace un par de años la chicharra sonó sin preaviso de simulacro. Hubo un momento de estupor y de ojos saltones. Adela se calzó la cinta (se la delegué gentilmente cuando mi antigüedad y cargo me lo permitieron) y rajó a todos casi a patadas en el culo, incluyendo al Presidente, que estaba terminando una partida de solitario. La ayudé a evacuar, aunque no fue necesario. Los que siempre se quejan a la hora de simular salieron despavoridos como ratas por tirante. En la escalera vi a varios tratando de hablar por teléfono para adelantar o posponer citas, reuniones y almuerzos. Pasamos por el costado de dos señoras de unos sesenta años que iban ayudadas por sus compañeros. Cuando llegamos a planta baja, había un hediondo olor a cable quemado y una humareda incipiente que venía del techo. La cosa no pasó a mayores, pero el ejercicio real sirvió para concientizar a la población catalinera de la necesidad de practicar seriamente a la hora de hacer los simulacros.

(2) La última práctica se hizo hace seis meses y estaba pactada para las 11:30 hs. Adela nos avisó por email a primera hora. Unos minutos antes, vi que un par de mis compañeras (las solteras) salían del baño maquilladas, peinadas y perfumadas. "Me están jodiendo", pensé. Caí en la cuenta de que el simulacro es una interesante posibilidad de conocer gente de otros pisos. Es cierto, hay un relojeo permanente de todos contra todos, para ver quién trabaja donde, para deprimirnos (en nuestro caso exclusivamente) por ver que los demás están llenos de chicas bonitas mientras nuestra oficina es cada vez más pobre en ese rubro -probablemente a mis compañeras les pasa lo mismo- e incluso para intercambiar tarjetas personales con fines no sólo donjuanescos, sino también laborales. La enganché a Silvana haciéndolo, pero no pude escrutar si fue en pos de una conquista amorosa o por irse de esta oficina de una buena vez.

Mañana tenemos un nuevo simulacro y me pregunto: con este frío y el viento huracanado que se arremolina acá abajo, ¿quién se va a quedar a esperar en el punto de encuentro?
Conmigo no cuenten, muchachos. Me voy a tomar un café y a comer dos nugatones a la YPF mientras Javier me pone al día con sus historias.

martes, 6 de julio de 2010

Divididos por la infelicidad

La copa del mundo terminó en cuartos de final para la Selección Argentina, y lo que pintaba como un campeonato sudamericano, tiene a un solitario Uruguay luchando contra tres gigantes viejomundistas (dos con historia y uno con gran presente, aunque no tanto como dicen). Los dos colosos sudacas y la sorpresa guaraní ya están de vuelta en casa y cada equipo fue recibido de diferente forma. Recorramos la cuenca del Paraná desde sus orígenes hasta sus confines y degrademos las diferencias:

Brasil: en un extremo, el plantel fue recibido con insultos, empujones, lágrimas y maracuyazos por la cabeza. Su director técnico (Dunga) y el volante Felipe Melo fueron señalados como los responsables de la derrota carioca, que finalizó 6ta y repitió la salida por la puerta trasera de Alemania '06 perdiendo 2 a 1 contra una potencia europea en cuartos (hace cuatro años fue Francia, hoy Holanda). Dunga renunció, la Confederación Brasileña le revocó la renuncia y lo terminó echando a chutes em o saco. Así de mal terminó la aventura de un DT asquerosamente desagradable que supo formar parte del plantel que consiguió la estrella más deslucida de las cinco que tiene en la vitrina nuestro hermano mayor.


Paraguay: en la otra punta del continuum de amor por los soldados patriotas, los guaraníes cumplieron su mejor actuación mundalista, perdieron ajustadamente con el cuco español en cuartos y terminaron 8vos de la mano del Tata, fiel discípulo del DT de la roja chilena, también rosarino. El presidente Lugo los recibió con todos los honores, los condecoró y todo el pueblo cantó, Martinó, Martinó. También le debemos a una hija pródiga de sus tierras la burla al emporio económico y marketinero de la FIFA que dejó escapar, obnubilado por su tetamen, una publicidad de celulares encubierta.


Argentina: como no podría ser de otra manera, los argentinos nos encontramos divididos luego de la gesta africana que nos depositó en el quinto puesto de la clasificación, la mejor actuación en la grilla desde el subcampeonato de las noches mágicas. Haciendo un repaso desde el glorioso '86 en adelante, tenemos el mencionado segundo puesto en una actuación vergonzosa desde lo futbolístico, luego un triste 10mo puesto producto de la eliminación en octavos con piernas cortadas y enfermera en cancha (nunca ocurrió antes ni después en la historia del fútbol mundial) incluídas, un decoroso 6to puesto en el '98 (se queda sin nafta en cuartos con derrota frente a la naranja bergkampiana), un espeluznante puesto 18 con eliminación en primera ronda y sólo dos goles a favor (uno con clara invasión de campo en el rebote del penal frente a Suecia), otro sexto puesto -2006-, tibio y abandónico de la mano de un arquero sin lesión que no pudo continuar su partido por un dolor insoportable en el freezer, y este quinto lugar, con cuatro claras victorias y una estrepistosa derrota frente a la artillería germana que, zeitgeist argentino mediante, nos divide en dos grandes grupos: uno que clama por la continuidad de su DT y fue representado por veinte mil personas que recibieron al plantel en Ezeiza (yo diría a Diego más que a los jugadores, ya que con una actuación similar en el mundial pasado sólo fueron tres mil). Otro que retoma el camino anterior al mundial y pide (en los casos más derechistas, a grito pelado) su renuncia.



Habrá que esperar hasta Brasil 2014 para la revancha. Una revancha que nadará contra la corriente favoritista que pone a Brasil a un gúgol de distancia de los demás competidores, aún sin haber finalizado la copa actual, por su inacabable historia mundialista y su localía. Tal como ocurrió con su equipo en 1950, tal como ocurrió con Italia en el '90 y también, aunque en menor medida, con Alemania en 2006...




miércoles, 30 de junio de 2010

Faltan sesenta y cuatro horas

¿Cómo calmar mi ansiedad, si todo lo que hago para sosegarla no hace más que incrementarla?



martes, 29 de junio de 2010

20 mujeres para Javier: Reloaded (XIII)

Luego de vivir dos meses de intenso romance con Luciana, su compañera de teatro, Javier volvió a las pistas. Hizo una pausa en su carrera conquistadora porque la historia no le dejó tiempo, ganas ni energía para otra cosa, hasta que la relación se complicó con la aparición en escena de una ex de ella que, al parecer, no era del todo ex.

Él, para ese tipo de cosas, se considera un caballero moderno...de los comienzos de la edad moderna, año mil quinientos más o menos. Le parece genial que cada uno elija a quién amar, sea del sexo que sea. Pero de ahí a ser la hipotenusa de un triángulo amoroso con dos chicas que convivieron dos años y que todavía se quieren hay una distancia que Javo no está dispuesto a recorrer. El fin de la relación se produjo hace veinte días, después de una maratón de sexo dominguera. A las nueve de la noche apareció sin previo aviso la (ex) pareja de Luciana queriendo irrumpir en el departamento para ver con quién estaba. Javier salió en pelotas, se vistió en el palier del piso de arriba y tuvo que esperar abajo media hora hasta que apareció una octogenaria que se negaba a dejarlo salir. Terminó forcejeando con la vieja y se fue corriendo. Volvió a su casa decidido a terminar una relación decididamente tóxica que no sólo incluyó llamados telefónicos a cualquier hora, sino también episodios de celos hacia él, profundos e inesperados cambios en el estado de ánimo de Luciana desde la euforia amorosa hasta una depresión oscura y autista, todo en el mismo día, y reiteradas muestras de añoranza de la relación perdida con su ex novia. Así decidió volver a ejercer su soltería, sin ataduras.

