...haber visto esta película antes de seguir leyendo. No sólo para evitar que los spoilers arruinen una experiencia inigualable. Verla es una obligación para todo oficinista, y para todo aquél que no haya tenido el placer de disfrutar la que para mi fue la mejor película de una década repleta de películas geniales (The Usual Suspects, Se7en, The silence of the Lambs, The Big Lebowski, The Shawshank redemption, Pulp Fiction, Reservoir dogs y muchas, muchas más).
Anoche vi Fight Club (1999) por enésima vez. Una oda a la esperanza disfrazada de terrorismo, sangre y locura. Un canto a la vida oficinística, una ventana que llena de aire y luz el mundo esclavista del trabajo moderno que transcurre en boxes de paredes de durlock, ruidos de teléfonos y jefes idiotas funcionales a los intereses de otros, que nos recompensa con la posibilidad de pagar los gastos cotidianos que la vida nos demanda y, a los más afortunados, con la chance de saciar la sed de consumo ciego, fútil y automatizado.
La oficina mostrada en la película es como cualquiera y, si bien son varios los tramos que transcurren allí, no podemos (ni necesitamos) saber más de ella que lo poco que nos muestran. Un jefe tóxico y molesto (como todos), una política corporativa infame y delincuente, reuniones irrisorias y corbatas al pedo. Sin embargo, a diferencia de la vida misma, muchas cosas interesantes ocurren en ella. El curso de la relación entre el jefe y el protagonista no tiene desperdicio y despierta en mí las fantasías más deliciosas vinculadas a mi vida laboral.
Y ya que lo nombré, pasemos al protagonista. Edward Norton encarna a un oficinista triste, insomne, flaco, desgarbado y con poca onda que trabaja en una compañía de seguros. Nunca sabemos su nombre, es un NN, un don nadie, un solitario devorador de catálogos que para poder dormir recurre al dolor ajeno. Y en ese ámbito conoce a Marla, una perfecta desquiciada, una hermosa desequilibrada mental -aunque en el devenir de la historia nos vamos enterando que está menos "loca" de lo que parecía- que se enamora del NN...o no. Porque en realidad, se enamora de la personalidad oculta del protagonista.
Y ya que lo nombré, hablemos de Tyler Durden. Me gustaría saber qué oficinista no quisiera ser Tyler Durden. No "como Tyler Durden" sino Tyler Durden mismo. Diametralmente opuesto al oficinista tipo (y sobre todo al representado por Norton), Tyler es un anarquista pragmático hasta la médula ósea, habitante de una casa en ruinas, repleto de facha (Brad Pitt en su máximo esplendor), de onda, de inteligencia y de conocimientos "macgyverianos" que, esquizofrenia mediante, transformarán la vida del protagonista en un cuento digno de convertirse en fundador de la Nueva Mitología Occidental. El objetivo de Tyler no es el club (que dicho sea de paso, se llena de "white-collar workers") ni la pelea en sí misma: es dar una lección de vida al mundo, despertar a las almas dormidas pero sin sueños que pueblan el planeta sin entender demasiado qué pasa en él, o peor aún, que entienden pero no les importa o se sienten a gusto sin que nada les haga ruido. Y de paso, darle una buena patada en la ingle al sistema. Ahí donde más duele, pero despacio, de menor a mayor.
Cientos de Fight Clubs fueron formados en todo el mundo a partir de la película. Supe de uno en Villa del Parque, sobre la avenida Nazca, donde ahora funciona una perfumería. Luego de producirse la muerte de uno de sus miembros en pleno combate, el club se desarmó. Una pena, quizás perdimos la oportunidad de vivir el comienzo de una verdadera revolución de la mano de un Tyler Durden latinoamericano. De todos modos, no pierdo las esperanzas de encontrarme algún día con un oficinista que me muestre los dientes llenos de sangre e intente entablar una pelea en plena calle conmigo, para dejarse perder.
"La publicidad nos hace desear coches y ropas, tenemos empleos que odiamos para comprar mierda que no necesitamos. Somos los hijos malditos de la historia, desarraigados y sin objetivos. No hemos sufrido una gran guerra, ni una depresión. Nuestra guerra es la guerra espiritual, nuestra gran depresión es nuestra vida. Crecimos con la televisión que nos hizo creer que algún día seriamos millonarios, dioses del cine o estrellas del rock, pero no lo seremos y poco a poco nos hemos dado cuenta y estamos, muy, muy enojados."
