miércoles, 25 de febrero de 2009

Los cumpleaños

Cumpleaños en la oficina. Uno de los acontecimientos más incómodos que se pueden dar en este ámbito.

En muchas oficinas los cumpleaños no son festejados e incluso muchas veces el celebrante es apenas saludado por algún que otro compañero. De esos casos no me voy a ocupar ahora aunque he tenido la chance de vivirlos. Sí quiero hablar de las oficinas en las que estas fechas son celebradas con regalo para el agasajado incluído sin dejar de destacar que este escenario suele plantearse en oficinas con escaso personal, con una dinámica símil familiar.

¿Por qué incómodos?


Primero : en general, la recolección del dinero es un tema escabroso, porque tal está de vacaciones y su parte la tiene que poner otro, o porque la que la junta (Nelly, en mi caso actual) se enfermó de mononucleosis y nadie quiere hacerse cargo. Siempre hay un bemol que acompaña esta función y a veces no se llega a una solución a tiempo. Lo más salomónico en estos casos:


1) que la caja chica de la empresa funcione como organismo de crédito de los ausentes, y

2) que el que no recibió regalo a tiempo lo tenga en el cumpleaños siguiente.



Segunda incomodidad: el cumpleaños de un compañero indeseable. Si el sujeto en cuestión es odiado por todos y -sobre todo- ocupa un cargo con poder, la situación se complica aun más ya que nadie quiere ir a comprar el regalo, no se sabe qué regalarle, el que la junta está al horno porque no puede renunciar a su función sólo para un festejo, y juntarse para cantarle el feliz cumpleaños o brindar con el odiado es un verdadero dolor de encías. Solución:

1) el subordinado inmediato junta la plata y elige el regalo.
2) en la reunión, imponer dinamismo en el movimiento de gente. Es decir, propiciar la permanente "entrada-salida" de personas con diferentes excusas: "Voy al baño", "me suena el teléfono", "tengo que mandar un fax", etc. Cuando en una reunión la gente entra y sale sin cesar, se cae más rápidamente.



Tercera incomodidad: cumpleaños del "nuevo". Los interrogantes recurrentes alrededor de este acontecimiento suelen ser: "¿Qué hacemos, le regalamos algo o no? ¿Él recién entró y ya va a ligar? ¿Lo festejamos o no?"...

Solución (arbitraria) : se festejan los cumpleaños y se regala algo a todos los que pasaron el período de prueba de 3 meses que dispone la Ley 20.744 de Contrato de Trabajo. Si un cumpleaños cae antes de esa fecha, se celebrará el año siguiente.



Cuarta incomodidad: el Cisma Latente.


Llevo casi once años trabajando en esta oficina y a lo largo de este período presencié -más de dos veces- discusiones, peleas, insultos e improperios entre quienes defienden la Celebración a capa y espada y los que están repodridos de hacer algo que no quieren, obligados por la necesaria camaradería oficinística.

En estos casos hay dos opciones: se deja afuera a los separatistas (afuera de los regalos, afuera de los festejos, tanto de ellos como de los demás) y se continúa con la tradición, o se frena la costumbre hasta nuevo aviso.

El camino seguir depende del peso específico de los cansados, cuya fórmula surge de combinar de alguna manera que desconozco la cantidad de personas, el puesto que ocupan y (sobre todo) el carisma que tengan.


Conclusión: soy un convencido de que la solución está en manos de nuestros legisladores. Que voten la Ley de Cumpleaños Feliz en la que se intime a las empresas a pagar a cada empleado una asignación cumpleañeril de $ 200 y además se le otorgue un día de vacaciones a ser gozado en esa fecha, reduciendo la obligatoriedad de celebrar todos juntos y en familia.



Y problema resuelto.



lunes, 23 de febrero de 2009

Piratas cocineros

Hoy vine alunado y anarquista.

Trabajar en una empresa de "capitales extranjeros" me genera sobrepeso de cargo de conciencia. Al cotidiano planteo de hacer algo que no me gusta y que no beneficia en lo más mínimo a la humanidad (o que no ayuda a vivir en un mundo mejor) se le suma el espantoso resultado de la política de dividendos asumida por la casa matriz anglosajona que me paga el sueldo y que yo contribuyo a alimentar día tras día.


