No saben lo que me acabo de enterar...no digan nada, pero...si les cuento algo, ¿no van a decirle a nadie?...
Una institución. Pétrea e imparable. Eso es el chisme de oficina. Estuve recorriendo links en google y encontré muchos sitios que hablan de "cómo parar los chismes de oficina" y me inspiraron los mismos sentimientos que los libros que prometen la fórmula para ser millonarios. Mierda literaria. También vi un par de notas que hablaban de las bondades de los rumores de oficina, de lo necesarios que son para el funcionamiento de cierta dinámica “normal” dentro del trabajo. Sin examinar su rigor científico y más que nada por intuición, comulgo con esa idea.
El chisme forma parte indisoluble de nuestra cotidianeidad, es una necesidad cultural de este lado del Atlántico. De aquél, en algunas partes también. No sé (dudo) si en las oficinas de Japón, Corea del Norte o Bangladesh es tan necesario como lo es para nosotros. Pero acá, sin chisme no hay oficina.
Desde una noticia inofensiva y sin importancia como “che, recién fui a sacar fotocopias y a Silvana se le escapó una teta cuando quiso levantar algo del piso”, hasta los temidos rumores de despidos: “parece que lo echan a Jorge, tiene los días contados”. Pasando por todos los matices y tópicos posibles y atravesando inevitablemente, en forma activa o pasiva, a todos los miembros de una oficina.
Están los desperdigadores, los correveidiles (hermosa palabra en desuso, ¡gracias Quino!) representados en este caso y como ya se imaginarán, por todas las Nellys del mundo. Pero ojo, desmitifiquemos la cuestión genérica: el chisme no es cosa de mujeres. Y están los receptores. Ya sea para dar o para recibir, a todos nos gusta en mayor o menor medida que nos cuenten primicias. Cierto es que a veces por el contenido del chisme, su morbo o mal gusto, nos ponemos reticentes a recibirlos. Pero es la excepción. Cuando a uno le confían un chisme, lo ponen en un lugar de privilegio por lo menos durante unos minutos, hasta que el rumor corra como reguero de pólvora.
Hoy ocurrió. No saben lo que me acabo de enterar...no digan nada, pero...si les cuento algo, ¿no van a decirle a nadie?... Parece que se viene una reducción de personal fuerte. Y me salgo de la vaina por estar entre los elegidos.
Quizás la suerte me ayude.
Una institución. Pétrea e imparable. Eso es el chisme de oficina. Estuve recorriendo links en google y encontré muchos sitios que hablan de "cómo parar los chismes de oficina" y me inspiraron los mismos sentimientos que los libros que prometen la fórmula para ser millonarios. Mierda literaria. También vi un par de notas que hablaban de las bondades de los rumores de oficina, de lo necesarios que son para el funcionamiento de cierta dinámica “normal” dentro del trabajo. Sin examinar su rigor científico y más que nada por intuición, comulgo con esa idea.
El chisme forma parte indisoluble de nuestra cotidianeidad, es una necesidad cultural de este lado del Atlántico. De aquél, en algunas partes también. No sé (dudo) si en las oficinas de Japón, Corea del Norte o Bangladesh es tan necesario como lo es para nosotros. Pero acá, sin chisme no hay oficina.
Desde una noticia inofensiva y sin importancia como “che, recién fui a sacar fotocopias y a Silvana se le escapó una teta cuando quiso levantar algo del piso”, hasta los temidos rumores de despidos: “parece que lo echan a Jorge, tiene los días contados”. Pasando por todos los matices y tópicos posibles y atravesando inevitablemente, en forma activa o pasiva, a todos los miembros de una oficina.
Están los desperdigadores, los correveidiles (hermosa palabra en desuso, ¡gracias Quino!) representados en este caso y como ya se imaginarán, por todas las Nellys del mundo. Pero ojo, desmitifiquemos la cuestión genérica: el chisme no es cosa de mujeres. Y están los receptores. Ya sea para dar o para recibir, a todos nos gusta en mayor o menor medida que nos cuenten primicias. Cierto es que a veces por el contenido del chisme, su morbo o mal gusto, nos ponemos reticentes a recibirlos. Pero es la excepción. Cuando a uno le confían un chisme, lo ponen en un lugar de privilegio por lo menos durante unos minutos, hasta que el rumor corra como reguero de pólvora.
Hoy ocurrió. No saben lo que me acabo de enterar...no digan nada, pero...si les cuento algo, ¿no van a decirle a nadie?... Parece que se viene una reducción de personal fuerte. Y me salgo de la vaina por estar entre los elegidos.
Quizás la suerte me ayude.
Es verdad lo que dice Oficinista. La sensación de tener la primicia es indescriptible, aunque es efímera y al rato volvés a la monotonía de la rutina.
ResponderEliminarSaludos!
El chisme de oficina: excelente tema, Oficinista!
ResponderEliminarEs como la señora con ruleros barriendo la vereda que le pasa "data" a la vecina, pero con un charme empresarial.
En el fondo, la curiosidad, el hecho de poder fisgonear y enterarse de algun dato de la vida privada del otro es lo mismo en una oficina de Puerto Madero o en pantuflas en cualquier veredita de Mataderos o en la peluquería de Martita los sábados a la tarde. Y esa especie de voyeurismo para meternos en vidas ajenas, parece parte de la condicion humana.... y es tan divertido!
El chisme de oficina: excelente tema, Oficinista!
ResponderEliminarEs como la señora con ruleros barriendo la vereda que le pasa "data" a la vecina, pero con un charme empresarial.
En el fondo, la curiosidad, el hecho de poder fisgonear y enterarse de algun dato de la vida privada del otro es lo mismo en una oficina de Puerto Madero o en pantuflas en cualquier veredita de Mataderos o en la peluquería de Martita los sábados a la tarde. Y esa especie de voyeurismo para meternos en vidas ajenas, parece parte de la condicion humana.... y es tan divertido!
desde enero q estoy esperando ser victima de la reduccion de personal pero no hay caso... los meses pasan y yo sigo acá.
ResponderEliminar