viernes, 22 de enero de 2010
Confesión
Debo reconocer que así tengan 4; 12 ó 33 años, los hijos de mis jefes siempre me cayeron mal y me parecieron unos malcriados, unos pavotes o unos idiotas, sin excepción.
jueves, 21 de enero de 2010
Un año
Hoy el blog cumple un año.
Es hora de agradecer a todos los que comparten este espacio conmigo, visitando y escribiendo entrada tras entrada. Son muchos y de varios países. Eso es lo que más me sorprende. Ver mucha gente que visita el blog desde Venezuela, España, EE.UU., México, Colombia, Perú, Chile, Guatemala, Panamá, Bolivia, Brasil, Uruguay, Reino Unido, República Dominicana, Canadá, India(!), Israel, Australia, Ecuador, Honduras, El Salvador, Costa Rica, y el más sorprendente de todos: Angola. Quizás me olvidé de alguno, de ser así, pido disculpas.
Es muy reconfortante poder contar con un espacio que me sirve para reconvertir el aburrimiento de la vida oficínistica en una creación narrativa, pero lo más importante de todo es saber que cuento con ustedes, que me ayudan a comprometerme día a día y me acompañan desde sus escritorios.
Gracias. De todo corazón.
Es hora de agradecer a todos los que comparten este espacio conmigo, visitando y escribiendo entrada tras entrada. Son muchos y de varios países. Eso es lo que más me sorprende. Ver mucha gente que visita el blog desde Venezuela, España, EE.UU., México, Colombia, Perú, Chile, Guatemala, Panamá, Bolivia, Brasil, Uruguay, Reino Unido, República Dominicana, Canadá, India(!), Israel, Australia, Ecuador, Honduras, El Salvador, Costa Rica, y el más sorprendente de todos: Angola. Quizás me olvidé de alguno, de ser así, pido disculpas.
Es muy reconfortante poder contar con un espacio que me sirve para reconvertir el aburrimiento de la vida oficínistica en una creación narrativa, pero lo más importante de todo es saber que cuento con ustedes, que me ayudan a comprometerme día a día y me acompañan desde sus escritorios.
Gracias. De todo corazón.
miércoles, 20 de enero de 2010
Me parece que nos están cagando
Una de las cosas que más me molestan de la vida oficinística (y laboral en general) es la falta de equilibrio de las variables que componen dicho escenario. Estamos revestidos de desequilibrios arbitrarios que, lamentablemente, legitimamos día a día con nuestra enorme capacidad de aceptación y resignación.
El desequilibrio que me está dando urticaria últimamente es la enorme desproporción entre los días de vacaciones y los días laborales a los que nos sometemos sin chistar desde siempre.
Estuve haciendo cuentas. Tomando los 365 días del año y los 14 de vacaciones normales (antes de cumplir los cinco años de antigüedad) resulta que sólo disponemos de un 4,11% de tiempo de descanso. Depurando un poco más las cifras, si tomo los días laborales (242) y los hábiles de vacaciones (10) me da el mismo número (4,13%).
Si aplicáramos el mismo porcentaje a la jornada laboral, resulta que deberíamos trabajar 23 horas por día.
¿Por qué tenemos un 66,67% de descanso diario - 16 horas- y un 4% anual? ¿Por qué no tenemos por lo menos 3 meses de vacaciones? Digamos 2, para no ser tan anarquista. Dos meses de descanso y diez de trabajo. Y que lo hagan también los presidentes, los gerentes, los directores y los alcahuetes. Todos por igual. Dos meses por año.
Hagamos una revolución de una vez por todas y los accionistas -esos que no trabajan- que la tengan un poquito adentro de una buena vez.
El desequilibrio que me está dando urticaria últimamente es la enorme desproporción entre los días de vacaciones y los días laborales a los que nos sometemos sin chistar desde siempre.
Estuve haciendo cuentas. Tomando los 365 días del año y los 14 de vacaciones normales (antes de cumplir los cinco años de antigüedad) resulta que sólo disponemos de un 4,11% de tiempo de descanso. Depurando un poco más las cifras, si tomo los días laborales (242) y los hábiles de vacaciones (10) me da el mismo número (4,13%).
