miércoles, 1 de abril de 2009

Vía Crucis

En la boca de entrada siempre se arma un embotellamiento de carne humana, ya sea por algún octogenario allá adelante, o por la gente comprando algo al vendedor que se para justo al pie de la escalera. Cuando llueve se hace más insoportable todavía. Todos son lentos, y yo me mojo. Tengo la tarjeta monedero sobrecargada porque la cola en las boleterías rompe sus propios récords cada semana. ¿Dos molinetes rotos? ¿Cola para pasarlos? Pero claro, ¿de qué me sorprendo? El gentío es infernal, nadie sabe dónde tiene que pararse y se escuchan discusiones simultáneas por estupideces. Ese señor grita demasiado para esta hora de la mañana.

El diario. A caballo regalado no se le miran los dientes, aunque no puedo evitar pensar que este tiene colmillos. A ver qué dice. Nada. Como siempre.

“Línea B, con demora”. Encima los muy hijos de puta ponen el cartel con menos onda del mundo, te dan una noticia bien malhumorante y te lo dicen así. Los parlantes no sirven, seguramente están anunciando la demora pero lo único que se escucha es algo audible como el ruido blanco.

Qué bueno es viajar sentado a pesar de la demora, no sé si podría soportar la tortura de hacerlo ensardinado y corriendo el riesgo de ser víctima de algún punguista como le pasó a ese tipo ayer antes de bajarse en Malabia. Se dio cuenta tarde, empezó a gritar pero las puertas se habían cerrado con el caco y su billetera del lado de afuera… No, no, no, hay otros lugares, no se sienten acá…Mierda. ¿Tenían que sentarse al lado mío estas dos cogotudas? Ya las tengo vistas, se la pasan chusmeando y hablando una encima de la otra, no se escuchan, el objetivo no es dialogar, es escupir palabras. Sus maridos no deben darles ni cinco de pelota. El vendedor de objetos inútiles aprovecha las dos primeras estaciones para laburar, antes de que la horda proveniente de las decenas de transportes alternativos que convergen en Chacarita invada todos los vagones en una especie de reproducción adulta de la entrada de un recital de los Redondos. “¡En dos peso, nada máaaaaa…Para saborear en el viaje o llevar de regalo…” Se baja antes de ser parte de la marea humana sin vender un solo paquete de caramelos.

El sonido enlatado del ipod de la morocha me molesta, más que nada porque no logro adivinar qué está escuchando. Imagino que debe ser salsa o algún ritmo latino.

Qué reviente, carajo. Debe haber doce personas por metro cuadrado acá adentro…Me pisaron…¡mirá cómo me quedó el zapato! ¿Qué hace este con borceguíes en esta época del año?

Hay que estar muy enamorado o muy caliente para besarse así a esta hora en este lugar, también hay que tener cierta despreocupación por el exhibicionismo…son jóvenes, Señora, no los escrute tan prejuiciosa-envidiosamente. A esa rubia se le va a escapar una teta en cualquier momento. Ojalá. Ángel Gallardo. Hoy llego tarde y no me importa, no tengo nada que hacer a la mañana temprano más que los controles de siempre y leer Olé, creo que el domingo vamos sin cambios pero quiero ver qué dicen de la renuncia de Riquelme a la Selección. ¿Y ese olor? Mmmm...¿de quién es? El gordo. Seguro que es él, ahí se ve cómo se forma la mancha de transpiración en la axila. No lo culpo, la temperatura acá abajo supera por lo menos en diez grados a la exterior y encima el tipo debe haber corrido para alcanzar el subte. La puta madre, una embarazada. Le voy a dar el asiento, como siempre: hombre de más de 18 años y menos de 60, firme candidato a pararse. “Señora, siéntese” Bien por el pibe con pinta de cadete. Me ganó de mano, me vuelvo a sentar. Pasteur. Falta menos y la gente empieza a bajarse, más aire. Ya se escucha que en el otro vagón está la señora ciega que pide con un volumen de voz envidiable para cualquier orador, el problema es que cuando pase por al lado mío me va a aturdir. Igual le voy a dar un par de monedas, ese “¡clinck!” cuando caen en su jarrita de aluminio tiene un no-sé-qué que obra como purificador de conciencia. Carlos Pellegrini. Se baja la rubia y la teta no se le escapó. El gordo se baja atrás, en Florida ya voy a poder respirar usando mis narinas de nuevo. Lotería Solidaria, debería jugar alguna vez para buscar la posibilidad de sentir la satisfacción doble de ganar guita ayudando a los que más lo necesitan. Bueno, no sé si los que más, pero lo necesitan. Qué altruista me levanté hoy. Se baja la parejita, me preparo para abandonar este viaje endemoniado. Hoy me voy a comprar un yogur bebible en el kiosco de Bouchard y me lo tomo en el camino a la oficina.

Leando N. Alem. Nicéforo, para los amigos. Terminó el Vía Crucis, al menos por hoy.

5 comentarios:

  1. Yo estuve ahí. Buen retrato de las cosas que pasan en nuestra cabeza. Igual, es mucho mas lindo leerlo que vivirlo...

    ResponderEliminar
  2. Che, falto la foto de la rubia! jaja

    ResponderEliminar
  3. claro queremos ver a la rubia que no se le escapa la teta

    ResponderEliminar
  4. El más grande y único (creo yo) beneficio del subte es la velocidad.

    Bondi rules!!!

    ResponderEliminar
  5. La descripción es impecable (la moneda en el jarrito!!!), sólo agregaría la nueva moda: l@s insoportables que no escuchan música con auriculares. Como si viajar como sardina fuera poco, encima hay que bancarse a Calle 13 o una cumbia pedorra en cualquier momento del día (porque Joy Division no suena nunca...).
    Si alguno de los seguidores de este blog se propone como legislador y va a ocuparse de proteger los derechos a no escuchar música horrenda de los sufrientes viajeros que gustamos de leer o estudiar mientras viajamos me avisa.
    Slds, Miriam

    ResponderEliminar

Compartí tu punto de vista:

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.