Mientras estuvo con Luciana gambeteó los embates histéricos de Belu, su otra compañera de teatro, con tal cancha y desinterés que logró convertirse en una obsesión para la pendeja, que parecía haberse propuesto no parar hasta lograr conquistarlo. Aprovechando que Luciana había dejado las clases de teatro para volcarse de lleno a la pintura -su verdadera pasión- dejando el campo libre, decidió ir cediendo de a poco a los avances de Belu para ver qué pasaba.

- La invité a tomar algo en Le Blé, en Álvarez Thomas y Céspedes. Un lugar que a las mujeres les encanta, estaba lleno de minas de veintipico a treinta y pico, solas, hablando sin parar. A los cinco minutos me di cuenta de que no iba a poder pasar ni una noche con esta chica. Apenas le trajeron el café con leche con su conito de coco...
- ¿Qué pasó? ¿Sorbía el café con leche con ruido? ¿Comía con la boca abierta?
- No, empezó a hablar de su mamá.
- ¿Y?
- Se refería a ella como "mamá".
- ¿Vos sos boludo? ¿Cómo querés que la llame? ¿"Madre"?
- Decía "mamá", como si también fuera mi mamá. Eso se hace con un pariente cercano. Por ejemplo, a mi viejo o a mi tía, si les hablo de mi vieja, les puedo decir "mamá tal cosa", "mamá tal otra". Con un hermano también. Pero con un tercero no. Tenés que decirle "MI mamá", no "mamá", ¿entendés?
- Entiendo el punto y estoy de acuerdo. Es como si fueran el ombligo del mundo, ¿no?
- ¡Exacto! Además, sé que va a sonar prejuicioso, pero decir "mamá" en lugar de "mi mamá" es muy cheto, muy de familia tradicionalista que está en contra del matrimonio gay, del aborto y de la asignación universal por hijo. Y yo no puedo ni tengo interés en estar ni una noche con una mina así.
- Disculpame Javier, pero me parece muy prejuicioso y quizás te estás perdiendo vivir una linda experiencia por una boludez. [¿¿¿además, qué les voy a contar a mis lectores??? ¡se nos va a caer un ídolo!]
- Sí, ya sé. Pero es así, no voy a cambiar de idea y ya estoy mal predispuesto. En donde diga "mamá" de nuevo le doy un coquito en la cabeza y la dejo hablando sola.

Sin Belu, sin Luciana, sin Adela que está en un buen momento con su pareja, Javo va en busca de una nueva aventura. Pero me dejó muy enojado, tendrá que traer una buena historia para mantener su lugar en el blog.

viernes, 25 de junio de 2010

El oficinista paranoico

Hoy les voy a contar un caso de paranoia desencadenada en las instalaciones oficinísticas de un banco en el año 1977. Un ex-oficinista, hoy Licenciado y Profesor de Psicología y a quien considero un mentor y un ejemplo a seguir, me contó la historia al enterarse que existía este blog. Prometió compartir más de éstas pero le pedí que lo haga de a una por vez, para no perder la riqueza de los detalles a la hora de transcribir los relatos para ustedes.

Antes de empezar, les copio un fragmento de la definición de paranoia brindada por wikipedia, así todos sabemos de qué estamos hablando:

La paranoia es un término psiquiátrico que describe un estado de salud mental caracterizado por la presencia de delirios autorreferentes.


Más específicamente, puede referirse a un tipo de sensaciones angustiantes, como la de estar siendo perseguido por fuerzas incontrolables (manía persecutoria), o ser el elegido para una alta misión, como la de salvar al mundo (delirio de grandeza o grandiosidad, atribuido por algunos estudiosos a determinadas personalidades dictatoriales y gobiernos).

La paranoia se manifiesta igualmente en los delirios por celos, en el delirio erotomaníaco, el delirio somático, etc. Es un trastorno de tipo crónico, con mayor o menor virulencia ocasional.


Norberto trabajó en la sucursal de la calle La Rioja y Rondeau del extinto Banco de Italia desde el año 1969 hasta el día de su muerte. Estudió mecanografía en las academias Pitman y su trabajo consistía en transcribir a máquina varios tipos de formularios completados a mano por los clientes: aperturas de cuentas, solicitudes de cajas de seguridad, de préstamos y de tarjetas de crédito, entre otros.

Se tomaba el 65 todos los días desde su casa en Caballito y disfrutaba de mirar el paisaje urbano por la ventanilla mientras los demás leían el diario.

Un día lluvioso del triste invierno de 1977 llegó al banco más temprano que de costumbre y se encontró con un espectáculo aterrador: todas las sillas de los escritorios estaban cambiadas de lugar. La suya en el de Clotilde, la de Ferreyra en el de Nöllmann, la de Albónico en el de Codeseira, y así sucesivamente. Norberto se quedó estupefacto observando el tenebroso escenario durante varios minutos hasta que entendió todo: el cambio de lugar de las sillas fue hecho a propósito. Fue a propósito y dirigido a él. Sintió náuseas, y a medida que sus compañeros iban llegando y se sentaban en las sillas de otros sin el menor atisbo de asombro, empezó a sentirse ahogado, le faltaba el aire y transpiraba a mares. Le pidió permiso al Gerente de la sucursal y se fue a su casa. Pasó varios días sin volver y por consejo del visitador médico que le mandó el banco, fue a ver a un Psiquiatra. A partir de ahí comenzó a visitarlo regularmente y a tomar medicación para estabilizarse y volver a sus actividades regulares.

Lo que ocurrió fue lo siguiente: se dio cuenta de que había un complot en su contra. Sus compañeros, dirigidos por el Gerente de la sucursal, se pusieron de acuerdo contra él. Querían volverlo loco y cada día encontraba una prueba de ello, una vez advirtió que la carpeta del cliente Colautti estaba después de la de Colombo, cuando debía estar antes. Lo habían hecho a propósito. Otro día Nöllmann le pidió la abrochadora y no se la devolvió. Cuando la fue a buscar, la encontró después de una hora de revolver todo en el escritorio de Costamagna. Cuchicheaban y se reían todo el tiempo y era evidente que hablaban de él, lo gozaban. Pasó mucho tiempo para darse cuenta por qué lo hacían: el Gerente de la sucursal lo odiaba y armó toda una red de súbditos que obedecían sus órdenes .

En sus viajes en el 65 empezó a notar que en los carteles de varios comercios de la Avenida La Plata había mensajes amenazantes para él. Uno de ellos era tan obvio que se sorprendió de no haberlo notado antes: la mercería Teté, el almacén Avalos, el kiosco Sarita, la carnicería El matarife..."Te va a matar". Era evidente que el mensaje estaba dirigido a su persona y que el que lo iba a matar era el gerente. Lo que le llamaba la atención era el poder de esa gente, que se compró todos esos locales sobre la avenida para amenazarlo a él. Los delirios de persecución no remitieron pero Norberto nunca mostró signos de peligrosidad, ni para él ni para los demás, por esta razón y por la eficiencia intacta de su desempeño laboral siguió concurriendo al banco cotidianamente, a sabiendas del complot contra él pero con la ventaja de saberlo todo sin que los demás estuvieran enterados de su conocimiento del tema. Él hacía como si nada, pero los tenía a todos vigilados.

El comienzo de fin fue el descubrimiento de los mensajes cifrados que le mandaba el gerente en los formularios de los clientes. Todos tenían uno. Le contó a su psiquiatra que en la solicitud de chequera del cine Rivas el gerente le decía "vas a hacerlo vos solo", en clara referencia a su muerte. En el formulario de apertura de cuenta corriente de la tintorería La Fama le mandó una orden que rezaba "abajo del 188", según él, para que se tire abajo del colectivo. El aumento de la dosis de su medicación no fue suficiente para evitar la tragedia y el 22 de Abril de 1980 Norberto, agobiado y oprimido por la creciente persecución que sufría, terminó cediendo a las órdenes secretas del gerente de la sucursal y puso fin a su vida entre las ruedas del interno 44 de la línea 188, cuyo chofer, al enfrentarse cara a cara con la muerte, tuvo un ataque de catatonía y fue internado de inmediato.