NN/TD
Anoche vi Fight Club (1999) por enésima vez. Una oda a la esperanza disfrazada de terrorismo, sangre y locura. Un canto a la vida oficinística, una ventana que llena de aire y luz el mundo esclavista del trabajo moderno que transcurre en boxes de paredes de durlock, ruidos de teléfonos y jefes idiotas funcionales a los intereses de otros, que nos recompensa con la posibilidad de pagar los gastos cotidianos que la vida nos demanda y, a los más afortunados, con la chance de saciar la sed de consumo ciego, fútil y automatizado.
La oficina mostrada en la película es como cualquiera y, si bien son varios los tramos que transcurren allí, no podemos (ni necesitamos) saber más de ella que lo poco que nos muestran. Un jefe tóxico y molesto (como todos), una política corporativa infame y delincuente, reuniones irrisorias y corbatas al pedo. Sin embargo, a diferencia de la vida misma, muchas cosas interesantes ocurren en ella. El curso de la relación entre el jefe y el protagonista no tiene desperdicio y despierta en mí las fantasías más deliciosas vinculadas a mi vida laboral.
Y ya que lo nombré, pasemos al protagonista. Edward Norton encarna a un oficinista triste, insomne, flaco, desgarbado y con poca onda que trabaja en una compañía de seguros. Nunca sabemos su nombre, es un NN, un don nadie, un solitario devorador de catálogos que para poder dormir recurre al dolor ajeno. Y en ese ámbito conoce a Marla, una perfecta desquiciada, una hermosa desequilibrada mental -aunque en el devenir de la historia nos vamos enterando que está menos "loca" de lo que parecía- que se enamora del NN...o no. Porque en realidad, se enamora de la personalidad oculta del protagonista.
Y ya que lo nombré, hablemos de Tyler Durden. Me gustaría saber qué oficinista no quisiera ser Tyler Durden. No "como Tyler Durden" sino Tyler Durden mismo. Diametralmente opuesto al oficinista tipo (y sobre todo al representado por Norton), Tyler es un anarquista pragmático hasta la médula ósea, habitante de una casa en ruinas, repleto de facha (Brad Pitt en su máximo esplendor), de onda, de inteligencia y de conocimientos "macgyverianos" que, esquizofrenia mediante, transformarán la vida del protagonista en un cuento digno de convertirse en fundador de la Nueva Mitología Occidental. El objetivo de Tyler no es el club (que dicho sea de paso, se llena de "white-collar workers") ni la pelea en sí misma: es dar una lección de vida al mundo, despertar a las almas dormidas pero sin sueños que pueblan el planeta sin entender demasiado qué pasa en él, o peor aún, que entienden pero no les importa o se sienten a gusto sin que nada les haga ruido. Y de paso, darle una buena patada en la ingle al sistema. Ahí donde más duele, pero despacio, de menor a mayor.
Cientos de Fight Clubs fueron formados en todo el mundo a partir de la película. Supe de uno en Villa del Parque, sobre la avenida Nazca, donde ahora funciona una perfumería. Luego de producirse la muerte de uno de sus miembros en pleno combate, el club se desarmó. Una pena, quizás perdimos la oportunidad de vivir el comienzo de una verdadera revolución de la mano de un Tyler Durden latinoamericano. De todos modos, no pierdo las esperanzas de encontrarme algún día con un oficinista que me muestre los dientes llenos de sangre e intente entablar una pelea en plena calle conmigo, para dejarse perder.
"La publicidad nos hace desear coches y ropas, tenemos empleos que odiamos para comprar mierda que no necesitamos. Somos los hijos malditos de la historia, desarraigados y sin objetivos. No hemos sufrido una gran guerra, ni una depresión. Nuestra guerra es la guerra espiritual, nuestra gran depresión es nuestra vida. Crecimos con la televisión que nos hizo creer que algún día seriamos millonarios, dioses del cine o estrellas del rock, pero no lo seremos y poco a poco nos hemos dado cuenta y estamos, muy, muy enojados."
NN/TD
Muy buena peli.
ResponderEliminarA mi me enseño de chica que el trabajo muchas veces nada tiene que ver con la vida misma: trabajás en una oficina, pero despues de las 18.00 te matas a piñas con otros.
Algunas veces, y para algunas personas, la vida y el trabajo son dos cosas paralelas...
Saludos.
Hay que volver a la ROMA antigua!!!
ResponderEliminarLos ascensos se TIENEN que decidir a las TROMPADAS!!!!
Los DIOSES apoyan al mas FUERTE!!!
A las trompadas llegar a jefe, a las patadas a gerente, y abrirse el paso a cabezasos en la nariz para llegar a CEO!!!!
Esa es una vida que vale la pena.
Sr. Oficinista, quería invitarlo a que haga un relax y mostrarle la entrevista que le hemos realizado a Don Manuel García Ferré
ResponderEliminarhttp://elshowdelavida-gus.blogspot.com/2009/09/una-ilusion-detras-de-otra-ilusion.html
saludos amigo!