Se trata del plato principal de la cocina de estos tipos.
Me llevó unos años darme cuenta de la receta, pero finalmente la encontré y se las paso para que vean qué ingeniosos son a la hora de amasar (fortunas)


Frutos de ultramar con puré de países pobres.
(cantidad de comensales: una Asamblea de Accionistas)


Ingredientes:


- Países pobres con gobiernos neoliberales: 1

- Trabajadores calificados y ambiciosos: 4 a 6

- Paraíso Fiscal : 1

- Trabajadores calificados no ambiciosos: 20

- Trabajadores no calificados: 2

- Oficinas lujosas: 1

- Política de dividendos confiscatoria: 1

- un par de guantes blancos

- Una pizca de Capital Social


Preparación:


Antes de comenzar a preparar el plato, debe educarse a los trabajadores calificados a través de carreras universitarias basadas en mentiras disfrazadas de verdad científica. Es muy importante que los educandos se convenzan de dichos contenidos para garantizar el éxito del menú entre los comensales.


1) Fundar una sociedad anónima cuyo objeto social se relacione con el mercado financiero con una pequeña inversión a modo de capital social, y establecerla en una lujosa oficina en el microcentro porteño.

2) Seleccionar minuciosamente el personal, para no pasarse con el nivel de ambición, ni quedarse corto. Respetar las proporciones mencionadas según el tamaño de la empresa que se funda en el paso 1.


3) Aprovechar las ventajas de la legislación y el débil control de cualquier país pobre, y mezclar ambos ingredientes con el gobierno neoliberal facilitador del negocio durante unos años, hasta que el quebranto inicial se evapore. Notará que el número de la última línea del balance cambia de signo.

4) Colar los beneficios al personal que sean necesarios para eliminarlos paulatinamente de la mezcla. Sazonar con permisión de gastos ridículos a gerentes y directores. Pueden utilizarse rodados Audi, Mercedes Benz, Jaguar o BMW, como así también almuerzos diarios en restaurantes de Puerto Madero, con o sin clientes.

5) Separar en un bol mediano una suma suficiente para el pago de comisiones especiales eventuales. En el supermercado del barrio las encontrará con el nombre de "coimas".


6) Verter las siderales ganancias obtenidas año tras año en las arcas de una subsidiaria de la casa matriz ubicada en un paraíso fiscal, sin que se escape el contenido para evitar el molesto pago de impuestos, que una vez que se produce no puede eliminarse de la mezcla. Esta parte de la preparación es la más importante y puede durar muchos años.

7) Prestar mucha atención a la temperatura de la economía local (sobre todo el tipo de cambio), dado que una devaluación podría achicar la cantidad de dólares a girar al paraíso fiscal y de esta manera se reduciría el tamaño de las porciones para los comensales. En dicho caso, tramitar un giro de dividendos anticipado, que puede procesar gracias a lo mencionado en el paso 3.

8) Salpimentar a gusto y saborear con guantes blancos.

Servir tibio, acompañado por un buen vino.











jueves, 19 de febrero de 2009

Cuelgues de oficina (I)

Empecé a diagramar una mitología oficinística y la estoy plantenado al revés de las preexistentes. Al revés del pepino. (Me gusta decir "al revés del pepino" aunque no le veo ningún sentido...¿dónde está el revés de un pepino, del lado de adentro de la cáscara? ¿O es simplemente una cuestión morfológica? ¿Será entonces "onipep" el revés del pepino? ¿O será que hacer las cosas al derecho es hacerlas como el pepino y cuando hacés las cosas al revés las hacés al revés del pepino? En fin...)
La mitología:

El ser supremo, el dios, no va a ser una personalidad de mi agrado, ni alguien que brinde paz espiritual o nos dé una idea de totalidad y omnipotencia como los dioses conocidos. Al contrario, será alguien oscuro, aburrido, sin imaginación, que goce con la sola existencia del "mundoficina"; y será adorado por aquéllos que disfrutan de servir a la burocracia. Un ser triste y con un alma muy pequeña, pero con un no-sé-qué que lo constituya como líder supremo de los oficinistas practicantes.