Muchas estimaciones indican que aproximadamente el 2% de la población padece de algún tipo de psicosis y que más de la mitad desconoce su trastorno. Esto significa que -en promedio y con las salvedades correspondientes- hay por lo menos un psicótico en cada oficina de cincuenta personas.



viernes, 18 de junio de 2010

Receta del día: Panqueque mundialista

1) Hay muchos futboleros que se dicen hinchas de su equipo con exclusividad y a la hora del mundial putean porque tienen que esperar más de la cuenta para volver a ver a su amado club transitar el anodino camino del campeonato local o la Copa Libertadores. Los hay de los otros, los que nos enamoramos de la Selección y la reconocemos como nuestro segundo hijo, al que amamos con la misma intensidad que al otro. En este segundo grupo estoy yo. Podrán decir que es porque mi club no es de los que suelen regalarle alegría a sus hinchas con asiduidad, lo que constituye una falacia. Acostumbradísimo a "no ganar nada" (la Selección Mayor lleva 17 años sin títulos) , sigo sintiendo la misma pasión por uno y por otro, por la Albiceleste y por Huracán. Debo admitir que en los momentos álgidos la pasión quemera es más arrolladora y ocupa un lugar más grande en mi estado de ánimo (me dolió mucho más el robo de Brazenas contra Vélez en el ´09 que el de Codesal o el del gol con la mano de Tulio, por dar ejemplos, y creo que es por una cuestión de sentirme más acompañado) pero, salvando esas sutiles diferencias, el sentimiento por la Selección es fuerte, tan fuerte como el otro.

Y mucho más cuando está Diego Armando Maradona en el medio.

2) Es tanto lo que se habla, escribe y filma sobre el Jugador Más Grande De La Historia Del Fútbol Universal que no voy a ponerme a filosofar demasiado sobre él y su figura porque invitablemente caería en redundancias. Todos sabemos que divide aguas como nadie. Que despierta odios y pasiones por igual, que es criticado por sus excesos (verbales y de los otros) y que es muy cuestionado por su supuesta incapacidad como DT. A mi, todo eso me importa un rábano. Me preocupan sus adicciones porque me preocupa su salud, y a la vez me río a carcajadas de los que, fumando un Marlboro, comiendo como cerdos, usando pastillas para dormir o tomando alcohol cada vez que pueden, le dicen despectivamente "drogadicto". Disfruto de cada exabrupto verbal porque, aún cuando en contadas ocasiones no coincido con su forma de pensar, siempre implican un grano en el culo de los poderosos, de los almidonados y de los tibios. Me regocijo cada vez que inventa una frase que queda para la historia y cuando pienso que un tipo que tenía destino de gastronómico, portero de barrio o taxista (en los mejores casos posibles) se subió a la cima del mundo y aprendió a analizar, criticar y opinar sobre temas que sobrepasan lo suyo. Y todo de la mano del fútbol.

Sobre el Maradona futbolista no tengo mucho para decir. Sí quiero contarles lo que me produce desde que me enamoró. Yo tenía once años cuando le dijo al planeta "el fútbol se juega así". Él fue quien me enseñó que entre el deporte y el arte puede haber poca diferencia. Por la creatividad y por la forma de conmover. Pasaron veinticuatro años y sigo llorando como un nene cada vez que veo el segundo gol a los ingleses relatado por Víctor Hugo Morales (si estoy solo, con alguien me da pudor aunque es inevitable que mis ojos se llenen de lágrimas que contengo con todas mis fuerzas). Nada ni nadie tuvo o tiene ese efecto en mi ánimo en forma repetida e inacabable.
Siempre que Diego esté implicado en la producción de la Selección, mi amor se redobla y retorna como en el ´86.

3) Hace nueve meses el sentimiento generalizado era la duda sobre el futuro de la Selección. Muchos "tiraculos", esos que siempre se ponen de la vereda de enfrente porque su triste historia de vida les enseñó que es mejor no ilusionarse y criticar a mansalva porque es más piola, porque parece que sabés más y porque, de última, si todo sale bien nadie se va a acordar quién estaba de qué lado, aseguraban que no llegábamos al Mundial. Siguieron en la suya a pesar de la sufrida clasificación sosteniendo que con un DT que no sabe nada de fútbol volvíamos en la primera rueda. Cómo se atreven. "No sabe nada de fútbol". Diego Armando Maradona. "No sabe nada de fútbol". No quiero enceguecerme, sé que le falta experiencia y que en algunas cuestiones tácticas quizás esté un tanto atrasado. Pero vamos a un contraejemplo: Bielsa. Los que dicen que Maradona "no sabe nada de fútbol" se masturbaron durante todo 2009 con el rendimiento de la Transandina de Bielsa en las eliminatorias. ¿Y qué pasó en 2002 con el que "más sabe de fútbol"? Nos volvimos enseguida. Y todavía duele. Esos mismos que endiosan a Bielsa (no entiendo qué laudos tiene para ponerlo ahí y a la vez endemoniar a Diego) son los que piden resultados a toda costa, incluso por encima del nivel de juego. Ni se dan cuenta de su contradicción.

Pero los vientos van cambiando. Esos mismos que en esta oficina le dieron duro por falta de trabajo y por "no saber nada de fútbol", están quedando en ridículo. Piden anular el prode del mundial porque osaron sacar a la Argentina en primera ronda. No saben qué hacer con las cuarenta y tres llegadas al área rival en los dos partidos que se jugaron hasta ahora. Miraron el partido contra Corea de reojo, juntándose para criticar algún error cada vez que podían, teorizando sobre cambios de posición y jugadores como si estuvieran en Sudáfrica 24 horas por día con el plantel. No gritaron los goles. Se rieron de Demichelis y se fueron a trabajar cuando todavía restaban quince minutos para el final.

4) Todos tenemos el derecho a estar en contra de algo que no nos convence o no nos gusta. Pero como todos los derechos tienen un límite, considero que sería sabio de su parte darse cuenta de que sus opiniones pueden ser erróneas. El sabio reconoce sus errores, el necio no. Aún a riesgo de quedar como un "panqueque". Un poco de humor y saber reírse de uno mismo no tiene nada de malo.
En el fútbol no hay lugar para la futurología y un mal planteo hoy puede significar un triunfo mañana. En el fútbol, lo que importa es el presente (no hablo de manejos institucionales, sino de un partido o un campeonato). Lo que no se gana hoy, lo que no se juega bien hoy y lo que no se disfruta hoy, no se puede dejar para disfrutar mañana viendo una repetición (salvo el milagro de gol mencionado ut supra). No de la misma manera. No se puede dejar de gritar un gol por miedo a que después te hagan dos y pierdas el partido. Y es de persona triste, muy triste, esperar el fracaso para ratificar el pesimismo y "tener razón". Es una elección subjetiva: se vive con ilusión o se vive con escepticismo.

Los que elegimos la ilusión somos mucho más felices.

martes, 8 de junio de 2010

El día de las marmotas

Inauguramos hoy el ciclo Accidentes de Oficina, con el relato de los acontecimientos acaecidos un día de primavera del año 2000. Elijo ese día porque el destino se loopeó en una repetición compulsiva que devino en tres accidentes en cinco horas: dos en la oficina, uno afuera; dos casi inocuos, uno con secuelas quizás de por vida; dos con intervención médica, uno con tinte cómico. Lo más llamativo fue que, siendo tan pocos oficinistas y tan escasos los accidentes, ese día ocurrieran tres a la vez. Caprichos del hado que nunca estarán al alcance de nuestro conocimiento mientras vivamos nuestra mortal vida.