Si aplicáramos el mismo porcentaje a la jornada laboral, resulta que deberíamos trabajar 23 horas por día.
¿Por qué tenemos un 66,67% de descanso diario - 16 horas- y un 4% anual? ¿Por qué no tenemos por lo menos 3 meses de vacaciones? Digamos 2, para no ser tan anarquista. Dos meses de descanso y diez de trabajo. Y que lo hagan también los presidentes, los gerentes, los directores y los alcahuetes. Todos por igual. Dos meses por año.
Hagamos una revolución de una vez por todas y los accionistas -esos que no trabajan- que la tengan un poquito adentro de una buena vez.
martes, 19 de enero de 2010
La mejor entrevista de trabajo de la historia del cine
Discuplen la versión en inglés sin subtítulos, si no se entiende pueden verla traducida al español ibérico acá.
Las entrevistas
Nunca me llevé bien con las entrevistas y pocas veces con los entevistadores. Conozco gente a la que le encanta ser entrevistada, un poco por narcisismo y otro poco porque son la puerta de entrada a nuevo trabajo. Digo narcisismo porque para el ciudadano raso, alejado de la farándula o de la vida pública, es la única chance de ser protagonista de un reportaje: en la entrevista podemos estar horas hablando de nosotros mismos sin saber nada del otro, así como el reporteado nada sabe del reportero. Y nos preguntan de todo...
El problema de las entrevistas radica muchas veces en su contenido, otras en las formas y muchas en los entrevistadores. Y luego de haber atravesado no menos de cien a lo largo de mi vida laboral, recogí algunas situaciones dignas de ser contadas en el blog:
1) Una vez, a mediados de la década de los '90, tuve una entrevista en el Banco de Quilmes. (q.e.p.d.) recomendado por uno de mis profesores. La entrevistadora (una especie de Señorita Rottenmayer pero con escote) me preguntó "cómo es un día normal en tu vida". Seleccioné todas las acciones rutinarias y planas de mi cotidianeidad y se las listé ordenadamente. Me preguntó si hacía otras actividades y se me ocurrió decirle que iba a la cancha a ver a mi equipo, pensando que iba a ser el fin del tema y pasaríamos a cuestiones relacionadas con mis aptitudes, pero no. Quiso saber de qué cuadro era y para mi asombro, ella resultó ser hincha fanática del cuadro rival (San Lorenzo de Almagro). No volvieron a llamarme.
2) Entrevista para el Banco de Galicia para un puesto administrativo en una sucursal (mi experiencia para ese entonces me avalaba de sobra). Me dieron un formulario para completar con mis datos y una de las preguntas era "¿Qué religión profesa?". Un poco enojado le pregunté a la empleada que me lo dio por qué preguntaban eso y asustada llamó a su superior, quien me dijo que si no quería no la contestara. La contesté igual, pero tampoco volvieron a llamarme.
3) Entrevistado en la gerencia financiera del Banco Tornquist (también desaparecido) el Gerente me preguntó de todo, durante media hora hablamos en una especie de test distendido de cuestiones financieras, cálculo y administración de fondos, contesté todo como si hubiera estudiado de memoria lo que me iba a preguntar, el alumno perfecto. La atmósfera era netamente favorable pero después quiso saber si tenía novia. Le dije que sí y pasó rápidamente a las condiciones de contratación, que resumió en un minuto y medio. Todo terminó ahí. A los dos años el banco fue fagocitado por otro.