No es nada fácil deificar esas características, pero hurgando entre las distintas posibilidades se me ocurrió que el dios de los devotos del oficinismo va a ser este mamerto.


El "anticristo", en cambio, debe ser alguien libre de espíritu, creativo, soñador, iluminado. Alguien que al ser mencionado nos transporte a un paisaje puro y bucólico, lleno de verde, flores, cascadas naturales con agua cristalina, el canto de muchos pájaros con ton y son y gente relajada usando túnicas blancas y nada abajo.

Luego de pensarlo un rato, llegué a la conclusión de que el último profeta de la Tierra es la antítesis del mundo oficinístico y será el Ángel Caído de esta nueva mitología.

lunes, 16 de febrero de 2009

Mariano y Lucila (I)

En la entrada "Las cosas que más me molestan (I)" dije:

"22) Que Mariano no le declare su "amor" de una buena vez a Lucila. Dale, flaco. Hace dos eras geológicas que estás recaliente con la piba, ella ya lo sabe, todos acá lo sabemos, su madre lo sabe, el guardia de seguridad lo sabe, Sócrates lo sabe…Dejate de joder y arrancá de una buena vez, porque parecen Mulder y Scully…te la van a birlar, y vas a ir a llorar a la Iglesia Universal del Reino de Dios."

A la luz de lo que está pasando en estos días, es un muy buen momento para empezar a contarles la historia de Mariano y Lucila; es un historia de amor con algunos elementos que no parecen estar en su lugar, pero ¿qué historia de amor digna de ser narrada tiene todo en su lugar?


El 20 de diciembre de 2001 fue un día muy conmovedor para todos en la oficina.
La caída de un gobierno que no representaba a nadie sacudió la decadente siesta política de la sociedad, y en mayor o menor medida, nadie quedó afuera del debate. Varios estaban exhultantes, llenos de adrenalina, y hasta se animaron a arrimarse a la Plaza al mediodía, justo antes del climax del estallido. Otros, en cambio, seguían los acontecimientos por tv o Internet (hacía un año que contábamos con ese privilegio en nuestras workstations) y entre ellos estaba Mariano. Había entrado a trabajar en la empresa unos meses antes y se encargaba de preparar reportes de operaciones bursátiles para la Gerencia General y el Directorio. No le interesaba demasiado la política pero sábía que de entenderla más y mejor, contaría en el futuro con una gran herramienta para su desarrollo profesional como economista.
Ni los palazos, ni las balas de goma, ni los ensangrentados, ni siquiera el llanto desconsolado de un coreano saqueado y luego suicidado lo conmovieron tanto como la chica que vio salir de la sala de reuniones junto a la gerente de Recursos Humanos. Se cruzaron durante tres segundos y sus miradas también. Adela y yo presenciamos esa intersección gracias a nuestras ubicaciones preferenciales y no necesitamos más para saber que algo se estaba gestando. Mariano se quedó duro con su nuez de Adán en ascensor mientras las otras dos -entrevistada y entrevistadora- se dirigían hacia la puerta, y luego, sin el más mínimo pudor (cosa muy extraña en él) le preguntó a la gerente quién era esa chica.

- Es la nueva secretaria del Señor Richard, empieza el lunes.

La expresión en el rostro de Mariano me hizo pensar que para equilibrar el exceso de energía que se había generado en su ser iba a tener que descamisarse en la esquina de 9 de Julio y Avenida de Mayo al son del

"Qué boludos,
qué boludos,
el Estado de Sitio
se lo meten en el culo".