La cosa arrancó a la mañana. Recuerdo estar hablando con Gonzalo del tremendo empate de Boca con Rosario Central (3 a 3) mientras llenaba el mate de yerba. Saqué el agua más cerca del hervor de lo que debía y llené el termo, uno de esos plateados, con tapa a rosca. En ese momento me distraje con la minifalda de Nelly. Pero que se entienda: la distracción pasaba por un plano de perplejidad, no de erotismo. Hasta ese momento no había visto a Nelly amorcillarse las piernas de esa forma y en rigor de verdad, no le quedaba bien. Además, todavía estaba fresco, pensé, pero después vería sus medias color piel estilo can-can (¿se siguen llamando así?) que seguramente atenuaban el efecto de las bajas temperaturas de la mañana de Berazategui al salir de su casa.
Lo cierto es que la mini me distrajo y por hacerme el uruguayo me quemé el dorso de la mano izquierda: no había llegado a enroscar la tapa del termo, me lo puse bajo el brazo cual charrúa paseando por la rambla montevideana, incliné el cuerpo hacia adelante imperceptiblemente y el líquido cuasi hervido se manantializó sobre mi mano. Alarido y piel pelada. Carcajada de Gonzalo -no tomó conciencia de la gravedad del asunto- que sería vengada por el destino. Rajando a la guardia para empezar el tratamiento antiséptico que duró un mes. La marca, a diez años del hecho, sigue adornando mi piel.
Por reírse de la desgracia ajena, o simplemente por desgracia propia, un rato después le tocó a Gonzalo. Cuando se disponía a evacuar el desayuno, se sentó en el inodoro con tanta mala suerte que no se percató de que la tapa anillada (la que usamos para no poner nuestra piel sobre la fría loza del sanitario) estaba partida. De una forma que no termino de advertir, la rajadura succionó una parte de la piel de sus asentaderas provocando un pellizco agudo que lo amoretonó y le arrebató un sonoro "ayy, laputamadrequeloparió" que se escuchó aún con la puerta cerrada. Salió del baño a las puteadas, obligado a posponer el acto corporal por desconcentración.

El plato fuerte lo aportaron Nelly, sus medias y su micromini.

A eso de las dos de la tarde, con la mano vendada y de muy mal humor, levanto un llamado del conmutador que sonaba sin cesar y sin ser contestado. Era un enfermero de Emergencias, que llamaba desde un local de la calle Tucumán para anoticiarnos de un accidente sufrido en la vía pública por "su compañera, la Señora Nelly Cantarutti.". Me dieron la dirección y salí a buscarla con dos compañeros más. Cuando llegamos al lugar, encontramos una ambulancia con Nelly sentada adentro, llorando como una niña. "Se tropezó y cayó en la vereda, pero no tiene nada", nos dijo el enfermero, con voz resignada por lo que entendí, fue una falsa alarma más. Nelly se apropió de una ambulancia mientras algún gordo hipertenso jugaba a la rayuela entre el Cielo y la Tierra unas cuadras más allá. Y todo por un raspón, una frutilla que no ocupaba ni el veinte por ciento de su rótula, una de esas que nos hacemos cotidianamente jugando fútbol cinco en una cancha de césped sintético. Más pequeña aún, no llegaba a frutilla, a lo sumo calificaba de frambuesa. Quizás a modo de castigo por alarmista, el médico y el enfermero le hicieron sacar las medias con las puertas del móvil abiertas de par en par. Papelón minifaldesco y bombachudo que pudimos ver todos. Ahí nomás nos dijeron que volvamos a la oficina, que la llevarían en un rato. Pero no volvió. Se fue a la casa con baja médica y regresó dos días después, escudada en su hipocondría y so pretexto de lesión que obviamente nadie creyó. Le costó una semana de horas extras no remuneradas, sin chistar.

Un quemado por boludo, un pellizcado por distraído y una tropezada por mirar la vidriera de una ortopedia. Todo el mismo día. El día de las marmotas.




miércoles, 2 de junio de 2010

Sin lugar para los débiles

Corría el año 1994 y yo estaba comenzando mi carrera oficinística en una de las empresas líderes de viajes de egresados de colegio primario. La organización estaba manejada por dos socios muy diferentes entre sí. Uno vivía ahorcado financieramente producto de su inhabilidad administrativa y marital: tres matrimonios con hijos en cada uno de ellos y una joven y consumista tercera esposa lo tenían en jaque a pesar de su enorme capacidad para vender, y de la pujante situación de la empresa. El otro, Il Duce, el más capo de los dos, el dueño del 51%, vivía holgadamente gracias a su buena gerencia hogareña y a la fortuna heredada por su esposa, hija de un rico estanciero de la Provincia de Buenos Aires. Trabajé para ellos durante trece meses y de entrada fui advertido por mis compañeros. El ahorcado parece malhumorado pero es un tierno, siempre dice que sí. Il Duce, en cambio, siempre tiene una sonrisa para darle a sus empleados, pero detrás de esos dientes omnipresentes se esconde un ogro devorador de almas proletarias. No te perdona una. Eso me decían. Lo que nunca me dijeron fue que podía ser capaz de obrar de la manera más injusta, cruel, arbitraria y maquiavélica que fuera posible.

Esas características aparecieron en dos tandas, una de ellas tremenda (espero relatarla a la altura de las circunstancias) y la otra no tanto, aunque bien gozadora, que me tiene como coprotagonista.

1) El caso de María

María empezó a trabajar a la par mía y rápidamente nos encariñamos con ella. Formoseña, retacona y fornida, contrastaba su contextura con una dulzura de cuento infantil, su voz era suave y su forma de hablar era una invitación permanente al abrazo cariñoso. Siempre nos preparaba un café con leche, un té o un mate, a los dieciséis miembros fijos de la empresa. Cuando me tocaba ir a la oficina de mal humor (muy seguido en esa época) me traía un bon o bon para endulzarme la mañana. Y cómo lo lograba. Con ese carácter pichimahuidesco llegó a ser la más querida de todos, en unos pocos meses.

Una mañana llegó Víctor con cara de preocupado. Me contó que olvidó un sobre con la cobranza en efectivo del día anterior en un mueble, sin cerrarlo con llave. Cuando recontó el dinero faltaban trescientos pesos (el monto total del dinero multiplicaba por diez ese importe). Para ubicarlos: la plata que faltaba equivalía a medio sueldo mío y menos de un sueldo entero de María.
El arqueo se realizó cuatro veces por cuatro personas diferentes y siempre arrojó el mismo resultado. Los contables hicimos varias conjeturas para llegar a una respuesta lógica pero no hubo caso. Víctor ofreció que se le descuente el dinero en tres cuotas para no sufrir el golpe muy abruptamente, ante mi estupor. "¿Cómo se te ocurre pagar esa plata a vos? Es un riesgo de la empresa, que se la banquen y a otra cosa. Tampoco es tanta plata". Víctor me dijo que la costumbre era esa: cuando un arqueo no daba el empleado cubría la diferencia, indefectiblemente.
Dada la rigidez de esa aberrante práctica administrativa, parecía no haber otra alternativa que decidir entre descontarle la plata a Víctor toda junta, o en cuotas. Sin embargo, al Duce había algo que no le cerraba. Se tomó dos horas para pensar y llamó a su socio, al Gerente Administrativo, al Director del Departamento Docente y al abogado, es decir, todos los peces gordos.
Recuerdo que estábamos todos aterrados.
A los diez minutos la llamaron a María y cinco minutos después salieron el abogado y ella -llorando desconsoladamente- y se fueron. No la dejaron despedirse.
Il Duce, que por esas casualidades de la vida era primo hermano del padre de una gran amiga mía (que incluso lee regularmente el blog) decidió que el dinero había sido robado por María y le dijo que fuera a mandar el telegrama de renuncia bajo amenaza de denunciarla penalmente por hurto. María, carente de recursos de carácter e intelectuales para enfrentar semejante afrenta, se encontró desvalida y tuvo que ceder, tomar sus cosas e irse, sin cobrar un solo peso de indemnización.
Lloramos todo el día. Las chicas, Víctor (con una culpa incurable), Puky (el otro varón proletario) y yo. Todos. Les propuse pedir una reunión explicativa, un espacio para hablar con los popes para entender qué pasó y saber a qué nos podíamos enfrentar de ahí en más, pero mis compañeros, que llevaban años trabajando con ellos, me sugirieron que me quedara en el molde. Y es lo que yo, mis diecinueve años de edad y seis meses de antigüedad tuvimos que hacer.
Poco después me enteré que María volvió a Formosa, donde la esperaba su hermana mayor para darle trabajo en su bar.

