jueves, 29 de abril de 2010

Blank

No me olvido y no me perdono. Hace bastante que tengo el blog en blanco por varios motivos. Últimamente estoy muy ocupado con dos cuestiones extra laborales: un proyecto por afuera de estas cuatro paredes que incluyen un microemprendimiento que quizás alguna vez vea la luz, y la facultad, que se ocupa de quemar mis pestañas en mi afán por salir de esta casilla aburrida llamada contabilidad. Pero por sobre todas las cosas, un importante pero -espero- momentáneo vacío creativo. Como dicen los escritores (los verdaderos), estoy atravesando un período de hoja en blanco.

Espero reencontrarme con algún tema de conversación bloguera a la brevedad...y más vale que así sea, porque estoy a punto de concretar un trato para tener mi primer sponsor. Pero claro está, sin entradas, no hay sponsor. Así es que me voy a tener que poner las pilas para contentar al auspiciante, a Vicky y María Laura que están preocupadas vía facebook, a mi mujer que me reta porque me dejo estar, y a mi veta literaria que se esconde histéricamente detrás de mi neurosis. Voy a releer los comentarios de Jonás que siempre me tira algún tema de charla para compartir entre todos.
De acá a pocos días retomamos el contacto, quizás con el epílogo de Mari(an)o y Lucila.

viernes, 9 de abril de 2010

Sobre monos y bananas

Muchos de aquéllos que detentan el poder en cualquier ámbito institucional tienen la costumbre (o necesidad) de dejar su huella torpe y ridícula tomando decisiones antipopulares y sin sentido. Uno de los casos más emblemáticos es la prohibición, en muchísimas oficinas porteñas, de la ingesta de la más noble y autóctona de las infusiones: el mate.

Si, señores. Aunque pueda parecer sorprendente, el mate en estas tierras rioplatenses está prohibido en muchísimas oficinas.

Como consumidor activo y entusiasta, durante los años de prohibición (1998-2000) sentía que mis derechos civiles estaban siendo injustamente avasallados, vejados carnalmente por un capricho Superior al cual no tenía acceso, ni siquiera para el debate. Cuando entré a trabajar acá, la veda supuestamente venía de la presidencia. Al parecer al Sr. Richard, -estanciero nacido en la provincia de Entre Ríos en 1950, que tres años después se fue a la Londres natal de sus padres a formarse como ciudadano respetable y que volvió a brindarnos toda su experiencia y sabiduría en el año 1978, dispuesto a colaborar con el desarrollo de nuestro país-, no le gustaba el mate. Y no le gustaba que sus empleados tomen mate. Fiel a su estirpe -pensaba yo- que veía al gaucho como un vago y al mate como su fiel compañero de haraganería. Empecé a tratar de buscar motivos válidos, al menos en apariencia, para sustentar tan ridícula proscripción (sobre todo, teniendo en cuenta que de gauchos haraganes no tenemos ni las boleadoras). ¿Por dónde podría venir?

- La bombilla: probable foco de infecciones. ¿No es más peligroso hablar con el teléfono de otro, portador de microorganismos capaces de penetrarnos por la boca y por la oreja?
- La yerba: ¿será su color verde cannábico que los pone nerviosos?
- El espíritu social: el mate, como sabemos, se toma acompañado. Se comparte. ¿Atenta esa virtud contra algún principio oficinístico?

Fuera lo que fuese, cualquier respuesta posible era insuficiente para justificar la restricción. Por eso, en octubre de 2000, me traje mi equipo de mate y sin preguntar, empecé el ritual. Nadie dijo nada, pero...todos aceptaron de buena gana participar de la ronda. Y cuando salió el tema obligado, ni Nelly, ni Cristina, ni nadie, recordaba el origen de la interdicción. Ni quién, ni cuando, ni por qué. Pasó Richard por mi escritorio, y no dijo ni mu. Y ahí me di cuenta. Todos los cañones apuntaron a Jorge, el gerente administrativo en ese momento y hasta dos meses después, cuando fue cesanteado en el marco de la Gran Crisis Nacional producto de las nefastas políticas del m*n*mismo y la alianza.
Fue un fantasma inventado por él. Adicto al café, a las botas militares y a las galletitas con mostaza (ya lo había mencionado en algún otro post), Jorge veía en el mate un enemigo vulgar de la moral y las buenas costumbres. Apelando a la anamnesis de Nelly, primera en entrar en esta empresa cuando en el sector administrativo sólo trabajaban ella y Jorge, llegó a recordar que un día él le prohibió tomar mate porque "a Richard no le gusta". Y tal como nos enseña la experiencia de los monos y las bananas que copiaré al final de esta entrada, sin saber ni cómo ni por qué, el mate quedó tácitamente excluido de la vida oficinística para los que fuimos llegando después.

Por suerte, un día uno de los monitos se rebeló y el más fiel representante de nuestra cultura popular y originaria se hizo presente para Nunca Más desaparecer.

Sobre monos y bananas

Supongamos que tenemos seis monos en una pieza. Del cielo
raso cuelga un racimo de bananas. Justo debajo de él hay una
escalera (como la de un pintor o un carpintero). No hace falta
que pase mucho tiempo para que uno de los monos suba las escaleras
hacia las bananas.


Y ahí comienza el experimento:


En el mismo momento enque toca la escalera,
todos los monos son rociados con agua helada.
Naturalmente, eso detiene al mono. Luego de un rato, el
mismo mono o alguno de los otros hace otro intento con el mismo
resultado: todos los monos son rociados con el agua helada
a poco que uno de ellos toque la escalera. Cuando este proceso
se repite un par de veces más, los monos ya están advertidos.
Ni bien alguno de ellos quiere intentarlo, los otros tratan de evitarlo,
y terminan a los golpes si es necesario.