4) Una vez me llamaron para una serie de entrevistas en una consultora de empresas, nunca entendí bien a qué se dedicaban. La primera duró seis horas y era grupal. Tuvimos que contestar preguntas de Costos y Gestión, de Matemática, inglés, y problemas del estilo "Tengo un bote y debo pasar al otro lado del río una cabra, un león y una lechuga...". Después tuvimos que debatir entre todos la solución para un problema simulador de una situación oficinística, observados por tres sujetos de la consultora. Éramos diez y según nos dijeron, de esa entrevista quedaría uno solo. Me llamaron a los dos días y tuve otras tres entrevistas sucesivas con jefes y gerentes. Todas positivas. Cuando llegué a la última el entrevistador observó en mi CV que había dado un par de clases como ayudante de Costos en la facultad y resultó ser socio e íntimo amigo del titular de curso, que ni me conocía ya que mi relación se limitaba a los ayudantes más antiguos. Suponiendo que mis conocimientos en la materia serían de alto nivel, trazó un gráfico de ejes ortogonales y dibujó varias curvas para que las interpretara. Mareado, nervioso y un poco perdido, me di rápidamente por vencido y calculé, con la derrota asegurada, que ellos habían perdido más tiempo y plata que yo en todo el proceso al pedo.
5) Un día llegué puntual al psicotécnico en el consultorio de una psicóloga y me gritó por el portero eléctrico ordinariamente por llegar media hora antes. Llamé con mi flamante celular a quien me había enviado allí y confirmé que mi agenda estaba bien, pero decidí no decirle nada a la neurótica licenciada y me la banqué piola. Arrasé con el test, pero no volvieron a comunicarse conmigo.
6) A veces (pocas) me preguntaron las pretensiones salariales y el número les pareció muy bajo. Otras (muchas) les pareció muy alto. Cuando el gap entre lo ofrecido y lo pretendido era muy grande, no volvían a llamarme.
Mañana tengo una entrevista para la competencia. Con la relajación que me brindan el hecho de no necesitar el trabajo y los años de experiencia, voy a tomarla como un reportaje para la Rolling Stone y me voy a divertir contestando preguntas de mi vida como si fuera Andrés Calamaro.
El problema de las entrevistas radica muchas veces en su contenido, otras en las formas y muchas en los entrevistadores. Y luego de haber atravesado no menos de cien a lo largo de mi vida laboral, recogí algunas situaciones dignas de ser contadas en el blog:
1) Una vez, a mediados de la década de los '90, tuve una entrevista en el Banco de Quilmes. (q.e.p.d.) recomendado por uno de mis profesores. La entrevistadora (una especie de Señorita Rottenmayer pero con escote) me preguntó "cómo es un día normal en tu vida". Seleccioné todas las acciones rutinarias y planas de mi cotidianeidad y se las listé ordenadamente. Me preguntó si hacía otras actividades y se me ocurrió decirle que iba a la cancha a ver a mi equipo, pensando que iba a ser el fin del tema y pasaríamos a cuestiones relacionadas con mis aptitudes, pero no. Quiso saber de qué cuadro era y para mi asombro, ella resultó ser hincha fanática del cuadro rival (San Lorenzo de Almagro). No volvieron a llamarme.
2) Entrevista para el Banco de Galicia para un puesto administrativo en una sucursal (mi experiencia para ese entonces me avalaba de sobra). Me dieron un formulario para completar con mis datos y una de las preguntas era "¿Qué religión profesa?". Un poco enojado le pregunté a la empleada que me lo dio por qué preguntaban eso y asustada llamó a su superior, quien me dijo que si no quería no la contestara. La contesté igual, pero tampoco volvieron a llamarme.
3) Entrevistado en la gerencia financiera del Banco Tornquist (también desaparecido) el Gerente me preguntó de todo, durante media hora hablamos en una especie de test distendido de cuestiones financieras, cálculo y administración de fondos, contesté todo como si hubiera estudiado de memoria lo que me iba a preguntar, el alumno perfecto. La atmósfera era netamente favorable pero después quiso saber si tenía novia. Le dije que sí y pasó rápidamente a las condiciones de contratación, que resumió en un minuto y medio. Todo terminó ahí. A los dos años el banco fue fagocitado por otro.