2) Mi caso

Unos meses después, mi continuidad laboral estaba amenazada dada mi calidad de joven, nuevo, trabajador en negro y crisis menemista en puerta. Sin embargo mi jefe, el Gte. Administrativo -con quien entablé una excelente relación dada su calidez y paternalismo- me prometió un contrato en blanco para poco tiempo después, y me envalentoné para emanciparme y alquilar un departamento compartido.
Cuando volví de las vacaciones encontré un clima espantoso, como nunca volví a vivir en otro lado. Las dos computadoras que yo usaba fueron robadas de la administración (sólo tenían la llave cuatro personas: los dos socios, el gerente y su ayudante). Ahí estaba toda la información contable, en blanco y en negro. Los socios decidieron no hacer la denuncia, incrementando así el suspenso del caso, y yo estuve diez días haciendo horas extras para reconstruir la información -en blanco y en negro- porque, obviamente, los CPU's no aparecieron jamás.
Esos diez días el gerente administrativo los pasó encerrado en la oficina del Duce. Casi no lo veía, pero llegando al final, me reuní con él y nos contó todo. Los socios decidieron despedirlo, ya tenían su reemplazo y pretendían que se vaya sin indemnización, porque -decían ellos- creían que las computadoras habían sido sustraídas por él. Dato aparte: el gte. administrativo había sido compañero y amigo desde el colegio primario y secundario del Duce, y sus familias eran amigas. Nunca supimos qué los llevó a hacer esa maniobra escabrosa, por qué querían sacárselo de encima, por qué el robo, por qué todo. Finalmente arreglaron una compensación simbólica y cerraron el caso. La semana siguiente me pidieron que enseñe parte de mi trabajo a una compañera, con lo cual imaginé mi destino. Se lo enseñé a regañadientes y poniendo todas las trabas posibles, pero no me quedó remedio. Hasta que el momento temido llegó.
La nueva gerente me llamó a su despacho y me explicó que mi contrato (qué caradura) había llegado a su fin, pero que estaban muy contentos con mi trabajo y que esperaban contar conmigo a la brevedad. Para mi no había brevedad, estaba recién mudado y casi no tenía ahorros, con lo cual le propuse lo siguiente: dado que me estaban despidiendo y yo estaba en negro, les pedía una indemnización como si estuviera en blanco (mucho menor a la legal por tenerme en negro). Pero no les gustó.
Volvió a llamarme, esta vez desde la oficina del Duce, y pasé los cinco minutos más duros que recuerde en una situación laboral de jefe-empleado. Estaban todos. Los mismos que esperaban a María para despedazar su alma. Me dijeron que era un desagradecido, que la promesa era de mi jefe que ya no estaba y que ellos no tenían nada que ver. Les dije, ingenuamente, que yo tampoco, que necesitaba el trabajo o el dinero, y que había planificado mi vida en función de eso, que lamentaba que ellos "no tuvieran nada que ver" pero les pedí que entendieran mi situación. Ante mi planteo, la respuesta inmediata del Duce fue:

- ¡Levantate de la silla y andate de esta empresa! ¡Ya mismo!

Me levanté, agarré todo y me fui, derechito al estudio jurídico de mi amigo L! a preparar la demanda, con un nudo en la garganta y otro en el estómago del que no pude deshacerme hasta la charla telefónica con la nueva gerente, unos días después.

Además de mi condición de empleado en negro, tenía a mi cargo la contabilidad de los colegios que viajaban en negro, sin pagar impuestos ni seguros. Me sorprendió la liviandad con la que tomaron la posibilidad de que en ese mismo momento encarara hacia la DGI.
Sin embargo, antes de enviarles la carta documento que prepararía con L!, me llamó la gerente para almorzar juntos y charlar. "Les cayó la ficha", pensé.
Me ofreció volver a la oficina con dos condiciones: mitad de jornada, mitad de sueldo era la primera (si tenía que irme a alguna entrevista ellos me daban permiso porque sabían que quizás ese ingreso no sería suficiente), y la segunda, pedirle perdón al Duce. "¿Perdón por qué? ¿Si yo no pedí nada que no me correspondiera?" Me dijo que ya sabía, me ensalzó y me dijo que tenía razón, pero que mi pedido había sido un poco soberbio y que correspondía que le pidiera perdón. Y cerró la conversación con una frase que no me voy a olvidar nunca: "No te dejes tentar por malas influencias. Recordá que estás empezando una carrera y que irte mal de acá puede ser irreversible". Un poco asustado y confundido, le dije que lo iba a pensar.
Hablé con L! y me recomendó que siguiera lo que dictaran mis sentimientos. Más confundido que antes, decidí probar suerte y volver, para ver qué pasaba.

Fui a la oficina del cerdo y en una charla cuyo tenor era conocido de antemano por los dos, hicimos como si así no fuera y le pedí disculpas, ante lo cual me ofreció el triste contrato amputado, que acepté rendido. Pero en el momento en el que le di la mano, algo hizo click. Tomé conciencia de todo: los tenía agarrados de las pelotas. No sólo por mi situación ilegal, sino también por la de cada colegio que se puso en riesgo por no tener seguro, y por los miles de dólares-pesos en impuestos evadidos, que podía declarar en la DGI de memoria. No tenía sentido seguir ahí adentro, lo que iba a ganar no me alcanzaba ni para el alquiler y era evidente que me lo habían ofrecido para pacificarme y que me vaya solo sin hacer quilombo. Seguramente lo hubiera hecho, porque no quería poner en riesgo mi currículum, que hasta ese momento sólo contaba con ese trabajo como experiencia previa.
Pero cometieron un error. Hacerme pedir perdón fue un tiro por la culata. Y subrayar que podía irme si tenía otra entrevista, también. Logré la epifanía deseada y no lo dudé. Ese mismo mediodía, después de ensuciar la palma de mi mano estrechándola con la de una de los oficinistas más desagradables que me tocó conocer personalmente, le dije a la gerenta que tenía una entrevista en un estudio en el centro. Y era verdad: el padre de L! me esperaba para redactar la carta documento en su estudio, que queda en el centro.

No volví a la oficina y a última hora llamé por teléfono a la gerente:

- ¿Qué te pasó? Nos asustamos, pensamos que volvías...
- Hicieron bien. El lunes les va a llegar una carta documento. Decidí hacerles un juicio y denunciarlos ante la DGI.
- ...
- ¿Hola, Silvia?
- (Suspira) Al final, te dejaste tentar por las malas influencias.
- No, al contrario. Al final, no me dejé tentar por las malas influencias.

Dos meses después - luego de las negociaciones y amenazas de denuncia fiscal- me indemnizaron con casi cinco mil pesos, el doble de lo que yo les había pedido "como si estuviera trabajando en blanco", y quince veces el sueldo magro que me habían ofrecido como limosna para evitar mi enemistad.
Eso, más las costas.
Más el miedo, durante un tiempo, de no saber si los denunciaría de todos modos, o no.

miércoles, 19 de mayo de 2010

La TV de anoche

Suele pasarme, muy a menudo, que las conversaciones matutinas sobre los contenidos televisivos de la noche anterior me dejan en una posición marginal inevitable. Casi siempre lo que yo miro por TV es lo que nadie mira, y viceversa. Por eso, durante un buen rato de la mañana, me dedico a cualquier cosa menos a interactuar con mis compañeros oficinistas.

