Como un penal vuelto a patear una y otra vez por invasión de área. Como un primer saque de tenis que roza la red y debe ser repetido. O como un arranque en falso en 100 metros llanos. Así estuvo Mariano durante años, amagando con animarse a declararle su amor a Lucila y quedándose en las puertas del cielo. Y encima, para colmo de males, para empeorar aún más las cosas, a sabiendas de la correspondencia amorosa. Él siempre (o casi) tuvo muy claro que los sentimientos eran mutuos. Pero por una fuerza interna, oscura y oculta, no supo ni pudo cruzar de vereda. Plantado en la avenida de los Cobardes, caminando por la sombra, desde la General Paz hasta el río, y no al revés.
En Marzo del año pasado Mariano empezó una terapia psicoanalítica. Consciente de su andar anodino, de sus eternas indecisiones y de su falta de carácter a la hora de afrontar sus propios sentimientos, y aconsejado por un amigo que cree que Freud vino al mundo a reemplazar a Jesucristo en cuestiones de fe. La terapia, aunque ortodoxa y por lo tanto muy lenta a la hora de encontrar resultados, hizo un rápido efecto en el plano del amor. Después de la tercera sesión, invitó a Lucila a tomar un café a la salida de la oficina porque quería charlar con ella. Fueron a Sabático, un lindo lugar en Córdoba y Reconquista, que tiene algunas mesas alejadas de la entrada, bien escondidas. Hablaron cinco minutos de oficinismo y tomando coraje, empezó el diálogo que tanto tiempo postergó.
- Creo que llegó la hora de que hablemos. De hablar de nosotros.
- ¿Nosotros?
Una simple pregunta, una simple palabra que se sintió como un uppercut bien conectado.
Le confesó todo. Desde aquél primer día, el día del Gran Incendio Nacional (2001), cuando la vio salir de la entrevista que la confirmó como compañera. Ese día Mariano sintió que ella era para él, sin conocerla. Hasta se dio el lujo de mechar la declaración con un jingle ochentoso que decía algo así como "te quiero, recién te conozco y te quiero, me gusta tu dulzura y te quiero, regalame tu ternura. Sos tan dulce y diferente que te quiero...casi sin conocerte". Pisando en tierra firme, la tierra de los jingles, ese juego que tanto les gustaba jugar. Le confesó que cada historia de amor de ella era una puñalada en su aurícula izquierda, y que las que él vivió, incluyendo la de Alexia, eran para él una parada previa a la estación terminal. Ella era la última estación de su vida, con ella, se bajaba del tren para siempre.
Así le salió todo. Cuando terminó el speech no podía creer que tuviera esa capacidad de transformar en palabras, analogías y metáforas melosas sus sentimientos hacia Lucila.
Ella lo dejó hablar sin pronunciar palabra. Casi diez minutos de silencio atento. Pensó bien todo lo que iba a decirle. Estaba enojada.
"Desde que pasó lo de Bruno puse mis ojos en vos. Durante años estuve esperando que pasara algo entre nosotros, soñando con tener la posibilidad de conocernos íntimamente, de tenernos más allá de la oficina, de los problemas y de todo. Pasé mil horas mirando mi celular y pensando en llamarte, viernes, sábados, domingos...Hasta me animé a besarte en lo que para mi era una oportunidad ideal para medir lo que nos pasaba. Yo me daba cuenta -no soy tan tonta- de que había una conexión fuerte entre nosotros, pero vos...siempre igual. Siempre ahí, pero no. Por momentos terminé creyendo que me histeriqueabas, que te divertías conmigo. Después terminé de entender que no era así, que simplemente no te animabas y decidí esperarte. Pero con el tiempo todo se fue apagando, te empecé a ver como un hombre muy indeciso, indefinido y hasta indefenso ante tu propia vida. Y ahí pensé '¿es esto lo que quiero para MI vida?' Te juro que me costó, Marian. Me costó horrores, pero empecé a dejarte ir. Y la verdad, espero que no lo tomes a mal, pero para mi ya te fuiste. Ya fuiste."
No pudo evitar que su enojo emergiera. Esas últimas palabras fueron demoledoras. Mariano hizo un intento más, desesperado. Le preguntó si estaba con alguien, para albergar alguna esperanza a futuro en caso de no prosperar lo que ella tuviera. Ella dudó, pero se sintió con todo derecho a decirle la verdad.
