Muchos de aquéllos que detentan el poder en cualquier ámbito institucional tienen la costumbre (o necesidad) de dejar su huella torpe y ridícula tomando decisiones antipopulares y sin sentido. Uno de los casos más emblemáticos es la prohibición, en muchísimas oficinas porteñas, de la ingesta de la más noble y autóctona de las infusiones: el mate.
Si, señores. Aunque pueda parecer sorprendente, el mate en estas tierras rioplatenses está prohibido en muchísimas oficinas.
Como consumidor activo y entusiasta, durante los años de prohibición (1998-2000) sentía que mis derechos civiles estaban siendo injustamente avasallados, vejados carnalmente por un capricho Superior al cual no tenía acceso, ni siquiera para el debate. Cuando entré a trabajar acá, la veda supuestamente venía de la presidencia. Al parecer al Sr. Richard, -estanciero nacido en la provincia de Entre Ríos en 1950, que tres años después se fue a la Londres natal de sus padres a formarse como ciudadano respetable y que volvió a brindarnos toda su experiencia y sabiduría en el año 1978, dispuesto a colaborar con el desarrollo de nuestro país-, no le gustaba el mate. Y no le gustaba que sus empleados tomen mate. Fiel a su estirpe -pensaba yo- que veía al gaucho como un vago y al mate como su fiel compañero de haraganería. Empecé a tratar de buscar motivos válidos, al menos en apariencia, para sustentar tan ridícula proscripción (sobre todo, teniendo en cuenta que de gauchos haraganes no tenemos ni las boleadoras). ¿Por dónde podría venir?
- La bombilla: probable foco de infecciones. ¿No es más peligroso hablar con el teléfono de otro, portador de microorganismos capaces de penetrarnos por la boca y por la oreja?
- La yerba: ¿será su color verde cannábico que los pone nerviosos?
- El espíritu social: el mate, como sabemos, se toma acompañado. Se comparte. ¿Atenta esa virtud contra algún principio oficinístico?
Fuera lo que fuese, cualquier respuesta posible era insuficiente para justificar la restricción. Por eso, en octubre de 2000, me traje mi equipo de mate y sin preguntar, empecé el ritual. Nadie dijo nada, pero...todos aceptaron de buena gana participar de la ronda. Y cuando salió el tema obligado, ni Nelly, ni Cristina, ni nadie, recordaba el origen de la interdicción. Ni quién, ni cuando, ni por qué. Pasó Richard por mi escritorio, y no dijo ni mu. Y ahí me di cuenta. Todos los cañones apuntaron a Jorge, el gerente administrativo en ese momento y hasta dos meses después, cuando fue cesanteado en el marco de la Gran Crisis Nacional producto de las nefastas políticas del m*n*mismo y la alianza.
Fue un fantasma inventado por él. Adicto al café, a las botas militares y a las galletitas con mostaza (ya lo había mencionado en algún otro post), Jorge veía en el mate un enemigo vulgar de la moral y las buenas costumbres. Apelando a la anamnesis de Nelly, primera en entrar en esta empresa cuando en el sector administrativo sólo trabajaban ella y Jorge, llegó a recordar que un día él le prohibió tomar mate porque "a Richard no le gusta". Y tal como nos enseña la experiencia de los monos y las bananas que copiaré al final de esta entrada, sin saber ni cómo ni por qué, el mate quedó tácitamente excluido de la vida oficinística para los que fuimos llegando después.
Por suerte, un día uno de los monitos se rebeló y el más fiel representante de nuestra cultura popular y originaria se hizo presente para Nunca Más desaparecer.
Sobre monos y bananas
Supongamos que tenemos seis monos en una pieza. Del cielo
raso cuelga un racimo de bananas. Justo debajo de él hay una
escalera (como la de un pintor o un carpintero). No hace falta
que pase muchotiempo para que uno de los monos suba las escaleras
hacia las bananas.
Y ahí comienza el experimento:
En el mismo momento enque toca la escalera,
todos los monos son rociados con agua helada.