Varias veces pensé en renunciar y empezar a trabajar en forma independiente, rompiendo mi juramento, cuando la pantalla chica estaba copada por Gran Hermano. Más de una, hice el enorme esfuerzo de ver de qué se trataba, quiénes eran los protagonistas de esa ficción ultraguionada que la gente consumía con enorme avidez y la ingenua ilusión de creer (de estar convencidos) que lo que estaban viendo era "de verdad". Yo, luchando contra molinos de viento, les explicaba que estaba todo guionado, les mentía diciéndoles que conocía a uno de los morbosos que armaban todos esos icoságonos amorosos porque era el primo de un amigo, y aún así no me creían. Tal es el poder de la negación, tal es el poder de la ilusión. Tal es el poder de la televisión. Nadie fue más feliz que yo cuando un integrante se quebró y confesó todo, y la noticia corrió por todos los medios. Nadie fue más feliz que yo cuando, de repente, la basura más horrible que haya visto en televisión, aún por encima de Mariano Grondona, de Berni, de Mauro y de Marcelo Araujo, fue expulsada de la programación habitual. Porque encima -y esto es hoy aplicable también a Showmatch- hay ciento sententa y muchos programas autorreferencialmente televisivos que se dedican a analizar (¡¡¡¡analizan, por Dios, analizan!!!!) los avatares de todo ese desperdicio mediático. Vergüenza debería darles, sobre todo a aquéllos que deciden los contenidos. Porque estoy seguro de que si esa porquería no hubiera sido puesta al aire, la gente no la pediría. Pero ahora ya está, ya sembraron la semilla de la chiquitez mental, y ahora la gente pide más, porque la chiquitez mental es cómoda. No pensar es cómodo. Y hacer programas de mierda, también. Es cómodo y muy, muy barato.

Hoy, el trono de la comodidad lo ocupa Marcelo. Único e irreemplazable. Montó un show que mezcla de todo y para todos los gustos menos el mío. Los hace bailar un minuto y once segundos, y pelearse como viejas conventilleras durante cuarenta. Doble B. Barato y Berreta. Y como no podía ser de otra manera, en esta oficina terminó siendo la metadona que reemplazó la heroína antes encarnada por Big Brother. La misma mierda con un olor parecido, pero diferente. Y me aburre. Me aburre ver TVR y que siempre haya algo de Tinelli, me aburre escuchar a medio mundo hablar de "la Escudero" y "la chocolatera" y apenas saber quiénes son. Me rompe las pelotas. No lo puedo evitar.

Hasta con las verdaderas ficciones quedo afuera de la conversación. En general, las de Canal 13 copan las preferencias de mis compañeros. El sodero de mi vida, El peluquero de mi abuela, Valientes, Cagones, Campeones, Perdedores...todas. No sé ni cómo hacen, pero las ven todas. A veces en simultáneo con otras cosas (una vez la probé a Nelly y le pregunté por dos programas que compiten en el mismo horario...¡y sabía qué había pasado en los dos!). Y eso que mis colegas tienen familia. Y están con sus hijos, y cocinan, y ordenan, y cogen. Probablemente, mientras hacen todo eso, nunca apaguen el televisor.

Salgo del offside cuando se habla de fútbol. Es decir, el lunes entre las diez y las diez y dos. Dos minutos de gracia. Nos reímos de los errores de transmisión de Araujo, comentamos algún que otro gol, y listo. No cuento acá las cargadas que alargan el rato de charla un poco más, porque ese es otro rubro. Con o sin TV, las tendríamos de todos modos.

Por último, me resulta desagradablemente sorprendente el nulo espacio que tiene la actualidad política en los LCD's de mis compañeros. Nada. Cero. Ni hablar de algo con contenido cultural. "¡Vade retro, zurdo intelectual! En mi televisor, jamás." Ni siquiera el pobre Gen Argentino (vituperiado por los snobs de café e ignorado por gran parte del resto del público) que, con todas sus limitaciones, introdujo algo de debate e Historia en el horario central de un canal de alto encendido. Acá, en mi laburo, tuvo menos repercusión que un concurso de belleza de una escuela rural de la Puna.

Ah, ganó San Martín. Jhm, mirá vos. ¿Cheeeee, vieron la pelea de Guido y Oggiiiiii? Resulta que...


lunes, 17 de mayo de 2010

Estrenando sponsor en el blog

Es un orgullo presentarles a mi nuevo sponsor, quien gentilmente diseñó el banner a pedido y gusto del autor del blog.

Centrojás, remeras con historia para los fanáticos del fobal.

Pasen y vean.

Saludos

(Mencionando el blog en tu pedido, tenés un 10% de descuento!!)

miércoles, 12 de mayo de 2010

Mariano y Lucila - Epílogo

Y bien, mis amigos. Hemos llegado al inesperado final de esta historia llena de idas, venidas, vueltas, rulos y espirales; miedos, vergüenzas, malentendidos, sobreentendidos, alegrías y tragos amargos. La vida misma, que le dicen.

Mario está trabajando en el banco y al parecer le va muy bien. Su jefe no deja de elogiarlo y se está hablando de un ascenso a la brevedad, con el que pasaría a tener veinte personas a cargo. Nada mal para un futuro padre.

Lucila luce feliz su embarazo de cinco meses y medio, radiante como nunca. En este momento la estoy viendo, hablando por teléfono con una sonrisa celestial. Mirarla es hermoso porque toda ella sonríe, desde sus ojos hasta su panza. ¡¡¡Cuánto dicen los ojos del estado de ánimo de uno!!! Los de ella no paran de brillar. En cualquier momento van a destellar al son de un "cling", al mejor estilo Simón el Agradable. Creo que siente la satisfacción de tener certezas donde las necesitaba, y eso la transformó en la mujer más feliz de la Torre Catalinas Plaza.

Podría decirse que la contracara de esta polaroid de felicidad es Mariano. Porque se quedó sin su chica, porque está solo, en el sentido occidental-judeocristiano-monogámico que nos envuelve a (casi) todos los nacidos y criados en esta cultura. Pero no. El topetazo lo llevó a una profunda reflexión y subsecuente modificación de la conducta. A los bifes: palo y a la bolsa. No más dudas, no más esperas; quizás porque cerró momentáneamente su corazón, a lo mejor porque no encontró otra Lucila, o tal vez, porque quiere divertirse un rato. Lo cierto, lo real, es que cuando se enteró de la noticia del embarazo de Lucila, le dio un abrazo que emocionó a Nelly, a Adela, a mi, a Gonzalo, al matafuegos, al paraguas que quedó de Mario (el de los papelitos) y a la fotocopiadora. Imposible sospechar mínimamente de falta de sinceridad. Era, probablemente, lo que le faltaba para terminar de asumir la pérdida.

Debo decir, para terminar, que después de contar su trunca historia de amor durante tanto tiempo, de hacerla nuestra sin que ellos se enteren, es muy lindo verlos llegar contentos a la oficina todos los días, aunque cada cual camine su propio camino.

jueves, 29 de abril de 2010

Blank

No me olvido y no me perdono. Hace bastante que tengo el blog en blanco por varios motivos. Últimamente estoy muy ocupado con dos cuestiones extra laborales: un proyecto por afuera de estas cuatro paredes que incluyen un microemprendimiento que quizás alguna vez vea la luz, y la facultad, que se ocupa de quemar mis pestañas en mi afán por salir de esta casilla aburrida llamada contabilidad. Pero por sobre todas las cosas, un importante pero -espero- momentáneo vacío creativo. Como dicen los escritores (los verdaderos), estoy atravesando un período de hoja en blanco.