"Sí, estoy con alguien, aunque conociéndolo dudo que se transforme en algo serio. De todos modos, por ahora la estamos pasando muy bien, me divierto y me siento muy mimada. Él se preocupa por mí, está todo el tiempo atento...una verdadera sorpresa. Pero igual, Marian. Mejor olvidemos todo. Lo que debería haber pasado no pasó, y ya no va a pasar. Podemos seguir siendo amigos, o algo así, pero estar juntos, no. Eso no va a pasar. Es una decisión tomada. En lo últimos meses, alguna que otra vez, pensé que este momento podría llegar. Y nunca dudé que mi respuesta sería esta. Más allá de tus relaciones o de las mías."
Le dijo que lo sentía, agarró su cartera, y como hizo él aquélla vez que se encontraron en la expo de arte de Alexia y luego fueron a la casa de ella, le dio un largo, tierno y terminante beso en la frente. Y se fue, cerrando la puerta de Sabático del lado de afuera.
Al día siguiente Mariano entró a la oficina con su morral colgado del brazo derecho, y en la mano izquierda parecía llevar un imaginario trofeo por el primer premio a la peor cara del mundo. Nadie se atrevió a decirle nada excepto Mario, que ante mi sorpresa, después de saludarlo le ofrecio un café de la cocina.
Prendió su computadora, abrió el Outlook y le mandó un email a Lucila, necesitaba saber algo más.
En Marzo del año pasado Mariano empezó una terapia psicoanalítica. Consciente de su andar anodino, de sus eternas indecisiones y de su falta de carácter a la hora de afrontar sus propios sentimientos, y aconsejado por un amigo que cree que Freud vino al mundo a reemplazar a Jesucristo en cuestiones de fe. La terapia, aunque ortodoxa y por lo tanto muy lenta a la hora de encontrar resultados, hizo un rápido efecto en el plano del amor. Después de la tercera sesión, invitó a Lucila a tomar un café a la salida de la oficina porque quería charlar con ella. Fueron a Sabático, un lindo lugar en Córdoba y Reconquista, que tiene algunas mesas alejadas de la entrada, bien escondidas. Hablaron cinco minutos de oficinismo y tomando coraje, empezó el diálogo que tanto tiempo postergó.
- Creo que llegó la hora de que hablemos. De hablar de nosotros.
- ¿Nosotros?
Una simple pregunta, una simple palabra que se sintió como un uppercut bien conectado.
Le confesó todo. Desde aquél primer día, el día del Gran Incendio Nacional (2001), cuando la vio salir de la entrevista que la confirmó como compañera. Ese día Mariano sintió que ella era para él, sin conocerla. Hasta se dio el lujo de mechar la declaración con un jingle ochentoso que decía algo así como "te quiero, recién te conozco y te quiero, me gusta tu dulzura y te quiero, regalame tu ternura. Sos tan dulce y diferente que te quiero...casi sin conocerte". Pisando en tierra firme, la tierra de los jingles, ese juego que tanto les gustaba jugar. Le confesó que cada historia de amor de ella era una puñalada en su aurícula izquierda, y que las que él vivió, incluyendo la de Alexia, eran para él una parada previa a la estación terminal. Ella era la última estación de su vida, con ella, se bajaba del tren para siempre.
Así le salió todo. Cuando terminó el speech no podía creer que tuviera esa capacidad de transformar en palabras, analogías y metáforas melosas sus sentimientos hacia Lucila.
Ella lo dejó hablar sin pronunciar palabra. Casi diez minutos de silencio atento. Pensó bien todo lo que iba a decirle. Estaba enojada.