Se sentó frente al monitor sabiéndose en sintonía con la coyuntura nacional: ese día era una bisagra en la Historia reciente del país y en su vida de oficinista.

jueves, 12 de febrero de 2009

Oficinistas Famosos

Hoy inauguro el espacio de oficinistas famosos, aunque claro está que ambas condiciones van inexorablemente separadas. Un oficinista nunca puede ser famoso mientras es oficinista, a no ser que se convierta en un asesino serial....pero en ese caso no hablaríamos de un famoso, sino de alguien "tristemente célebre".
El primer convocado a este rubro es el escritor y poeta uruguayo Mario Benedetti, un amigo de la casa, como me gusta catalogar a aquéllas personas que considero que hacen del mundo un lugar mejor.
Wikipediándolo, encontré que su nombre completo es Mario Orlando Hamlet Hardy Brenno Benedetti Farugia (?), y que nació en Paso de los Toros en 1920. Sus laudos como escritor son archiconocidos y sus obras literarias están entre las más leídas del Río de la Plata. Personalmente destaco Gracias por el fuego, La Tregua (cuya adaptación al cine significó la primera nominación a los premios Oscar de una película nacional) y El cumpleaños de Juan Ángel, lectura que tengo pendiente pero que menciono porque viene muy recomendada por mi homónimo amigo.
Pero lo que no todos saben es que Benedetti arrancó su vida laboral en una oficina y que es el único poeta del mundo que dedicó una obra a nuestra ¿causa? cuando en 1956 publicó Poemas de la oficina.
A propósito, encontré un pensamiento suyo que me dejó la cabeza girando como una perinola:
"Si mi intención fuera dar a este capítulo un color satírico, tendría que empezar diciendo que el Uruguay es la única oficina del mundo que ha alcanzado la categoría de república. Pero no sé hasta qué punto sería lícito tomar a la chacota uno de los aspectos más oscuramente dramáticos de nuestra vida nacional. Digámoslo pues en serio: El Uruguay es un país de oficinistas. No importa que haya también algunos mozos de café, algunos peones de estancia, algunos changadores del puerto, algunos tímidos contrabandistas. Lo que verdaderamente importa es el estilo mental del uruguayo, y ese estilo es de oficinistas. Todo el país piensa en términos de oficina."
¿Será una identificación (hasta hoy) inconciente lo que me genera tanto cariño por la República Hermana y Oriental?
Para cerrar, copio uno de sus poemas oficinísticos, para mi debería haberse llamado "Oda al Oficinista", pero se llama "Cosas de Uno", que no está nada mal:

Cosas de Uno
Mario Benedetti

Yo digo ¿no?
esta mano
que escribe mil doscientos
y transporte
y Enero
y saldo en caja
que balancea el secante
y da vuelta la hoja
esta mano crispada en el apuro
porque se viene el plazo
y no hay tutía
que suma cifras de otros
cheques de otros
que verdaderamente pertenece a otros
yo digo ¿no?
esta mano
¿qué carajo
tiene que ver conmigo?

lunes, 9 de febrero de 2009

Bromas Saladas (II) – El oficinista contraataca

Cuando me desperté el viernes de la semana antepasada y miré por la ventana confirmé la concreción del día lluvioso tan esperado y necesitado. Eso, y quizás algún sueño del que no me quedó registro completo, me transportaron a un episodio de la infancia relacionado con mi viejo.
Él es una de esas personas que cuando les llega el momento de decisión vocacional, tienen un tapón de cera en cada oído que les impide escuchar total o parcialmente el llamado del destino. En su caso, confundió “comediante” con “comerciante” y terminó vendiendo telas en el Once. Una verdadera lástima…creo que nos perdimos lo que podría haber sido el antecesor de Diego Capusotto. Bah, se lo perdieron todos menos yo (y algunos más) que lo podemos disfrutar cotidianamente.
Cuando yo era chico, muy chico, entre los dos y tres años, cada vez que llovía o estaba muy nublado, mi papá me hacía recitar juntos el siguiente poema:

El cielo plomizo
las nubes de plata
y todos abajo….
COMIENDO BATATA!

Lo más gracioso era verlo gesticular como lo hacen los niños de los grados inferiores de la Primaria en los actos del 9 de Julio, exagerando las entonaciones y prolongando los espacios entre verso y verso. Mis carcajadas, cuando llegaba a la parte de la batata, eran ensordecedoras. Me ponía todo rojo y se me hinchaba la vena del cuello de la misma manera que lo hacía cuando me enojaba. No me importaba haber escuchado cuarenta veces esos versos, para mi siempre eran la cosa más graciosa que existía en la faz de mi todavía pequeña Tierra.