4) Una vez me llamaron para una serie de entrevistas en una consultora de empresas, nunca entendí bien a qué se dedicaban. La primera duró seis horas y era grupal. Tuvimos que contestar preguntas de Costos y Gestión, de Matemática, inglés, y problemas del estilo "Tengo un bote y debo pasar al otro lado del río una cabra, un león y una lechuga...". Después tuvimos que debatir entre todos la solución para un problema simulador de una situación oficinística, observados por tres sujetos de la consultora. Éramos diez y según nos dijeron, de esa entrevista quedaría uno solo. Me llamaron a los dos días y tuve otras tres entrevistas sucesivas con jefes y gerentes. Todas positivas. Cuando llegué a la última el entrevistador observó en mi CV que había dado un par de clases como ayudante de Costos en la facultad y resultó ser socio e íntimo amigo del titular de curso, que ni me conocía ya que mi relación se limitaba a los ayudantes más antiguos. Suponiendo que mis conocimientos en la materia serían de alto nivel, trazó un gráfico de ejes ortogonales y dibujó varias curvas para que las interpretara. Mareado, nervioso y un poco perdido, me di rápidamente por vencido y calculé, con la derrota asegurada, que ellos habían perdido más tiempo y plata que yo en todo el proceso al pedo.
5) Un día llegué puntual al psicotécnico en el consultorio de una psicóloga y me gritó por el portero eléctrico ordinariamente por llegar media hora antes. Llamé con mi flamante celular a quien me había enviado allí y confirmé que mi agenda estaba bien, pero decidí no decirle nada a la neurótica licenciada y me la banqué piola. Arrasé con el test, pero no volvieron a comunicarse conmigo.
6) A veces (pocas) me preguntaron las pretensiones salariales y el número les pareció muy bajo. Otras (muchas) les pareció muy alto. Cuando el gap entre lo ofrecido y lo pretendido era muy grande, no volvían a llamarme.
Mañana tengo una entrevista para la competencia. Con la relajación que me brindan el hecho de no necesitar el trabajo y los años de experiencia, voy a tomarla como un reportaje para la Rolling Stone y me voy a divertir contestando preguntas de mi vida como si fuera Andrés Calamaro.
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Entrevista,
las cosas que más me molestan
miércoles, 13 de enero de 2010
Oficinistas Famosos (IV): José Saramago
Otro escritor. Otro premio Nobel.
José Saramago es un escritor portugués galardonado con el Nobel de Literatura en 1998, que trabajó como administrativo en la Seguridad Social (la ANSeS, para nosotros) y luego en una compañía de seguros. Un oficinista de pura cepa durante muchos años.
Sus obras más destacadas son El Evangelio según Jesucristo (1991) y Ensayo sobre la ceguera (1995), que inspiró a Fernando Meirelles - director de Ciudad de Dios, para mi la mejor película latinoamericana de todos los tiempos- a hacer "Ceguera" en el año 2008.
Desde acá, nuestro reconocimiento a otro colega que pudo desplegar sus alas y volar muy alto, a pesar de su oscuro pasado oficinístico.
martes, 12 de enero de 2010
...y me envidié.
Aunque parezca un absurdo, esta mañana me envidié.
Me "autoapliqué" un verbo que pierde sentido si se usa como reflexivo, salvo que se diga "es digno de envidiarse" (aunque el "se" del final no le dé sentido reflexivo propiamente dicho sino que reemplaza al verbo ser, es algo parecido a una voz pasiva, creo: "es digno de ser envidiado"). Pero en este caso es perfectamente aplicable porque envidié a mi yo del futuro, que todavía no soy yo. Claramente no soy yo pero lo seré. Dilema filosófico interesante, porque
1) envidié
2) no envidé a otra persona
3) tampoco me envidé a mi mismo. No puedo asegurar que ese que envidié vaya a ser yo...
El yo futuro depende de infinitos factores que se van modificando una y otra vez abriendo infinitos yo futuros posibles. Hoy envidié a al yo futuro que se asemeja a mi ideal del yo. El que quiero ser.
Me imaginé dentro de unos años, con la cantidad justa de plata ahorrada, (no demasiada) suficiente para abandonar esta vida asfixiante de color gris topo. Me imaginé con un proyecto propio, que no me haga nadar en oro como Rico McPato pero me dé una entrada mensual, me imaginé estudiando otras cosas y administrando mi tiempo como a mí se me dé la gana. Me imaginé menos joven, pero más rejuvenecido.
Me imaginé todo eso y me envidié. Y llegué a la conclusión de que envidiarse a uno mismo en el futuro es una sensación maravillosa porque augura que lo mejor, está por llegar.