Una vez que llegamos a este estadio, retiramos uno de los monos
de la pieza y lo sustituimos por uno nuevo (que obviamente
no participó del experimento hasta aquí). El nuevo mono ve las bananas
e inmediatamente trata de subir por las escaleras. Para su horror,
todos los otros monos lo atacan. Y obviamente se lo impiden.

Luego de un par de intentos más, el nuevo mono ya aprendió: si intenta
subir por las escaleras lo van a golpear sin piedad.
Luego, se repite el procedimiento: se retira un segundo mono
y se incluye uno nuevo otra vez. El recién llegado va hacia las
escaleras y el proceso se repite: ni bien la toca (la escalera), es
atacado masivamente. No sólo eso: el mono que había entrado
justo antes que él (¡que nunca había experimentado el agua helada!)
participaba del episodio de violencia con gran entusiasmo.
Un tercer mono es reemplazado y ni bien intenta subir las escaleras,
los otros cinco lo golpean. Con todo, dos de los monos
que lo golpean no tienen ni idea de por qué uno no puede subir
las escaleras. Se reemplaza un cuarto mono, luego el quinto
y por último, el sexto, que a esta altura es el único que quedaba
del grupo original.

Al sacar a éste ya no queda ninguno que haya experimentado
el episodio del agua helada. Sin embargo, una vez que el último
lo intenta un par de veces, y es golpeado furiosamente por los
otros cinco, ahora queda establecida la regla:
no se puede subir por las escaleras. Quien lo hace se expone
a una represión brutal.

Sólo que ahora ninguno de los seis tiene argumentos para sostener tal barbarie.

jueves, 8 de abril de 2010

20 mujeres para Javier (XII): Esas chicas peligrosas...

Curado del herpes, Javier salió de nuevo a la cancha ansioso por reducir su nivel de testosterona a valores normales. Sin ánimos de perder tiempo quiso ir a lo seguro, pero ligó un cuádruple rebote que lo dejó preocupado. Vivi, Caro, Adela y la modelo, por diferentes motivos (algunos diametralmente opuestos: "no quiero" vs. "te quiero demasiado") no estaban disponibles para un encuentro erótico express. Finalmente decidió que lo mejor sería poner todas las fichas en Belén, que estaba al caer. A pesar de tener una corazonada permanente de que "Cara de Corazón" era una chica altamente peligrosa. Almorzando unos tallarines con tuco de pollo en el patio de comidas de Galerías Pacífico, filosofó:

J: - Cara de corazón pertenece a ese reducido grupo de mujeres que está tan buena, que nunca se acuerda de vos aunque te haya visto cien veces. Es como si la belleza le produjera una lesión en el cerebro que le dispara una amnesia anterógrada severa justo antes de verte. Y hasta que no le decís quién sos, no te registra, pero te pone cara de "ayyy, qué vergüenza, perdoname" mientras trata de acordarse de dónde te conoce...No le pasó conmigo, obviamente, pero te la describo así para que te des una idea de qué clase de chica se trata. Podés tardar cinco minutos en enamorarte perdidamente de ella, y una vida entera tratando de olvidarla. Pero como dice mi tía Hilda, a cada santo le llega su San Martín. Esas chicas también se enamoran, y perfectamente podría pasarle conmigo.

OA: - ¡¡¡Momento!!!!...¿de qué estamos hablando en esta mesa?... Tengo muchas preguntas: ¿Vos estás enamorado? ¿Querés enamorarte? ¿Querés que ella se enamore?

J:- De relaciones. No. No. No. Pero por lo que te dije antes, creo que soy un firme candidato a engancharme. De hecho, en este receso obligado me encontré pensando en ella más de lo que imaginaba. Fui a todas las clases y cuando ella faltaba (casi siempre) tenía ganas de irme a la mierda. Y cuando fue, me tuvo en la cornisa de la histeria, me miraba, me sonreía, me guiñó el ojo, pero al terminar la clase se iba corriendo. Lo que decía del enamoramiento no es porque me quiera enamorar, sino porque estoy seguro de que esa relación podría transitar los caminos más pasionales, y prefiero que la expuesta sea ella, no yo. Quizás estoy delirando demasiado, yendo mucho más allá de lo que debería por lo que pasó hasta acá, pero lo cierto es que tengo unas ganas de romperla toda que no puedo más.

OA:- Llamala. Llamala ya. Invitala a tu casa y dale "paradelante".

No fue una buena idea. El llamado fue contestado con un frigorífico de palabras, espantosamente desinteresadas y astronómicamente distantes.

J: - Como te decía, es de ese tipo de chicas que cuando no le das pelota te buscan, te persiguen, te invitan, te miran, te hablan, te histeriquean y hasta te preguntan "¿cuando pensás darme un beso, vos?". Pero cuando les demostrás el mínimo interés en forma direca, cuando salís del sendero de la seducción sutil y vas a cabecear al área con arquero y todo, te sacan carpiendo. Ya lo viví con J. (la modelo rubia de la fiesta que me invitó a Olsen, ¿te acordás?). Listo, no me vuelven a enganchar. A la mierda la pendjea, no le doy más bola.

Firme de convicciones, la clase siguiente la saludó a la distancia mientras charlaba jocosamente con Luciana, otra compañera de teatro, casi tan linda como Belén pero con diez años más. Simple, menos enroscada en lo discursivo. Hablaron antes de la clase, hicieron un ejercicio juntos durante -ante la mirada celosa de Belén-, y cenaron después.

Lo único que no le gustó a Javier fue que a la mañana siguiente ella se vistió demasiado rápido. Le hubiera agradado pasar un rato más en la cama y sin ropa.