Esperé ansiosamente que Nadia, la chica (ya señora) del tiempo, me diera la buena nueva por la mañana y me confirmara que esa tarde el clima continuaría tal cual estaba en ese momento: que vería llover, vería gente correr, y entre ellos estaría Mario. Así fue.
Me preparé mentalmente, necesitaría mucha suerte para que se cumpliera todo lo previsto y bastante cuidado de no ser descubierto en el momento de la preparación.
Al mediodía (no llovía) esperé a que Mario saliera a almorzar con sus amigos y me acerqué al paragüero popular que está en la puerta de la oficina, apenas escondido para que los visitantes no lo vieran. Verifiqué que, como cada día lluvioso, Mario hubiera traído su inconfundible paraguas. Ahí estaba, blanco y radiante. Recorrí y recogí de todos los escritorios mi arma mortal: la agujereadora .
Aquí, la primera intervención de la Diosa Fortuna jugó a mi favor: todas estaban repletas, a punto de estallar, como en cualquier oficina. Las fui pidiendo prestadas con el paraguas de Mario en la mano, y una por una, descargué sus contenidos adentro con la intención de que todos vieran lo que estaba haciendo. Suponía que el riesgo de ser delatado era nulo, de hecho, me sentía el Robin Hood del Humor Oficinístico. Los que entendían lo que estaba perpetrando me devolvían una mirada cómplice y agradecida, y los que no, eran simplemente citados a la puerta del edificio a la hora de salida para ver un arco iris blanco de alegría y de justicia.
Durante el día los nervios se apoderaron de mi por la intermitencia de la lluvia. Paraba, llovía, paraba, llovía…
A las seis menos cuatro minutos, hora en la que Mario deja la oficina cotidianamente, tomó su paraguas que estaba cerrado y abrochado, sin saber que contenía meses de papel picado de toda la empresa. Con el pretexto de ir al kiosco, bajé con él en un ascensor que extrañamente iba repleto; todos, incluso los que sabían lo que estaría a punto de ocurrir, portábamos una expresión circunspecta, como preocupada por la inclemencia del tiempo. Mis intestinos parecían un combate de culebras, un hormigueo me recorría todo el tracto digestivo pidiendo que el momento llegara ya...Y llegó.
Ni bien pisó la calle, con una multitud detrás esperando el glorioso momento, Mario abrió su paraguas encima de su hirsuta y crespa cabeza, y se desató un carnaval carioca sin fin que regalaba un efecto visual único, el blanco de su paraguas se continuaba con el papel picado –blanco- que no terminaba de caer nunca.
La gente se doblaba de la risa, no le importaba mojarse, no le importaba nada más que disfrutar del dulce y tibio sabor de la venganza, una venganza que fue de todos los que alguna vez fuimos víctimas del ácido y frío humor de Mario, que se sacudía y meneaba la cabeza con una pequeña sonrisa, en lo que yo interpreté como una mezcla de resignación y admiración por el plan perfecto que esta vez le tocó sufrir en carne propia.
Yo contemplé el acto desde adentro, del otro lado de la puerta giratoria. No me mojé, no me reí a carcajadas, sólo sonreí. Pero dentro mío había un homúnculo de tres añitos interrumpiendo la siesta de su mamá a pura risotada.

jueves, 5 de febrero de 2009

Las cosas que más me molestan (I)

Hoy estoy enojado porque me siento más aburrido que nunca, así que se me ocurrió enumerar, a modo de exorcismo, las cosas que más me molestan de venir a la oficina. Va a ser la primera lista de no sé cuántas más, ergo, si notan la falta de algo que debería estar, puede ser que lo encuentren incluído en la próxima entrada referida al tema.

Entonces, las cosas que más me molestan de venir a la oficina (I) son:

1) Venir a la oficina.


2) Que mis compañeros de zona estén con cara de culo, sobre todo las chicas que son las más asiduas abonadas, no sé por qué.


3) El perfume de Nelly. (38 años)
Nelly: Que tus padres te hayan puesto un nombre que te deja a contrapierna de tu generación no justifica que tengas que usar un perfume que se dejó de vender en La Franco Inglesa en el año 1947. Hay una gama infinita de Miyakes, de Diores, de Kenzos, de Gios, de Calvins y muchos, muchos más, que podrías probar…quizás alguno te gusta y evitás el ridículo. ¿Lo pensaste?