Espero reencontrarme con algún tema de conversación bloguera a la brevedad...y más vale que así sea, porque estoy a punto de concretar un trato para tener mi primer sponsor. Pero claro está, sin entradas, no hay sponsor. Así es que me voy a tener que poner las pilas para contentar al auspiciante, a Vicky y María Laura que están preocupadas vía facebook, a mi mujer que me reta porque me dejo estar, y a mi veta literaria que se esconde histéricamente detrás de mi neurosis. Voy a releer los comentarios de Jonás que siempre me tira algún tema de charla para compartir entre todos.
De acá a pocos días retomamos el contacto, quizás con el epílogo de Mari(an)o y Lucila.

viernes, 9 de abril de 2010

Sobre monos y bananas

Muchos de aquéllos que detentan el poder en cualquier ámbito institucional tienen la costumbre (o necesidad) de dejar su huella torpe y ridícula tomando decisiones antipopulares y sin sentido. Uno de los casos más emblemáticos es la prohibición, en muchísimas oficinas porteñas, de la ingesta de la más noble y autóctona de las infusiones: el mate.

Si, señores. Aunque pueda parecer sorprendente, el mate en estas tierras rioplatenses está prohibido en muchísimas oficinas.

Como consumidor activo y entusiasta, durante los años de prohibición (1998-2000) sentía que mis derechos civiles estaban siendo injustamente avasallados, vejados carnalmente por un capricho Superior al cual no tenía acceso, ni siquiera para el debate. Cuando entré a trabajar acá, la veda supuestamente venía de la presidencia. Al parecer al Sr. Richard, -estanciero nacido en la provincia de Entre Ríos en 1950, que tres años después se fue a la Londres natal de sus padres a formarse como ciudadano respetable y que volvió a brindarnos toda su experiencia y sabiduría en el año 1978, dispuesto a colaborar con el desarrollo de nuestro país-, no le gustaba el mate. Y no le gustaba que sus empleados tomen mate. Fiel a su estirpe -pensaba yo- que veía al gaucho como un vago y al mate como su fiel compañero de haraganería. Empecé a tratar de buscar motivos válidos, al menos en apariencia, para sustentar tan ridícula proscripción (sobre todo, teniendo en cuenta que de gauchos haraganes no tenemos ni las boleadoras). ¿Por dónde podría venir?

- La bombilla: probable foco de infecciones. ¿No es más peligroso hablar con el teléfono de otro, portador de microorganismos capaces de penetrarnos por la boca y por la oreja?
- La yerba: ¿será su color verde cannábico que los pone nerviosos?
- El espíritu social: el mate, como sabemos, se toma acompañado. Se comparte. ¿Atenta esa virtud contra algún principio oficinístico?

Fuera lo que fuese, cualquier respuesta posible era insuficiente para justificar la restricción. Por eso, en octubre de 2000, me traje mi equipo de mate y sin preguntar, empecé el ritual. Nadie dijo nada, pero...todos aceptaron de buena gana participar de la ronda. Y cuando salió el tema obligado, ni Nelly, ni Cristina, ni nadie, recordaba el origen de la interdicción. Ni quién, ni cuando, ni por qué. Pasó Richard por mi escritorio, y no dijo ni mu. Y ahí me di cuenta. Todos los cañones apuntaron a Jorge, el gerente administrativo en ese momento y hasta dos meses después, cuando fue cesanteado en el marco de la Gran Crisis Nacional producto de las nefastas políticas del m*n*mismo y la alianza.
Fue un fantasma inventado por él. Adicto al café, a las botas militares y a las galletitas con mostaza (ya lo había mencionado en algún otro post), Jorge veía en el mate un enemigo vulgar de la moral y las buenas costumbres. Apelando a la anamnesis de Nelly, primera en entrar en esta empresa cuando en el sector administrativo sólo trabajaban ella y Jorge, llegó a recordar que un día él le prohibió tomar mate porque "a Richard no le gusta". Y tal como nos enseña la experiencia de los monos y las bananas que copiaré al final de esta entrada, sin saber ni cómo ni por qué, el mate quedó tácitamente excluido de la vida oficinística para los que fuimos llegando después.

Por suerte, un día uno de los monitos se rebeló y el más fiel representante de nuestra cultura popular y originaria se hizo presente para Nunca Más desaparecer.

Sobre monos y bananas

Supongamos que tenemos seis monos en una pieza. Del cielo
raso cuelga un racimo de bananas. Justo debajo de él hay una
escalera (como la de un pintor o un carpintero). No hace falta
que pase mucho tiempo para que uno de los monos suba las escaleras
hacia las bananas.


Y ahí comienza el experimento:


En el mismo momento enque toca la escalera,
todos los monos son rociados con agua helada.
Naturalmente, eso detiene al mono. Luego de un rato, el
mismo mono o alguno de los otros hace otro intento con el mismo
resultado: todos los monos son rociados con el agua helada
a poco que uno de ellos toque la escalera. Cuando este proceso
se repite un par de veces más, los monos ya están advertidos.
Ni bien alguno de ellos quiere intentarlo, los otros tratan de evitarlo,
y terminan a los golpes si es necesario.

Una vez que llegamos a este estadio, retiramos uno de los monos
de la pieza y lo sustituimos por uno nuevo (que obviamente
no participó del experimento hasta aquí). El nuevo mono ve las bananas
e inmediatamente trata de subir por las escaleras. Para su horror,
todos los otros monos lo atacan. Y obviamente se lo impiden.

Luego de un par de intentos más, el nuevo mono ya aprendió: si intenta
subir por las escaleras lo van a golpear sin piedad.
Luego, se repite el procedimiento: se retira un segundo mono
y se incluye uno nuevo otra vez. El recién llegado va hacia las
escaleras y el proceso se repite: ni bien la toca (la escalera), es
atacado masivamente. No sólo eso: el mono que había entrado
justo antes que él (¡que nunca había experimentado el agua helada!)
participaba del episodio de violencia con gran entusiasmo.
Un tercer mono es reemplazado y ni bien intenta subir las escaleras,
los otros cinco lo golpean. Con todo, dos de los monos
que lo golpean no tienen ni idea de por qué uno no puede subir
las escaleras. Se reemplaza un cuarto mono, luego el quinto
y por último, el sexto, que a esta altura es el único que quedaba
del grupo original.

Al sacar a éste ya no queda ninguno que haya experimentado
el episodio del agua helada. Sin embargo, una vez que el último
lo intenta un par de veces, y es golpeado furiosamente por los
otros cinco, ahora queda establecida la regla:
no se puede subir por las escaleras. Quien lo hace se expone
a una represión brutal.

Sólo que ahora ninguno de los seis tiene argumentos para sostener tal barbarie.

jueves, 8 de abril de 2010

20 mujeres para Javier (XII): Esas chicas peligrosas...

Curado del herpes, Javier salió de nuevo a la cancha ansioso por reducir su nivel de testosterona a valores normales. Sin ánimos de perder tiempo quiso ir a lo seguro, pero ligó un cuádruple rebote que lo dejó preocupado. Vivi, Caro, Adela y la modelo, por diferentes motivos (algunos diametralmente opuestos: "no quiero" vs. "te quiero demasiado") no estaban disponibles para un encuentro erótico express. Finalmente decidió que lo mejor sería poner todas las fichas en Belén, que estaba al caer. A pesar de tener una corazonada permanente de que "Cara de Corazón" era una chica altamente peligrosa. Almorzando unos tallarines con tuco de pollo en el patio de comidas de Galerías Pacífico, filosofó:

J: - Cara de corazón pertenece a ese reducido grupo de mujeres que está tan buena, que nunca se acuerda de vos aunque te haya visto cien veces. Es como si la belleza le produjera una lesión en el cerebro que le dispara una amnesia anterógrada severa justo antes de verte. Y hasta que no le decís quién sos, no te registra, pero te pone cara de "ayyy, qué vergüenza, perdoname" mientras trata de acordarse de dónde te conoce...No le pasó conmigo, obviamente, pero te la describo así para que te des una idea de qué clase de chica se trata. Podés tardar cinco minutos en enamorarte perdidamente de ella, y una vida entera tratando de olvidarla. Pero como dice mi tía Hilda, a cada santo le llega su San Martín. Esas chicas también se enamoran, y perfectamente podría pasarle conmigo.