Me "autoapliqué" un verbo que pierde sentido si se usa como reflexivo, salvo que se diga "es digno de envidiarse" (aunque el "se" del final no le dé sentido reflexivo propiamente dicho sino que reemplaza al verbo ser, es algo parecido a una voz pasiva, creo: "es digno de ser envidiado"). Pero en este caso es perfectamente aplicable porque envidié a mi yo del futuro, que todavía no soy yo. Claramente no soy yo pero lo seré. Dilema filosófico interesante, porque
1) envidié
2) no envidé a otra persona
3) tampoco me envidé a mi mismo. No puedo asegurar que ese que envidié vaya a ser yo...
El yo futuro depende de infinitos factores que se van modificando una y otra vez abriendo infinitos yo futuros posibles. Hoy envidié a al yo futuro que se asemeja a mi ideal del yo. El que quiero ser.
Me imaginé dentro de unos años, con la cantidad justa de plata ahorrada, (no demasiada) suficiente para abandonar esta vida asfixiante de color gris topo. Me imaginé con un proyecto propio, que no me haga nadar en oro como Rico McPato pero me dé una entrada mensual, me imaginé estudiando otras cosas y administrando mi tiempo como a mí se me dé la gana. Me imaginé menos joven, pero más rejuvenecido.
Me imaginé todo eso y me envidié. Y llegué a la conclusión de que envidiarse a uno mismo en el futuro es una sensación maravillosa porque augura que lo mejor, está por llegar.
lunes, 11 de enero de 2010
Lunes de Enero en la Oficina
Ya había hablado del tema un par de veces en estas entradas. Hablé de lo aplastante que me resultan los lunes, de sus tediosas cualidades y las duras consecuencias sobre mi estado de ánimo pre y post oficina. Pero me queda por diferenciar de todos ellos (52 en el año, más o menos) a los lunes de enero; y siendo hoy uno de esos días oficinísticos nefastos voy a aprovechar para descargar un poco.
Para un oficinista contador como yo, los lunes de enero representan la peor escoria en el escalafón de los días del año. Los días pútridos, infames, infectos y más desagradables.
¿Por qué? Porque a todas las actividades normales de un lunes cualquiera, tenemos que sumarles por lo menos dos con una enorme sobrecarga: el cierre de balance anual (aunque no todos cierran el 31 de diciembre, pero suele ser la regla general) y la cobertura de espaldas de algún compañero que, hábilmente, disfruta del viento y la arena y el frío del mar de la costa atlántica sur, en el peor de los casos (....prefiero no pensar en los que están en otras latitudes para no clavarme un clip en la yugular y enchastrar de sangre los papeles de trabajo de las amortizaciones de bienes de uso).
Para un oficinista contador como yo, los lunes de enero representan la peor escoria en el escalafón de los días del año. Los días pútridos, infames, infectos y más desagradables.
¿Por qué? Porque a todas las actividades normales de un lunes cualquiera, tenemos que sumarles por lo menos dos con una enorme sobrecarga: el cierre de balance anual (aunque no todos cierran el 31 de diciembre, pero suele ser la regla general) y la cobertura de espaldas de algún compañero que, hábilmente, disfruta del viento y la arena y el frío del mar de la costa atlántica sur, en el peor de los casos (....prefiero no pensar en los que están en otras latitudes para no clavarme un clip en la yugular y enchastrar de sangre los papeles de trabajo de las amortizaciones de bienes de uso).
Las pocas ventajas que otorgan, como el uso allanado del baño, la cocina o el aire acondicionado, no compensan ni el 1% de las horas extras, exigentes y de trabajo aburridísimo que nos depara el oficinismo en relación de dependencia.
TENGO QUE CAMBIAR DE TRABAJO.
