Mariano quería saber si lo conocía, simplemente eso. Quería sacarse la pequeña duda que le quedaba, aunque en el fondo, después de atar cabos y analizar cada palabra pronunciada por Lucila en Sabático, su certeza era casi absoluta. Sólo necesitaba una confirmación de parte de ella. Pero obtuvo una respuesta fría y cortante: "No quiero hablar más de este tema con vos. Disculpame". Con estas palabras, Mariano cerró el tema Lucila para toda su vida, después de estar ocho años dando vueltas y no concretar. El cierre definitivo de la historia entre Mariano y Lucila, una novela cuyo tema principal sería la cobardía más que el amor, se produjo a mediados del año pasado. Pero para entender el detonante del final, la decisión de Lucila de abandonar el mundo platónico al que se sometió por esperar a Mariano, nos tenemos que remontar a Noviembre de 2008, unos cinco meses antes.
El tipo empezó a mandarle emails en esa época. Todos con la firme inteción de invitarla a salir, todos zalameros, aduladores de sus cualidades. Ella lo rechazó durante tres meses, sesenta días hábiles y trescientos mensajes. Pero un día se cansó. Se cansó de esperar, se cansó de estar sola, y se cansó de no darle la oportunidad que él se había ganado a fuerza de insistencia y de elevar su ego al nivel de las terrazas de las Torres Petronas. Eso, para una chica como ella, fue determinante.
Salieron varias veces, siempre a escondidas. Fueron al cine en Pilar, fueron a cenar, a dos recitales, y a una cata de vinos en el Alvear. Él, sorprendentemente caballeroso, no la avasalló y esperó el momento indicado, pero dejó muy en claro desde el principio que sus intenciones no pasaban por el plano amistoso. Ella lo aceptó y se dejó seducir, contra los prejuicios y los obstáculos que una relación como esa podrían presentarle. En enero se fueron juntos un fin de semana a Valeria del Mar y tuvieron su primer espacio amoroso. Mágico. Lucila tocó el cielo con las manos. No podía parar de reírse por la sorpresa, él acompañó la reacción con chistes que endulzaron el momento aún más. No fueron a la playa en todo el fin de semana y continuaron la relación en Buenos Aires, siempre ocultos, cada vez más enamorados. Todo se mantuvo en secreto hasta diciembre, unos días antes de la fiesta de fin de año. Decidieron irse a vivir juntos y la directiva de la empresa arregló un enroque con un banco grande para solucionar el enorme problema de tener una pareja dentro de la empresa. Dentro de diez días tendremos un compañero nuevo, y perderemos otro. Lo voy a extrañar.
Si bien la relación se mantuvo subrepticia para toda la empresa hasta hace poco, yo me enteré por casualidad hace ocho meses.
En Junio del año pasado tuve un asado en la casa de un amigo, en el barrio de San Cristóbal. Dado que el ritmo de ingesta de vino fue acelerado desde el principio, antes de la provoleta me hice una escapada hasta el supermercado "chino" de la vuelta para incrementar el stock etílico. Llegué a la caja y la chinita se demoraba en cobrarme porque hablaba con el verdulero muy alegremente, con un fuerte acento oriental pero empleando palabras bien proteñas y/o lunfardas. Era muy gracioso escucharla recriminarle con frases como "¡A vos no te gusta tlabajal, vos sos un chanta. Le voy a contal a tu viejo!" Esa demora me abrió las puertas al conocimiento. Cuando me dio el vuelto y encaré la puerta, me los choqué de frente. Venían tomados de la mano.
Los tres nos quedamos estupefactos, el silencio duró dos segundos. Él rompió el hielo con un natural "¿Qué hacés por acá, chavalín?". Me saludó como si nada. Mi reacción fue reirme a carcajadas. No lo podía creer. Les dije: "La verdad, no me lo hubiera imaginado nunca". Lucila se puso colorada y se quedó callada. Él me dijo "¿Viste? Nadie daba dos mangos por mí. ¿No?".