Naturalmente, eso detiene al mono. Luego de un rato, el
mismo mono o alguno de los otros hace otro intento con el mismo
resultado: todos los monos son rociados con el agua helada
a poco que uno de ellos toque la escalera. Cuando este proceso
serepite un par de veces más, los monos ya están advertidos.
Ni bien alguno de ellos quiere intentarlo, los otros tratan de evitarlo,
y terminan a los golpes si es necesario.
Una vez que llegamos a este estadio, retiramos uno de los monos
de la pieza y lo sustituimos por unonuevo (que obviamente
no participó del experimento hasta aquí). El nuevo mono ve las bananas
e inmediatamente trata de subir por las escaleras. Para su horror,
todos los otros monos lo atacan. Y obviamente se lo impiden.
Luego de un par de intentos más, el nuevo mono ya aprendió: si intenta
subir por las escaleras lo van a golpear sin piedad.
Luego, se repite el procedimiento: se retira un segundo mono
y se incluye uno nuevo otra vez. El recién llegado va hacia las
escaleras y el proceso se repite: ni bien la toca (la escalera), es
atacado masivamente. No sólo eso: el mono que había entrado
justo antes que él (¡que nunca había experimentado el agua helada!)
participaba del episodio de violencia con gran entusiasmo.
Un tercer mono es reemplazado y ni bien intenta subir las escaleras,
los otros cinco lo golpean. Con todo, dos de los monos
que lo golpean no tienen ni idea de por qué uno no puede subir
las escaleras. Se reemplaza un cuarto mono, luego el quinto
y por último, el sexto, que a esta altura es el único que quedaba
del grupo original.
Al sacar a éste ya no queda ninguno que haya experimentado
el episodio del agua helada. Sin embargo, una vez que el último
lo intenta un par de veces, y es golpeado furiosamente por los
otros cinco, ahora queda establecida la regla:
no se puede subir por las escaleras. Quien lo hace se expone
a una represión brutal.
Sólo que ahora ninguno de los seis tiene argumentos para sostener tal barbarie.
raso cuelga un racimo de bananas. Justo debajo de él hay una
escalera (como la de un pintor o un carpintero). No hace falta
que pase mucho
hacia las bananas.
Y ahí comienza el experimento:
En el mismo momento enque toca la escalera,
todos los monos son rociados con agua helada.
Naturalmente, eso detiene al mono. Luego de un rato, el
mismo mono o alguno de los otros hace otro intento con el mismo
resultado: todos los monos son rociados con el agua helada
a poco que uno de ellos toque la escalera. Cuando este proceso
se
Ni bien alguno de ellos quiere intentarlo, los otros tratan de evitarlo,
y terminan a los golpes si es necesario.
Una vez que llegamos a este estadio, retiramos uno de los monos
de la pieza y lo sustituimos por uno
no participó del experimento hasta aquí). El nuevo mono ve las bananas
e inmediatamente trata de subir por las escaleras. Para su horror,
todos los otros monos lo atacan. Y obviamente se lo impiden.
Luego de un par de intentos más, el nuevo mono ya aprendió: si intenta
subir por las escaleras lo van a golpear sin piedad.
Luego, se repite el procedimiento: se retira un segundo mono
y se incluye uno nuevo otra vez. El recién llegado va hacia las
escaleras y el proceso se repite: ni bien la toca (la escalera), es
atacado masivamente. No sólo eso: el mono que había entrado
justo antes que él (¡que nunca había experimentado el agua helada!)
participaba del episodio de violencia con gran entusiasmo.
Un tercer mono es reemplazado y ni bien intenta subir las escaleras,
los otros cinco lo golpean. Con todo, dos de los monos
que lo golpean no tienen ni idea de por qué uno no puede subir
las escaleras. Se reemplaza un cuarto mono, luego el quinto
y por último, el sexto, que a esta altura es el único que quedaba
del grupo original.
