- ¿Pero cómo hizo para llevarse la guita?
- Es un hijo de puta….el hijo de puta más lindo del mundo. ¿Sabés qué hizo? Después de que el jefe le arqueara la caja y le dejara el papel firmado, el Negro siempre tenía entre uno y dos minutos hasta que vinieran los monos. Llevó la caja a su escritorio y en un movimiento rápido hizo el Gran Cambiazo: se puso una idéntica sobre las rodillas (había comprado una igualita igualita el hijo de puta), le metió el vale firmado por el jefe sólo para cagarle la vida, lo cual era justo porque ese tipo era un soberano sorete, y la cerró con el candado de la caja original. Por las dudas, le había metido dos paquetes de polenta para imitar el peso. Cuando sacó la caja trucha metió la verdadera adentro de su bolso, el que traía con ropa para ir a jugar al fútbol después de la oficina. Vinieron los monos, llevó parsimoniosamente la caja con polenta a la bóveda, la metió en la caja de seguridad, cerraron con la triple llave y se fue. Se fue de la oficina. Se llevó el bolso y nunca más volvió.
- Tengo que ir a abrazarlo…
- Pará que termino de contarte. El hijo de puta jamás jugó al fútbol en su vida, estuvo llevando el bolso durante meses pero tenía ropa que así como llegaba a la oficina, volvía a la casa. Cuando fueron a la calle Juncal vieron que el número que había dejado ni seiquiera existía. No tenían un teléfono ni una dirección para ir a buscarlo, encima el primo se había muerto y no les quedaba un solo contacto en común para localizarlo. Estuvieron dos meses tratando de encontrar la forma de ubicarlo hasta que la secretaria del Gerente General del banco dijo haberlo visto andando en bicicleta en Quilmes, en un barrio obrero cerca de la avenida La Plata y Triunvirato. Mandaron a un detective ex-SIDE a investigar y lo encontró. El banco decidió primero mandar a Jorge para tratar de convencer al Negro de devolver la guita…imaginate. Se cagaron de risa juntos durante un buen rato y el Negro le contó todo con lujo de detalles. Después le mandaron a los monos pero volvieron con las manos vacías, no pudieron hacer nada. El Negro estaba tomando un mate en su jardín y cuando los vio llegar ni se mosqueó. Gritó “¡Panchoooo!” y salieron los cinco hijos, todos varones entre 22 y 16 años con mellizos incluídos, uno más grandote que el otro. El Negro les preguntó a los monos si necesitaban algo y los tipos sin contestarle, se fueron. El banco decidió dar la plata por perdida, no podían denunciar nada porque era guita negra, y usar la fuerza no parecía ser el mejor camino porque esas setecientas y pico de lucas verdes tenían un ejército suburbano custodiándolas. Así que la pusieron los socios de sus bolsillos...igual siguieron llenándose de oro, les debe haber llevado una semana recuperar la guita, pero el Negro….je, quehijodepúta….
- ¿Podemos ir a saludarlo?
- Bueno, pero dejame a mi primero, no sé si se acordará…
Fuimos. Yo sentía que iba a saludar a Elvis.
- Hola Negrito, ¿te acordás de mi?
- ¿Cómo no me voy a acordar de vos, mocoso, si sos el único hincha de Platense que conocí en mi vida?- Se levantó y abrazó a Marcelo, que durante esa demostración de afecto fue tan Grandioso como el Negro. Hablaron dos minutos, Marcelo miraba a todos lados como si tuviera miedo de que lo vieran con un fugitivo, como si los monos pudieran aparecerse de golpe, pero no pasó nada. Me lo presentó. Tratando de afirmar mi mano para que no se note mi temblequeo interno, emulé a Travolta en Pulp Fiction expresando su admiración a Winston "The Wolf" Wolfe:
- Es un hijo de puta….el hijo de puta más lindo del mundo. ¿Sabés qué hizo? Después de que el jefe le arqueara la caja y le dejara el papel firmado, el Negro siempre tenía entre uno y dos minutos hasta que vinieran los monos. Llevó la caja a su escritorio y en un movimiento rápido hizo el Gran Cambiazo: se puso una idéntica sobre las rodillas (había comprado una igualita igualita el hijo de puta), le metió el vale firmado por el jefe sólo para cagarle la vida, lo cual era justo porque ese tipo era un soberano sorete, y la cerró con el candado de la caja original. Por las dudas, le había metido dos paquetes de polenta para imitar el peso. Cuando sacó la caja trucha metió la verdadera adentro de su bolso, el que traía con ropa para ir a jugar al fútbol después de la oficina. Vinieron los monos, llevó parsimoniosamente la caja con polenta a la bóveda, la metió en la caja de seguridad, cerraron con la triple llave y se fue. Se fue de la oficina. Se llevó el bolso y nunca más volvió.