Mario. El de las Bromas Saladas. El bufón. El chistoso de la oficina. La cortejó durante meses y obtuvo su premio. Ella se dejó cortejar y terminó enamorada. Al parecer, Mario es todo un macho alfa que siempre toma el toro por las astas. Arregla los problemas eléctricos, de plomería y gas. Carga todo lo pesado. Cambia la goma del auto como de camisa. Hace los mejores asados y sabe cambiar pañales. No anda con vueltas. Es decidido y sabe bien qué es lo que quiere. Además, siempre logra robarle una sonrisa a Lucila, independientemente del estado de ánimo de ambos. Contra todos los pronósticos, la relación prosperó y los sentimientos mutuos crecieron sostenidamente hasta llegar a la decisión de compartir sus vidas.
Si tuviera que empezar a contar la historia hoy, quizás la titularía de otra manera, la enfocaría desde otro ángulo y terminaría siendo otra historia.
No me esperaba semejante batacazo. Cuando el relato empezó, hace más o menos un año, le decía a Mariano en la entrada "Las cosas que más me molestan": "Dale, flaco. Hace dos eras geológicas que estás recaliente con la piba, ella ya lo sabe, todos acá lo sabemos, su madre lo sabe, el guardia de seguridad lo sabe, Sócrates lo sabe…Dejate de joder y arrancá de una buena vez, porque parecen Mulder y Scully…te la van a birlar, y vas a ir a llorar a la Iglesia Universal del Reino de Dios."
Y así fue nomás. Se la birló el menos pensado.
en breve, el epílogo.
El tipo empezó a mandarle emails en esa época. Todos con la firme inteción de invitarla a salir, todos zalameros, aduladores de sus cualidades. Ella lo rechazó durante tres meses, sesenta días hábiles y trescientos mensajes. Pero un día se cansó. Se cansó de esperar, se cansó de estar sola, y se cansó de no darle la oportunidad que él se había ganado a fuerza de insistencia y de elevar su ego al nivel de las terrazas de las Torres Petronas. Eso, para una chica como ella, fue determinante.
Salieron varias veces, siempre a escondidas. Fueron al cine en Pilar, fueron a cenar, a dos recitales, y a una cata de vinos en el Alvear. Él, sorprendentemente caballeroso, no la avasalló y esperó el momento indicado, pero dejó muy en claro desde el principio que sus intenciones no pasaban por el plano amistoso. Ella lo aceptó y se dejó seducir, contra los prejuicios y los obstáculos que una relación como esa podrían presentarle. En enero se fueron juntos un fin de semana a Valeria del Mar y tuvieron su primer espacio amoroso. Mágico. Lucila tocó el cielo con las manos. No podía parar de reírse por la sorpresa, él acompañó la reacción con chistes que endulzaron el momento aún más. No fueron a la playa en todo el fin de semana y continuaron la relación en Buenos Aires, siempre ocultos, cada vez más enamorados. Todo se mantuvo en secreto hasta diciembre, unos días antes de la fiesta de fin de año. Decidieron irse a vivir juntos y la directiva de la empresa arregló un enroque con un banco grande para solucionar el enorme problema de tener una pareja dentro de la empresa. Dentro de diez días tendremos un compañero nuevo, y perderemos otro. Lo voy a extrañar.
Si bien la relación se mantuvo subrepticia para toda la empresa hasta hace poco, yo me enteré por casualidad hace ocho meses.
En Junio del año pasado tuve un asado en la casa de un amigo, en el barrio de San Cristóbal. Dado que el ritmo de ingesta de vino fue acelerado desde el principio, antes de la provoleta me hice una escapada hasta el supermercado "chino" de la vuelta para incrementar el stock etílico. Llegué a la caja y la chinita se demoraba en cobrarme porque hablaba con el verdulero muy alegremente, con un fuerte acento oriental pero empleando palabras bien proteñas y/o lunfardas. Era muy gracioso escucharla recriminarle con frases como "¡A vos no te gusta tlabajal, vos sos un chanta. Le voy a contal a tu viejo!" Esa demora me abrió las puertas al conocimiento. Cuando me dio el vuelto y encaré la puerta, me los choqué de frente. Venían tomados de la mano.