Anónimo: As´´i las oficinas estarían repletas de rubiers pelotudos, borrachos, fanfarrones y pedantes que se la pasarían cagandose a golpes para disimular su impotencia cuando en realidad, lo que quieren, es un buen revolcón con un grandote musculoso... pensalo
ResponderEliminar(Con esto no quiero decir que todos los rugbiers sean así. Por favor ahora no se me vengan a ofender!)
Anónimo: As´´i las oficinas estarían repletas de rubiers pelotudos, borrachos, fanfarrones y pedantes que se la pasarían cagandose a golpes para disimular su impotencia cuando en realidad, lo que quieren, es un buen revolcón con un grandote musculoso... pensalo
ResponderEliminar(Con esto no quiero decir que todos los rugbiers sean así. Por favor ahora no se me vengan a ofender!)
Gracias por los comentarios.
ResponderEliminarLoli, sin dudas la vida tiene otras vertientes más allá de la oficina. Lo más molesto es que tengamos que dejar tanto tiempo acá.
Anónimo: su mensaje me hizo reir mucho. En el caso de mi oficina, si nos manejáramos de esa forma, seguramente los de abajo estarían arriba y viceversa.
Fabián, coincido con tus apreciaciones. Yo también creo que el rugby tiene un componente sexual que de ser descubierto y onsensuado pondría a temblar a más de uno. Por dar un contraejemplo, en el tenis (deporte bastardeado por el "macho" promedio)los deportistas no se tocan ni se huelen los genitales...De todos modos, los rugbiers podrían tomar el poder, hasta que aparezcan los boxeadores. Y los boxeadores, hasta que vengan los kickboxers, y los kickboxers, hasta que vengan los luchadores de sumo, y ahí se acabó la historia. El oficinismo sería el reinado de los japoneses gordos.
Excelente e impecable post Oficinista.
ResponderEliminarEl segundo párrafo es soberbio.
Se me ocurre ahora que habría que hablar sobre el jabón como condensación o sublimación del deseo que permite la liberación del alma del NN/TD. Hay ahí además una conjugación de cuerpo y alma muy interesante.
Hay que ponerse a analizar el papel del jabón, he dicho.
Abrazo,
PD: La perspectiva es algo impagable, eh.
Ah, Loli querida.
ResponderEliminarLamentablemente que la vida y el trabajo sean dos cosas paralelas es lo que hace la existencia posmoderna tan inhumana o des-humana, para decirlo gráficamente.
Buen post, Ofi.
ResponderEliminarYo creo que lo que mas me pegó de esa película es que te demuestra que la única experiencia auténtica que nos queda como personas, es la del dolor. Una mierda, porque eso significa que es el sentimiento mas puro al que podamos acceder.
Sí, un bajón lo que escribí...
Hola L!. Sin dudas, el jabón ocupa un lugar muy importante en la película. El modo y fuente de obtención de la materia prima, el proceso de producción (anti-industrial) y los puntos de venta arman una divertida burla al sistema. Tampoco quiero olvidar los aportes de Tyler a la industria cinematográfica. Geniales.
ResponderEliminarBárbara: es muy cierto lo que decís, pero no creo que debamos deprimirnos. Si interiorizamos este mensaje, quizás podríamos ser más tolerantes hacia el dolor y la vida no sería un eterno devenir de cascotazos de realidad.
Algun dia voy a dejar la oficina, no quiero llegar a los 40 y seguir acá. Mi sueño no es andar boxeandome con todo el mundo, aunq amo los deportes de contacto como el Vale Tudo (recomiendo que YA pongan en youtube "valetudo" o "mma"), lo único q quiero es llegar a ser piloto y volar por el mundo... y si no me comformo con los vuelos de cabotaje (algo es algo). Tengo 24, creo q todavia estoy a tiempo. Y si llego a lograrlo voy a poder decir q tuve la vida q quise.
ResponderEliminarUn gran abrazo Ofinicinista, tu blog nos reprepresenta a muchos!
Sebastián, es bueno tener en claro que no querés ser un oficinista toda tu vida. Sólo te resta actuar en consecuencia.
ResponderEliminarY quedate tranquilo que la vida (a los 24) recién empieza!
Saludos
El problema no es que todos nos demos cuenta tarde de no haber intentado la vida que supuestamente queríamos (ser rock-star, el 9 de River, top-model, tener un bar en la playa, etc.) sino que no todos tenemos condiciones para hacer esas cosas.
ResponderEliminarEl sistema es una mierda, sí, y nos hace hacer y desear cosas muy pelotudas, pero también sepamos con-vivir con lo que cada uno supo conseguir.
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ResponderEliminarsemelokertes marchimundui