"Desde que pasó lo de Bruno puse mis ojos en vos. Durante años estuve esperando que pasara algo entre nosotros, soñando con tener la posibilidad de conocernos íntimamente, de tenernos más allá de la oficina, de los problemas y de todo. Pasé mil horas mirando mi celular y pensando en llamarte, viernes, sábados, domingos...Hasta me animé a besarte en lo que para mi era una oportunidad ideal para medir lo que nos pasaba. Yo me daba cuenta -no soy tan tonta- de que había una conexión fuerte entre nosotros, pero vos...siempre igual. Siempre ahí, pero no. Por momentos terminé creyendo que me histeriqueabas, que te divertías conmigo. Después terminé de entender que no era así, que simplemente no te animabas y decidí esperarte. Pero con el tiempo todo se fue apagando, te empecé a ver como un hombre muy indeciso, indefinido y hasta indefenso ante tu propia vida. Y ahí pensé '¿es esto lo que quiero para MI vida?' Te juro que me costó, Marian. Me costó horrores, pero empecé a dejarte ir. Y la verdad, espero que no lo tomes a mal, pero para mi ya te fuiste. Ya fuiste."
No pudo evitar que su enojo emergiera. Esas últimas palabras fueron demoledoras. Mariano hizo un intento más, desesperado. Le preguntó si estaba con alguien, para albergar alguna esperanza a futuro en caso de no prosperar lo que ella tuviera. Ella dudó, pero se sintió con todo derecho a decirle la verdad.
"Sí, estoy con alguien, aunque conociéndolo dudo que se transforme en algo serio. De todos modos, por ahora la estamos pasando muy bien, me divierto y me siento muy mimada. Él se preocupa por mí, está todo el tiempo atento...una verdadera sorpresa. Pero igual, Marian. Mejor olvidemos todo. Lo que debería haber pasado no pasó, y ya no va a pasar. Podemos seguir siendo amigos, o algo así, pero estar juntos, no. Eso no va a pasar. Es una decisión tomada. En lo últimos meses, alguna que otra vez, pensé que este momento podría llegar. Y nunca dudé que mi respuesta sería esta. Más allá de tus relaciones o de las mías."
Le dijo que lo sentía, agarró su cartera, y como hizo él aquélla vez que se encontraron en la expo de arte de Alexia y luego fueron a la casa de ella, le dio un largo, tierno y terminante beso en la frente. Y se fue, cerrando la puerta de Sabático del lado de afuera.
Al día siguiente Mariano entró a la oficina con su morral colgado del brazo derecho, y en la mano izquierda parecía llevar un imaginario trofeo por el primer premio a la peor cara del mundo. Nadie se atrevió a decirle nada excepto Mario, que ante mi sorpresa, después de saludarlo le ofrecio un café de la cocina.
Prendió su computadora, abrió el Outlook y le mandó un email a Lucila, necesitaba saber algo más.
y???? algo más??? que más Marian? perdiste el tren... típica que se dan cuenta tarde, y mira que las mujeres tenemos paciencia, los esperamos, nos animamos como el beso de Lucila, y él, "muerto", sin reacción, años de letargo, cuando reaccionaste es tarde Marian...
ResponderEliminarOficinista, nos volves a dejar un mes sin el final y te busco en el microcentro y te MATO!!!
Ojalá que tenga un final feliz, pero lo dudo... ella se desilucionó parece...
Besos y buen finde para todos
No......!!!!!!!!!!! garrón mal.... yo apostaba por un final feliz... pero Lucila me está tirando el final abajo... dale Lucila, media pila !!!!! Una oportunidad !!!!
ResponderEliminarMuy bueno el post :D
ay ay ay como se está poniendo esto...
ResponderEliminarnunca hiciste la famosa descripción física de los personajes, yo los imagino algo asi
Mariano: morocho, flaco algo alto, rulos pero pocos medio narigon y con barbita
Lucila petisa, chiquita, pelo por los hombros castaño, ojos miel hermosos y una sonrisa perfecta.
me acerco?
Nooooo...no se puede cortar ahi! Me hace acordar a "Todos contra Juan", veremos si el final es distinto.
ResponderEliminarQE PASOOOOOOOO?
ResponderEliminarNahuel, Lucila es muy parecida a lo que describís. Mariano es alto, es flaco, castaño, tiene una nariz normal y no usa barba.
ResponderEliminarque agotadorrrrrrrrrrrrrr... terminá con nuestra agonía OA, plis.
ResponderEliminarHola! Soy Lucila; y ando en busca de una historia... o de algún Mariano. Je!
ResponderEliminarMe emociona verte por acá, Verdurenka. Hace tanto que no sé nada de vos!
ResponderEliminarBesos!!!
¿Qué pasó? POR DIOS......¿¿¿¿QUÉ PASÓOOO????
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