OA: - ¡¡¡Momento!!!!...¿de qué estamos hablando en esta mesa?... Tengo muchas preguntas: ¿Vos estás enamorado? ¿Querés enamorarte? ¿Querés que ella se enamore?

J:- De relaciones. No. No. No. Pero por lo que te dije antes, creo que soy un firme candidato a engancharme. De hecho, en este receso obligado me encontré pensando en ella más de lo que imaginaba. Fui a todas las clases y cuando ella faltaba (casi siempre) tenía ganas de irme a la mierda. Y cuando fue, me tuvo en la cornisa de la histeria, me miraba, me sonreía, me guiñó el ojo, pero al terminar la clase se iba corriendo. Lo que decía del enamoramiento no es porque me quiera enamorar, sino porque estoy seguro de que esa relación podría transitar los caminos más pasionales, y prefiero que la expuesta sea ella, no yo. Quizás estoy delirando demasiado, yendo mucho más allá de lo que debería por lo que pasó hasta acá, pero lo cierto es que tengo unas ganas de romperla toda que no puedo más.

OA:- Llamala. Llamala ya. Invitala a tu casa y dale "paradelante".

No fue una buena idea. El llamado fue contestado con un frigorífico de palabras, espantosamente desinteresadas y astronómicamente distantes.

J: - Como te decía, es de ese tipo de chicas que cuando no le das pelota te buscan, te persiguen, te invitan, te miran, te hablan, te histeriquean y hasta te preguntan "¿cuando pensás darme un beso, vos?". Pero cuando les demostrás el mínimo interés en forma direca, cuando salís del sendero de la seducción sutil y vas a cabecear al área con arquero y todo, te sacan carpiendo. Ya lo viví con J. (la modelo rubia de la fiesta que me invitó a Olsen, ¿te acordás?). Listo, no me vuelven a enganchar. A la mierda la pendjea, no le doy más bola.

Firme de convicciones, la clase siguiente la saludó a la distancia mientras charlaba jocosamente con Luciana, otra compañera de teatro, casi tan linda como Belén pero con diez años más. Simple, menos enroscada en lo discursivo. Hablaron antes de la clase, hicieron un ejercicio juntos durante -ante la mirada celosa de Belén-, y cenaron después.

Lo único que no le gustó a Javier fue que a la mañana siguiente ella se vistió demasiado rápido. Le hubiera agradado pasar un rato más en la cama y sin ropa.

miércoles, 31 de marzo de 2010

Saludo de Nelly por la celebración de las Pascuas

Que la luz de Cristo los ilumine!!!

martes, 30 de marzo de 2010

Relaciones asimétricas

Cada vínculo está atravesado por una asimetría inevitable. Relaciones filiales, fraternales, laborales, amorosas e incluso amistosas, abrigan desigualdades que a veces son permanentes y otras momentáneas. Pueden fluctuar en función de las circunstancias y en determinados casos, la asimetría puede anularse transitoriamente.

Desde que entendí este concepto y lo incorporé a mi vida cotidiana, pude empezar a comprender la vida de otra manera. Me refiero a inscribir la idea de asimetría como una situación inevitable y no como la resultante de comparaciones odiosas ni juicios de valor. Las asimetrías están dadas muchas veces por razones naturales, como la relación paternal. Otras, por cuestiones culturales, como la de profesor-alumno o erudito-aprendiz. Pero las que atañen a esta entrada tienen que ver con las laborales y, especialmente, las relativas al mundo oficinesco.

La oficina es el reino de la asimetría. Tenemos asimetrías “formales” e “informales”, internas y externas, y según el caso, permanentes y temporarias. Con respecto a esto último, la asimetría puede limitarse a la resolución de un problema puntual independientemente de la posición en la organización (los IT saben sacar buen provecho en estos casos), el momento anímico de cada miembro, y muchas otras razones objetivas y subjetivas.

Las formales son de simple lectura y alcanza con ver el organigrama de una empresa u organización, verbigracia, el vínculo entre un gerente y sus subordinados, cualquiera con el cadete, o el Presidente con los demás. Dan lugar a innumerables abusos de autoridad y su correlato en el odio (justificado) del abusado. Pero, al entrar en conflicto con las asimetrías informales, es cuando se generan situaciones tensas e incómodas y pueden dar lugar a batallas dolorosas por el poder. El conflicto del que hablo lo encontramos en lugares en los que aquél que detenta el poder formal, no posee el informal. Jefes menos capacitados o capaces que sus subordinados, o con un carácter endeble, son carne de cañón para la configuración de este tipo de desigualdades. Recomiendo la serie “The Office” (versión estadounidense) para ver un excelente ejemplo de lo que menciono en este párrafo, especialmente el personaje encarnado brillantemente por Steve Carell (Michael Scott) y la valoración que sus empleados tienen de él.

En cuanto a las asimetrías externas, son fáciles de encontrar en la relación entre el vendedor y el comprador, y vecinas a ellos, el cobrador y el pagador.
Las primeras son obvias, el que quiere vender puede ser capaz de enterrar seis pies bajo tierra su dignidad con tal de hacerlo, y el que compra tiene la posibilidad de soltar su sadismo hasta donde el vendedor se lo permita. Es muy común que el vendedor tenga que adornar (léase coimear) al que compra para cerrar una operación, en lo que conforma, junto a los favores sexuales, el caso más acabado de la explotación de una relación asimétrica.
El caso de pagador-cobrador (o gestor de cobranzas para ser más exacto: el que tiene que llamar por teléfono para solicitar una fecha de pago) es muchas veces el ejemplo más hijo de puta de las relaciones asimétricas. A mi me tocó estar en los dos lugares. Cuando gestioné cobranzas, fui víctima de situaciones muy despersonalizantes. “llamame en veinte y te confirmo”…”todavía no tengo nada, llamame en veinte más”…así, un día entero. Con mi jefe atrás, los insultos no podían materializarse. Es increíble el poder que se atribuyen los pagadores. Poder sobre las finanzas de sus proveedores y sobre la salud de sus pares gestores de cobranzas. Es cierto que muchas veces responden a una política de bicicleta financiera de la organización a la que pertenecen, pero en unos cuantos casos, se detecta rápidamente que un halo de sadismo envuelve sus negativas a pagar. Algunos lo disfrutan, lo sé. Lo supe desde el momento en el que me otorgaron ese poder, cuando empecé a trabajar acá, encargado de la parte contable, compras y pago a proveedores. Venía de cobrar y pasé a pagar. Cuando recibí el primer llamado preguntando por la fecha de pago de una factura y sentí esa voz débil, frágil y condescendiente, debo admitir que se apoderó de mi un sentimiento resignificado como desagradable apenas lo intelectualicé. Una sensación de poder y de revancha. Lo anulé de inmediato, y decidí que no iba a ser ese turro que paga cuando quiere. De esa manera (y gracias a las saludables finanzas de la empresa) me gané la fama del mejor pagador del mercado. Y comprobé que suprimir una asimetría informal, externa, permanente y arbitraria, puede convertirse en una sensación agradable porque contribuye a una sociedad más justa.
Corto, pego y ajusto la última frase, para su relectura y reflexión: “Suprimir una asimetría arbitraria, puede convertirse en una sensación agradable porque contribuye a una sociedad más justa.” Esto es aplicable a cualquier situación de la vida cotidiana.
Si está en nuestras manos, hagámoslo. Aunque sea de vez en cuando.