4) Que me quede impregnado el perfume de Nelly cuando me saluda a la mañana.
Nelly: por favor, tené en cuenta que cuando llego a la mañana, estoy en ayunas. Y tu perfume símil gas hilarante me revuelve el estómago y hasta me hace bajar la presión. Te voy a empezar a saludar de lejos.


5) Ir al baño y encontrar un excremento flotando en el inodoro.
Muchachos: nadie en la historia de la humanidad toda se ha lesionado un dedo por apretar el botón de la mochila. Sean buenos seres vivos, si ya se lo mandaron y ven que la mochila está rota, por lo menos bajen la tapa y pongan un cartel amarillo y negro que diga “BIOHAZARD”.


6) Encontrar botellas con once centímetros cúbicos de líquido (o menos) en la heladera. Eso me molesta en todos lados -no sólo en la oficina-, pero suele ocurrirme acá y siempre con la Levité, que es mi bebida favorita.


7) Que alguien vaya a la cocina y no me pregunte si necesito algo. Me molesta porque yo lo hago siempre. Exijo devolución de gentilezas.


8) Los que se van cuando faltan cuatro minutos para que se cumpla su hora de salida y lo hacen con cara de “qué clara que la tengo, mirá cómo me voy antes, jeje…” ¡¡¡¡TRIBILÍN!!!!!! Cuatro minutos le ganaste a la oficina, ¡¡¡¡¡CUATRO MINUTOS!!!!! ¡¡¡¡GIL DE GOMA!!!!


9) Todos los jefes tóxicos y todo lo que hacen, incluyendo su forma de hablar, de respirar, de supervisar, de caminar….de existir.


10) Que Silvana -la lameculos propiamente dicha- se ponga escotes exagerados cuando se va a encontrar con el jefe after office.


11) Que Silvana no se ponga escotes exagerados cuando no se va a encontrar con el jefe after office.


12) Trabajar de 9 a 18, aunque hoy por hoy mi horario es de 10 a 19….que también me molesta.


13) Que todos se rían a espaldas de Nelly por el perfume que usa.


14) Que me pidan cosas “para ayer”. Es más, que usen la expresión “para ayer” me rompe cristalinamente las pelotas. Si me decís “lo antes posible” va dar igual o mejor resultado, mequetrefe.


15) Que me espíen el monitor. Y la gran siete….debería existir una ley que considere ese acto soez como un delito punible con 3 días de arresto en cárcel común. Me encantaría verlo a Mario explicándole al Negro Bulón -capo del Pabellón de Barrabravas de Marcos Paz- que está de paso por la penitenciaría por espiar el monitor de un compañero de oficina en un edificio de Catalinas.


16) Que me vean venir desde el ascensor y ni siquiera amaguen con apretar el botón de apertura de puertas para que me lo pueda tomar.


17) Que no me pasen mensajes.


18) Que algunas chicas se toquen la cola mientras hablan cuando están paradas. ¿Qué te pasa? ¿Te pica? ¿Tenés miedo que te den una nalgada mientras hablás? ¿Te estás masturbando en secreto? Te estamos mirando …


19) Los opinólogos. En general no me molestan, pero en esta oficina donde todos creen que saben más que los demás de todos los temas del mundo, me infla las pelotas hasta convertirlas en sendos globos aerostáticos.


20) Las bromas pesadas de Mario, aunque el viernes pasado pequé de revanchista, pero eso mejor se los cuento otro día.


21) Los que hablan por teléfono como si estuvieran solos en el medio de la pampa húmeda y su interlocutor lo hiciera desde Europa .

22) Que Mariano no le declare su "amor" de una buena vez a Lucila. Dale, flaco. Hace dos eras geológicas que estás recaliente con la piba, ella ya lo sabe, todos acá lo sabemos, su madre lo sabe, el guardia de seguridad lo sabe, Sócrates lo sabe…Dejate de joder y arrancá de una buena vez, porque parecen Mulder y Scully…te la van a birlar, y vas a ir a llorar a la Iglesia Universal del Reino de Dios.