Se me acabó el tiempo para seguir explayando mi catarsis, los dejo hasta la próxima entrada y les deseo a todos desde lo más profundo de mi corazón, que sea martes.
miércoles, 6 de enero de 2010
Mariano y Lucila (X)
Muchas personas viven una vida entera a contramano de sus propios sentimientos, cumpliendo preceptos sociales o familiares para contentar a cualquiera menos a sí mismos. Mariano estuvo tres años en una avenida de múltiple circulación -mano-contramano-mano-contramano-, queriendo a las dos, amando intermitentemente a una y a otra y a veces a las dos juntas (¿quién dijo que se TIENE que amar a una sola persona por vez? ¿quién le puso límites al amor?) mientras carajeaba contra las leyes monogámicas occidentales.
Durante los breves períodos de lucidez, apagaba el fuego de Lucila pensando en lo poco que la conocía íntimamente. Frenaba sus impulsos de patear el tablero y dejar a Alexia imaginando que lo de Lucila era puramente platónico y que, sábanas mediante, su ilusión se desvanecería como cualquier relación sin piel. Sólo sería cuestión de sacarse la duda.
En ese punto apareció el viejo Mariano. El tímido, el que tuvo la chance de transarse a la mejor de Grisú y no se animó por miedo a que lo rechazara, el que no se encaraba chicas en La Negra en el '94 y sólo ganaba por el coraje o defachatez de algunas de ellas, el que enamoraba compañeras en la facultad y no se daba cuenta hasta que algunas de ellas, ya casadas con hijos y vía Facebook, le confesaron su arcaico y estudiantil amor por él. El viejo Mariano era capaz de pasar más de un lustro en una laguna sentimental, indefinido y enroscado en una espiral que lo alejaba progresivamente de su eje, de su verdad. Pero no llegó al lustro, porque Alexia tomó el toro por las astas dos años antes.
Cuando la vio con las valijas armadas se le desarmó el mundo. En vano, intentó hablar con ella de sus sentimientos, inventarle una crisis, echarle la culpa a la rutina, al acostumbramiento, a Río. Pero ella no lo dejó. Le pidió que no perdiera tiempo, que lo había tenido de sobra y que ella era la que sentía que todo había finalizado por demolición, piña a piña, round por round, en lo que terminó sendo un largo combate. Sin ánimos de culparlo, compartiendo responsabilidades. Por su tono, sus palabras y su tranquilidad, Mariano supuso que otro ya había ocupado su lugar. Y no se equivocaba.
Un mes después de la separación, luego de la insistencia multimediática de Mariano, volvieron a verse en Down Town Matías de Reconquista y Viamonte. Alexia confesó que estaba en una relación con Tiago, un artista carioca residente en Fernando de Noronha al que conoció en una exposición en el Malba. Le contó además que tenía planeado irse a vivir con él a principios de 2008. Rápida, fiel a su estilo. Con un hilo de dignidad, Mariano se resignó a perderla. Le deseó la mejor de las vidas y le pidió que hablaran de vez en cuando.
- Quién sabe...- dijo ella.
- Por favor, no quiero dejar de saber de vos de un día para el otro.
- Pero yo sí...al menos por un tiempo.
- ¿Cuánto tiempo?
- El tiempo necesario.
- ¿Cuánto es el tiempo necesario?
-...yo te lo voy a hacer saber.
Con el rabillo del ojo, Mariano vio que entraba Lucila, de la mano de un muchacho que tenía tanta facha que las chicas de la barra dejaron de hacer lo que hacían para mirarlo un poquito. Pero no quiso distraerse demasiado. Sus dispersiones le habían costado la relación y le debía, por lo menos, una despedida justa. Cuando vio a Lucila tan bien acompañada, Alexia le dijo socarronamente: "No te pongas celoso, ya va a caer en tus brazos". Lo dejó sin respuesta y él sabía además que no tenía sentido disfrazar nada. Se rieron juntos, Alexia era demasiado inteligente como para inventarle negaciones.
Hablaron un poco de la isla brasileña que sería su morada y de sus planes allí. Se saludaron cálidamente con un abrazo prolongado y se despidieron, hasta que algún día el destino los volviera a unir.
El encuentro con Alexia significó el comienzo de un período de liberación para Mariano. Las salidas con amigos, citas a ciegas, chat y aplicaciones como "Are you interested?" le dieron algo de diversión y compañía. Sin embargo, Lucila era su objetivo. Sólo debía ser paciente, esperar que el modelito se canse de ella y la cambie por otra y ahí estaría él, su amor verdadero.