Los tres nos quedamos estupefactos, el silencio duró dos segundos. Él rompió el hielo con un natural "¿Qué hacés por acá, chavalín?". Me saludó como si nada. Mi reacción fue reirme a carcajadas. No lo podía creer. Les dije: "La verdad, no me lo hubiera imaginado nunca". Lucila se puso colorada y se quedó callada. Él me dijo "¿Viste? Nadie daba dos mangos por mí. ¿No?".
Mario. El de las Bromas Saladas. El bufón. El chistoso de la oficina. La cortejó durante meses y obtuvo su premio. Ella se dejó cortejar y terminó enamorada. Al parecer, Mario es todo un macho alfa que siempre toma el toro por las astas. Arregla los problemas eléctricos, de plomería y gas. Carga todo lo pesado. Cambia la goma del auto como de camisa. Hace los mejores asados y sabe cambiar pañales. No anda con vueltas. Es decidido y sabe bien qué es lo que quiere. Además, siempre logra robarle una sonrisa a Lucila, independientemente del estado de ánimo de ambos. Contra todos los pronósticos, la relación prosperó y los sentimientos mutuos crecieron sostenidamente hasta llegar a la decisión de compartir sus vidas.
Si tuviera que empezar a contar la historia hoy, quizás la titularía de otra manera, la enfocaría desde otro ángulo y terminaría siendo otra historia.
No me esperaba semejante batacazo. Cuando el relato empezó, hace más o menos un año, le decía a Mariano en la entrada "Las cosas que más me molestan": "Dale, flaco. Hace dos eras geológicas que estás recaliente con la piba, ella ya lo sabe, todos acá lo sabemos, su madre lo sabe, el guardia de seguridad lo sabe, Sócrates lo sabe…Dejate de joder y arrancá de una buena vez, porque parecen Mulder y Scully…te la van a birlar, y vas a ir a llorar a la Iglesia Universal del Reino de Dios."
Y así fue nomás. Se la birló el menos pensado.
en breve, el epílogo.
Nooooo...terrible final!!! Excelente la historia Oficinista!
ResponderEliminarUna vez me dijeron, una mujer te perdona si te sobrepasas pero no si te dormis (o algo asi era ja). Tal cual paso en esta historia.
Esperamos el epilogo...Saludos!
Qué buena frase, Jonás!!!!! Sabiduría al 100%.
ResponderEliminarCocodrilo que se duerme es cartera... aunque lo curioso es que a las mujeres en general las cateras nos gustan, je.
ResponderEliminarAhora nos queda el querido y leproso Javo. Y los epílogos, claro.
Saludos!
Muy buen final, Oficinista. Impensado.
ResponderEliminar"Las minitas aman los payasos
y la pasta de campeón"
UUUfff mira que vuelta de tuerca, la verdad me gusto este final.
ResponderEliminarMariano habrá aprendido, a fuerza de dolor pobre pero bueno... y Mario UN CAMPEON, la verdad mis felicitaciones, y sí las mujeres toleramos, PERO OCHO AÑOSSSSS! naaaaaaaaaaaah!
Saludos para todos.
Noooooooooooooooooooooooooooooo !!!! me quedé sin final feliz.... No lo puedo creer !!!!!!!!
ResponderEliminarPobre Mariano....
Aclaro... yo soy de las boludas que esperan.... jajaja....
Ya lo dijo ALDOUS HUXLEY
ResponderEliminarEl amor ahuyenta el miedo y, recíprocamente el miedo ahuyenta al amor. Y no sólo al amor el miedo expulsa; también a la inteligencia, la bondad, todo pensamiento de belleza y verdad, y sólo queda la desesperación muda; y al final, el miedo llega a expulsar del hombre la humanidad misma.
Que final por DIOS!!! Pero en parte era de esperar, él tardo demasiado y las mujeres esperan es verdad, pero no siglos, aparece alguien que te hace sentir valorada y querida y listo, el vueltero lo mandas a pasear, jaja, igual, como había dicho, no crei que fuera a tener final de novela... pero casi, con el tercero apareciendo en escena!! Un beso oficinista, me encanto!!
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