Al sacar a éste ya no queda ninguno que haya experimentado
el episodio del agua helada. Sin embargo, una vez que el último
lo intenta un par de veces, y es golpeado furiosamente por los
otros cinco, ahora queda establecida la regla:
no se puede subir por las escaleras. Quien lo hace se expone
a una represión brutal.
Sólo que ahora ninguno de los seis tiene argumentos para sostener tal barbarie.
Me encanto el experimento de los monos.
ResponderEliminarY me entristecio ver que nos hemos sometido a tantos golpes que nos han sacado las ganas de subir las escaleras por mas agua helada que haya.
Seguramente entre los oficinistas, entre mis clientes, entre los profesionales hay gorilones más que monos que siguen intentando meter miedo.
Por suerte, siempre hay un monito hábil que con el termito bajo el brazo se propone desafiar todas las reglas absurdas. Me alegra enormemente que estas nuevas monadas sienten un nuevo precedente y una manera de construir una nueva estructura, que nos haga olvidar viejas reglas que ni sabemos porqué respetamos.
Genial el post de hoy!
Genial apreciación de lo que es la "cultura organizacional" de cualquier empresa.A ver si no anarquizamos un poquito, aunque sea dentro de nuestras cabezas y empezamnos a preguntarnos el por qué de las cosas que nos dan como hechos! Auguro mas felicidad para todos de ese modo.
ResponderEliminarBravo por los pequeños actos de resistencia que hacen más feliz la vida oficinística!
ResponderEliminarMuy buen post.
Vea, en mérito a la brevedad: No hay atenuantes, ese ruido repugnante que suena al chupar de la bombilla es insostenible en la oficina. Luego cualquier ruido será admitido. Y usted ya se imagina lo que sigue...
ResponderEliminarEvolucionemos y dejemos la mamadera para el ámbito privado.
Y Coca-Cola tampoco!
Fíjese, Winter, que el ruido en el mate no es necesario. El buen tomador sabe cómo hacer para no provocarlo (evitando llegar al final), así como el buen bebedor de café sabe como tomarlo sin sorber con ruido el líquido contenido en su taza.
ResponderEliminarHay muchos bebedores de café que hacen ruidos asquerosos, y hasta donde yo sé, el café no está prohibido en ninguna oficina.
Muy bueno el post de hoy, aunque no se si hacía falta ser tan frontal exponiendo el ejemplo de los monos.
ResponderEliminarLos medios que tiene el poder normalizador de hacer cumplir ciertas reglas son bastante más sutiles que el rociado con agua helada.
Hay otro experimento que me gusta mucho:
En primer lugar, se intenta introducir un sapo directamente en agua caliente. No se puede, patalea.
En cambio, si lo introducimos en agua a temperatura ambiente y la empezamos a calentar lentamente el sapo nunca reacciona y termina cocinado.
Saludos,
Es asi, cuando entre a laburar habia ciertas cosas que no se podian hacer, durate un tiempo le das bola pero despues de un tiempo empezas a hacer la tuya.
ResponderEliminarOficinista, para cuando un tema de "Accidentes de oficina", el miercoles pasado, una compañera rodo por las escaleras, se hizo mierda la pobre y las reacciones de los distintos empleados fueron de lo mas insólitas. Pensalo (?)
Saludos!
fabuloso el experimento de los monos.. Felicitaciones por ser aquel valiente mono que llevo el mate de nuevo a la oficina : )
ResponderEliminarbeso!
Che pero jorge es un garca, que le calentaba que los demas tomaran mate ?
ResponderEliminarBuenisimo el post. Me gusta mucho el estilo. Tendrías que pensar seriamente en escribir cosas. Me acordaba del experimento de la pecera en la que se pone un vidrio en medio. El pez intentar pasar del otro lado sin éxito hasta que deja de intentarlo. Luego se retira el vidrio pero el pez no intenta pasarse.
ResponderEliminarEsto de reflexionar sobre los jefes me gustaba más antes...cuando no era también jefe...