martes, 8 de septiembre de 2009

Casamiento

Ernesto se casó y decidió invitar a toda la oficina con parejas incluídas. Nuevamente fuimos todos, excepto Richard, que como ya había mencionado en otro post, no se mezcla con la plebe.

Primero la Iglesia. Muchos pseudoernestos y pseudoernestas de todas las edades, nos miraban con cara de "hola, soy pariente de Ernesto", nosotros desviábamos la mirada justo en el momento de producirse el contacto visual, para evitar el a veces molesto "hola qué tal, soy compañero de Ernesto de la oficina, soy un oficinista", "ah, hola, soy pariente de Ernesto", "pero si ya me di cuenta, Señora, con la cara de Ernesto que tiene"....

Muchos de nosotros conocimos a la Sra. Ernesto en el momento de ingresar blanca y radiante al sagrado recinto. La mayoría, sorprendidos por su belleza. Es que Ernesto no es una persona muy agraciada en lo que concierne a la belleza facial...es un culo, para ser sincero. Pero es un buen tipo y por lo que se ve, muy familiero. La Sra. Ernesto se ve realmente feliz y emocionada. El cura le dice Isabel, así es que deja de ser la Sra. Ernesto. Hay lluvia de arroz, como debe haber ocurrido en el civil. De nosotros, sólo Nelly se amontona entre los ernestos y los isabelos para arrojar cereales a los festejantes. Dice que trae suerte. Nos vamos en caravana al salón, que queda en la otra punta de Berazategui.

Mario llega detrás mío, puteando a la clase obrera residente en la zona porque se había perdido. Como si ellos tuvieran la culpa de que él se separara de la caravana para llegar más rápido...

Nos dieron dos mesas muy cerca de la principal, lo cual me pone muy incómodo. Ernesto nos dispensa un trato preferencial, mucho mejor que el que le da a los ernestos e isabelos, que son como ciento veinte. Mis colegas hablan estupideces, mi jefa cuenta que para el cumpleaños de su hija mayor quiso contratatar al mago Kakarulo pero no pudo porque le quería cobrar mil ochocientos pesos por quince minutos de ilusionismo. Le parecía una barbaridad. Y que en el casmiento de su mejor amiga estuvo el grupo Manhattan (pronúnciese Mn'jt'n) que cobra seis mil pesos por show. Re divino. Me importa un rábano sin cáscara, mamerta. Le digo a mi compañera que a la vuelta va a tener que manejar ella, que decidí ponerme en pedo.

La entrada es increíble, un vitel toné por el que no daba dos mangos, pero como estaba un poco famélico decidí probarlo. Terminé comiendo el mío, el de mi mujer, el de Nelly y el de Cristina. Ellas se lo perdieron.

Primera tanda de música. Mis estúpidas compañeras oficinistas se ponen a bailar como si tuvieran mucha onda, bordeando lo sexy, lo canchero y lo divertido. Ni se gasten, chicas. Yo las veo todos los días en la oficina, ustedes no son sexies, no son cancheras y por sobre todas las cosas, son aburridísimas. Termina Funkytown y nos sentamos.

Antes del plato principal, el momento emotivo. Los novios agradecen a todos y van llamando un representante de cada mesa. En las de los bananas microcéntricos se produce un silencio atroz y el nivel de tensión aumenta, porque nadie esperaba esto. Ernesto elige a Mariano, de mi mesa, y a Javo (su jefe), de la otra. Respiro aliviado mientras piden que cada uno de los 19 representates diga unas palabras breves. Dos Ernestos y tres isabelos se pasan de rosca y el momento emotivo dura exactamente 63 minutos. Menos mal que me me había clavado cuatro viteles. El plato principal es un pollo con una salsa marrón parecida al demi glace, pero no es. Está riquísimo y me como dos platos, el segundo no sé de quién era. Paralelamente le pido al mozo otra botella de Carcassone.

La siguiente tanda de música me revolvió todo el vitel toné. Arrancó con soportables aunque un poco aceleradas versiones de Provócame, No culpes a la noche, Ahora te puedes marchar y La gota fría con Moralito a la cabeza. Seguimos con Los Wawancó y Los Palmeras, y todo está bien. Pero enseguida arrancó un maxibloque de setevelatangas, de zarpalelalatas, de labarandaalechequelargases y un montón de guarradas más que en ese momento me provocan un poco de vergüenza, más que nada por los ernestitos e isabelitos que se enredan entre las piernas de los más grandes, esos que no paran de bailar y agitar los brazos a puro ritmo tropical...del Trópico de González Catán. Mi zona cerebral aburguesada me putea por haberla llevado a ese casamiento.

El vals. Sólo Nelly se acerca a bailar con Ernesto. Después obliga a Gabriel -su marido- a sacar a Isabel, que queda atrapada entre sus brazos mientras él le aclara al oído su identidad. Isabel le dice que sí con la cabeza e inmediatamente busca socorro en el primer pseudoernesto que se le cruza porque además de no conocerlo, Gabriel la pisó dos veces.

Momento de las sorpresas para los novios, preparadas por los felices y regordetes consuegros.

Primer acto: el mago Kakarulo.
Mi jefa me saca el Carcassone y se llena la copa. El espectáculo dura media hora y es un éxito total. Los ernestitos e isabelitos deliran.

Se hace una pausa de diez minutos con música de Kenny G. de fondo.

Llega el segundo acto: el grupo Manhattan (pronúnciese Mn'jt'n). Mi jefa va corriendo al baño. Todos bailan y todos cantan como en el Puente de Avignon. Así me gusta a mi.

Elijo seguir en pedo y descarto la diluyente glucosa en exceso que se ve sin necesidad de microscopio en las dos toneladas de crema chantilly que tiene la torta. La mesa dulce tiene muchos panqueques y helado. Varios oficinistas arman un blitzkrieg contra la mesa y se llevan platos combinados. Mario tiene los ojos rojos y medio achinados y no para de comer.

Carnaval carioca. Esta es la parte de la fiesta que me genera más ambivalencia. A veces me prendo, a veces me dan ganas de agarrar el matafuegos y rociarlos al grito de "¡la fiesta de la espuma, hijos de puta!". En este caso me quedo frente al Carcassone, mientras mi compañera me mira con cara de vamos. Veo a Nelly derrapando en la cola del trencito. Pasa la Lambada y cuando escucho lo primeros acordes de Samba de Janeiro, decido que es hora de irme.

Abrazo al novio, abrazo a la novia. Que sean muy felices y tengan muchos hijos, pero que ninguno sea oficinista.


4 comentarios:

  1. Excelente descripcion de tipico casamiento... son todos iguales,
    al menos no llegaste a la hora del copiladito dance y el nacional ochentoso

    PD: me la clavaste al angulo con lo del Blitzkrieg

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  2. "y agitar los brazos a puro ritmo tropical...del Trópico de González Catán"

    Jajajaja! Muy buena esa!!!

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  3. Yo tengo un problema terrible en los casamientos: Aunque no se crea, la cumbia tropical me da "vértigo". Si, "vértigo". Escucho dos temas seguidos y quedo hecho mierda... será demasiado elitista?? Y eso que soy negro! La cosa es que siempre quedo como el amargo que se sienta y nadie sabe que sería peor quedar como el pelotudo que se desmayó!!!

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