Fue al recital de Depeche Mode hace unos días y me comentó por email que pocas veces en su vida había visto tantas chicas lindas todas juntas. De todos modos, no había "onda de encare, la gente estaba muy en la suya, pendiente de la banda"...típica atmósfera recitalera de Baires. El lugar explotaba y lo que más le gustó fue sentirse nuevamente adolescente, retrotraerse a la época previa a Marina, su ex. Por momentos, sentía que la llaga profunda que le dejó la separación violenta no estaba, era como estar intacto. Trató de aferrarse a esa sensación y de ella se sirvió para animarse a hacer algo que no acostumbraba. Minutos antes del comienzo del recital se produjo un contacto visual prolongado por demás con una chica que estaba a cinco metros, rodeada de amigas tanto o más lindas que ella. Parecía un scouting de Dotto de excursión por el club Ciudad de Buenos Aires. Todas lindas, todas chic. Y una lo miró mucho. A él.
Pasó el recital y la buscó durante un buen rato. Obligó a su amigo a acompañarlo por todo el campo. No la encontró sino hasta llegar a un puesto de bebidas más allá, casi en Libertador. Ella lo vio enseguida y hubo otro contacto. Esta vez, Javo lo acompañó de media sonrisa que al igual que su mirada, fue perfectamente correspondida. Sin dudarlo, actuó. Se acercó, la saludó y le preguntó su nombre.
- Mi nombre es Peligro- dijo ella, citando una canción de El otro yo que Javo no conocía. Sin embargo, la improvisación le pareció creativa y divertida. Se rieron los dos a la vez casi a carcajadas y él, para no ser menos, le contestó apurado para que no pareciera una respuesta muy pensada:
- Mi nombre "¡e'!" Cooler O´Connor.
Nuevamente se rieron a la par. Hablaron dos minutos del recital y ante la insistencia para partir de las amigas de la chica, Javier le pidió su teléfono, "para invitarla a tomar un café un día de estos" (sic). Ella se lo dijo de corrido y sin repetirlo, se fue. Javo no tuvo problemas en memorizarlo pero se dio cuenta de que había olvidado preguntarle su verdadero nombre. De todos modos, eso era lo de menos.
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El miércoles pasado recibió un llamado desagradable de su ex esposa, que le pedía por favor que se juntaran a hablar del tema divorcio. Sin prisa, le contestó usando la parsimonia de siempre que todavía no estaba en condiciones, hasta se disculpó por no acelerar las cosas. Le pidió que lo entienda, que verla le haría mucho daño y que en este momento de curación no era lo más recomendable. Ella amagó a ponerse histérica y Javo le cortó, a esa altura sin tanta diplomacia, más tajante que de costumbre.
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Hoy fuimos a almorzar al restaurante vegetariano que está en el primer piso de una galería de Florida entre Perón y Mitre. Mientras comentábamos los despidos y algunos otros avatares de la oficina, vi que en una mesa cercana había dos oficinistas de unos treinta años, muy arregladas, una de ellas con una inocultable e "inocultada" cirugía estétitca de lolas. Lo desafié:
- A que no te animás a encarártela.
- Boludo, estoy comiendo...
- ¿Y? ¿Con quién estoy hablando? ¿Con el nuevo o con el viejo Javo?
Como si le hubiera mordido la oreja, se levantó de la silla y se les acercó. Estuvo unos cinco minutos charlando. Ellas se mostraron poco sorprendidas. Siguieron la conversación y hasta hubo dos risotadas. Y le devolvieron el "chau" amigablemente.
- Capooooooooo- le festejé sin preguntar por los resultados.
- Vienen todos los jueves a almorzar acá a la una en punto. La semana que viene le saco el tubo a la morocha.
- ¿Y la tetona?
- Me gustó más la morocha, y además me dijo que le hago acordar a Leo Sbaraglia.
Indudablemente, mi amigo (que con el pelo corto, es cierto que se parece a Leo Sbaraglia) está entrando en forma.
Pasó el recital y la buscó durante un buen rato. Obligó a su amigo a acompañarlo por todo el campo. No la encontró sino hasta llegar a un puesto de bebidas más allá, casi en Libertador. Ella lo vio enseguida y hubo otro contacto. Esta vez, Javo lo acompañó de media sonrisa que al igual que su mirada, fue perfectamente correspondida. Sin dudarlo, actuó. Se acercó, la saludó y le preguntó su nombre.
- Mi nombre es Peligro- dijo ella, citando una canción de El otro yo que Javo no conocía. Sin embargo, la improvisación le pareció creativa y divertida. Se rieron los dos a la vez casi a carcajadas y él, para no ser menos, le contestó apurado para que no pareciera una respuesta muy pensada:
- Mi nombre "¡e'!" Cooler O´Connor.
Nuevamente se rieron a la par. Hablaron dos minutos del recital y ante la insistencia para partir de las amigas de la chica, Javier le pidió su teléfono, "para invitarla a tomar un café un día de estos" (sic). Ella se lo dijo de corrido y sin repetirlo, se fue. Javo no tuvo problemas en memorizarlo pero se dio cuenta de que había olvidado preguntarle su verdadero nombre. De todos modos, eso era lo de menos.
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El miércoles pasado recibió un llamado desagradable de su ex esposa, que le pedía por favor que se juntaran a hablar del tema divorcio. Sin prisa, le contestó usando la parsimonia de siempre que todavía no estaba en condiciones, hasta se disculpó por no acelerar las cosas. Le pidió que lo entienda, que verla le haría mucho daño y que en este momento de curación no era lo más recomendable. Ella amagó a ponerse histérica y Javo le cortó, a esa altura sin tanta diplomacia, más tajante que de costumbre.
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Hoy fuimos a almorzar al restaurante vegetariano que está en el primer piso de una galería de Florida entre Perón y Mitre. Mientras comentábamos los despidos y algunos otros avatares de la oficina, vi que en una mesa cercana había dos oficinistas de unos treinta años, muy arregladas, una de ellas con una inocultable e "inocultada" cirugía estétitca de lolas. Lo desafié:
- A que no te animás a encarártela.
- Boludo, estoy comiendo...
- ¿Y? ¿Con quién estoy hablando? ¿Con el nuevo o con el viejo Javo?
Como si le hubiera mordido la oreja, se levantó de la silla y se les acercó. Estuvo unos cinco minutos charlando. Ellas se mostraron poco sorprendidas. Siguieron la conversación y hasta hubo dos risotadas. Y le devolvieron el "chau" amigablemente.
- Capooooooooo- le festejé sin preguntar por los resultados.
- Vienen todos los jueves a almorzar acá a la una en punto. La semana que viene le saco el tubo a la morocha.
- ¿Y la tetona?
- Me gustó más la morocha, y además me dijo que le hago acordar a Leo Sbaraglia.
Indudablemente, mi amigo (que con el pelo corto, es cierto que se parece a Leo Sbaraglia) está entrando en forma.