- Tengo que ir a abrazarlo…
- Pará que termino de contarte. El hijo de puta jamás jugó al fútbol en su vida, estuvo llevando el bolso durante meses pero tenía ropa que así como llegaba a la oficina, volvía a la casa. Cuando fueron a la calle Juncal vieron que el número que había dejado ni seiquiera existía. No tenían un teléfono ni una dirección para ir a buscarlo, encima el primo se había muerto y no les quedaba un solo contacto en común para localizarlo. Estuvieron dos meses tratando de encontrar la forma de ubicarlo hasta que la secretaria del Gerente General del banco dijo haberlo visto andando en bicicleta en Quilmes, en un barrio obrero cerca de la avenida La Plata y Triunvirato. Mandaron a un detective ex-SIDE a investigar y lo encontró. El banco decidió primero mandar a Jorge para tratar de convencer al Negro de devolver la guita…imaginate. Se cagaron de risa juntos durante un buen rato y el Negro le contó todo con lujo de detalles. Después le mandaron a los monos pero volvieron con las manos vacías, no pudieron hacer nada. El Negro estaba tomando un mate en su jardín y cuando los vio llegar ni se mosqueó. Gritó “¡Panchoooo!” y salieron los cinco hijos, todos varones entre 22 y 16 años con mellizos incluídos, uno más grandote que el otro. El Negro les preguntó a los monos si necesitaban algo y los tipos sin contestarle, se fueron. El banco decidió dar la plata por perdida, no podían denunciar nada porque era guita negra, y usar la fuerza no parecía ser el mejor camino porque esas setecientas y pico de lucas verdes tenían un ejército suburbano custodiándolas. Así que la pusieron los socios de sus bolsillos...igual siguieron llenándose de oro, les debe haber llevado una semana recuperar la guita, pero el Negro….je, quehijodepúta….
- ¿Podemos ir a saludarlo?
- Bueno, pero dejame a mi primero, no sé si se acordará…
Fuimos. Yo sentía que iba a saludar a Elvis.
- Hola Negrito, ¿te acordás de mi?
- ¿Cómo no me voy a acordar de vos, mocoso, si sos el único hincha de Platense que conocí en mi vida?- Se levantó y abrazó a Marcelo, que durante esa demostración de afecto fue tan Grandioso como el Negro. Hablaron dos minutos, Marcelo miraba a todos lados como si tuviera miedo de que lo vieran con un fugitivo, como si los monos pudieran aparecerse de golpe, pero no pasó nada. Me lo presentó. Tratando de afirmar mi mano para que no se note mi temblequeo interno, emulé a Travolta en Pulp Fiction expresando su admiración a Winston "The Wolf" Wolfe:
- Es un verdadero gusto conocerlo, Señor.
El Negro sonrió al borde de la risa, me palmeó el hombro y se despidió de los dos para seguir su charla con el gordo sindical, que también había sonreído ante mi demostración.
Marcelo no emitió una palabra en todo el camino de regreso a la oficina. Acompañé su silencio y cuando llegué me senté a escribir.
El chabón es un Robin Hood urbano de los 90. Distribución justa de la riqueza, eso es lo que hizo. Y el capitalismo especulativo trucho, tomó un poco de su propia medicina.
ResponderEliminarAguante!
Un crack el Negro. Toda persona que es contratada para laburar en negro, en una actividad económica más en negro aún, debería hacer algo parecido al menos una vez.
ResponderEliminarIncreíble...y es cierto a ellos les debe haber llevado solo una semana recuperar la plata...pero al menos transpiraron un poquito jajajaja
ResponderEliminarabrazo
Gus
un groso el negro charles! un aplauso para el.
ResponderEliminarMuy bueno!! la fantasía de todo banquero! beso
ResponderEliminarCLAP!CLAP!CLAP!
ResponderEliminardepie!
Por el RobinHoodismo y por el escrito..!!
Salud Amigo!
Me hiiirve la cabeza de dibujos cuando leo..!
Sale!
Abrazo