23) Que los que más ganan, y por ende más posibilidades tienen de pagar (cualquier cosa), sean los que tienen asignadas las cocheras de la oficina, mientras que los de más abajo tienen que pagar el estacionamiento cuando vienen en su Fiat Spazio o Gol 95 desde Ranelagh o Ramos Mejía.


24) Que Luisa esté enamorada de mi y no poder corresponderla ni en la noche de mi peor borrachera combinada con tres pastillas de éxtasis. No, Luisa, lo siento. Y de verdad me molesta que esto ocurra.

Continuará…

lunes, 2 de febrero de 2009

Los alcahuetes

Chupamedias, olfa, lamebotas, lameculos, jalabola (!), lamesuelas, jalamecate (!)...encontré muchos sinónimos para un significado que deja poco lugar a dudas. En todas las oficinas del mundo hay un ejemplar por lo menos, y mi parque de aburrimientos no es la excepción: tenemos dos, por si alguno se ausenta o se va de vacaciones.

El jalabolerismo es un ambiente laboral inculcado desde el ápice de una oficina. Si un jefe no quiere tener informantes simplemente no los tiene. En cambio, muchos jefes creen que un grupo de trabajo funciona mejor con una pizca de miedo y una dosis suficiente de desconfianza entre los miembros del equipo, ingredientes que asegurarán un piso de desempeño mayor o igual al de un clima distendido. Es un pensamiento típico de jefe tóxico. Imaginen cuán tóxico será el mío que logró ir más allá, creando un híbrido de panóptico maquiavélico al tener a todos sus subordinados bajo control, y a la vez, a sus informantes compitiendo y odiándose como dos contrafiguras de telenovela.
Divide, vigila y reinarás.

Los lamesuelas de mi trabajo responden a dos arquetipos diferentes:

a) El que está hace centurias trabajando acá, poco eficiente y muy poco inteligente, que cuenta solamente con dos “virtudes” para ofrecer a la empresa: contarle al jefe todo lo que pasa y llegar temprano.
b) La que se acuesta con el superior y después de consumar el acto resume lo acontecido en la vida diaria de la oficina. Estos ejemplares suelen durar menos que los anteriores por diversos motivos: se van a un trabajo mejor, se van a un área mejor, son ascendidas y no necesitan seguir entregando su cuerpo, o se enamoran de su jefe, la situación se torna incontrolable y el jefe se suicida luego de varios intentos de extorsión o directamente la mata y esconde el cadáver…

La relación entre ambos olfas es, desde el punto de vista de un observador, completamente desopilante. Comentarios lacerantes por doquier, chistes hirientes y permanentes invocaciones ofensivas a la condición del otro, hacen pequeños oasis de diversión en mis días monótonos.

Hace unos meses, uno de los días más fríos y aburridos en los miles de años que llevo acá, armamos una sociedad de hecho con Mario, el de las bromas saladas, para levantar un poco la temperatura. En un operativo simultáneo, yo le dije al lameculos inútil que la lameculos propiamente dicha estaría por renunciar, y Mario viceversa: le preguntó a ella si había escuchado algo de la posible renuncia de su competidor. Sabíamos que el inútil iría corriendo a susurrar la noticia el jefe en el momento, y también sabíamos que el jefe pasaría un rato con la propiamente dicha esa noche, porque ella había traido un escote exagerado y ropa interior de encaje y él había telefoneado a la mujer para avisarle que no iba a cenar a su casa (lo escuché por accidente).
Imaginé al jefe echándose un tenso polvo (no se lo iba a perder) para luego indagar, tratar de obtener información de alguna manera. Imaginé el momento de confusión cuando ella le dijera que el que estaba por renunciar era su competidor, imaginé que la ingesta de viagra había sido exorbitante y que combinada con la angustia de no entender y su sobrepeso, el tipo la quedaba ahí mismo…

Al día siguiente los tres estaban muy serios, de mal humor y callados, muy callados. Habían recibido una buena dosis de su propia medicina y no había lugar para represalias. El trabajo en equipo había dado excelentes resultados, aunque no fue suficiente para desarticular definitivamente la guerra fría oficinística, que al día de hoy continúa.