Esta vez no iba a dejar pasar la oportunidad. Esta vez se iba a animar.
Durante los breves períodos de lucidez, apagaba el fuego de Lucila pensando en lo poco que la conocía íntimamente. Frenaba sus impulsos de patear el tablero y dejar a Alexia imaginando que lo de Lucila era puramente platónico y que, sábanas mediante, su ilusión se desvanecería como cualquier relación sin piel. Sólo sería cuestión de sacarse la duda.
En ese punto apareció el viejo Mariano. El tímido, el que tuvo la chance de transarse a la mejor de Grisú y no se animó por miedo a que lo rechazara, el que no se encaraba chicas en La Negra en el '94 y sólo ganaba por el coraje o defachatez de algunas de ellas, el que enamoraba compañeras en la facultad y no se daba cuenta hasta que algunas de ellas, ya casadas con hijos y vía Facebook, le confesaron su arcaico y estudiantil amor por él. El viejo Mariano era capaz de pasar más de un lustro en una laguna sentimental, indefinido y enroscado en una espiral que lo alejaba progresivamente de su eje, de su verdad. Pero no llegó al lustro, porque Alexia tomó el toro por las astas dos años antes.
Cuando la vio con las valijas armadas se le desarmó el mundo. En vano, intentó hablar con ella de sus sentimientos, inventarle una crisis, echarle la culpa a la rutina, al acostumbramiento, a Río. Pero ella no lo dejó. Le pidió que no perdiera tiempo, que lo había tenido de sobra y que ella era la que sentía que todo había finalizado por demolición, piña a piña, round por round, en lo que terminó sendo un largo combate. Sin ánimos de culparlo, compartiendo responsabilidades. Por su tono, sus palabras y su tranquilidad, Mariano supuso que otro ya había ocupado su lugar. Y no se equivocaba.
Un mes después de la separación, luego de la insistencia multimediática de Mariano, volvieron a verse en Down Town Matías de Reconquista y Viamonte. Alexia confesó que estaba en una relación con Tiago, un artista carioca residente en Fernando de Noronha al que conoció en una exposición en el Malba. Le contó además que tenía planeado irse a vivir con él a principios de 2008. Rápida, fiel a su estilo. Con un hilo de dignidad, Mariano se resignó a perderla. Le deseó la mejor de las vidas y le pidió que hablaran de vez en cuando.
- Quién sabe...- dijo ella.
- Por favor, no quiero dejar de saber de vos de un día para el otro.
- Pero yo sí...al menos por un tiempo.
- ¿Cuánto tiempo?
- El tiempo necesario.
- ¿Cuánto es el tiempo necesario?
-...yo te lo voy a hacer saber.
Con el rabillo del ojo, Mariano vio que entraba Lucila, de la mano de un muchacho que tenía tanta facha que las chicas de la barra dejaron de hacer lo que hacían para mirarlo un poquito. Pero no quiso distraerse demasiado. Sus dispersiones le habían costado la relación y le debía, por lo menos, una despedida justa. Cuando vio a Lucila tan bien acompañada, Alexia le dijo socarronamente: "No te pongas celoso, ya va a caer en tus brazos". Lo dejó sin respuesta y él sabía además que no tenía sentido disfrazar nada. Se rieron juntos, Alexia era demasiado inteligente como para inventarle negaciones.
Hablaron un poco de la isla brasileña que sería su morada y de sus planes allí. Se saludaron cálidamente con un abrazo prolongado y se despidieron, hasta que algún día el destino los volviera a unir.
El encuentro con Alexia significó el comienzo de un período de liberación para Mariano. Las salidas con amigos, citas a ciegas, chat y aplicaciones como "Are you interested?" le dieron algo de diversión y compañía. Sin embargo, Lucila era su objetivo. Sólo debía ser paciente, esperar que el modelito se canse de ella y la cambie por otra y ahí estaría él, su amor verdadero.
Esta vez no iba a dejar pasar la oportunidad. Esta vez se iba a animar.
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