Casi siempre empezamos bien. Todas las mañanas me ayuda a armar los legajos de documentación del día anterior, para los que tengo que abrochar varios juegos de distinta naturaleza y grosor. Hoy, por ejemplo, arrancamos bárbaro. La mano hacía su movimiento de una manera aceitada y con cadencia armoniosa.
En el quinto juego hace un ruido seco que interrumpe el romance. Se agotó el stock de cien ganchitos que lleva cada carga. Como nunca tengo una cajita a mano, le pido a Nelly que me convide. Abro la pinza, corro el resorte violento hacia atrás con una mano y con la otra introduzco la nueva carga y sigo, pero no por mucho tiempo.
Después de algunas abrochadas suaves, quiero sujetar demasiados papeles a la vez y ocurre lo peor. Esa música monótona similar al canto de una rana ("creque-creque-creque") que indica que todo está bien, deja lugar súbitamente a un sonido feo, como una tos seca de metal. El toco de papeles era demasiado gordo, un gancho quedó a mitad de camino entre su doblez y su estado originario, atrapado en la salida de la abrochadora y con otros dos que lo siguen en el enganche como si el primero fuera su líder. Con un ganchito clip trato de sacar a los sublevados pero no puedo, están muy firmemente sujetos a la MIT pinzada. Recurro a la artillería pesada, la tijera en punta. Nada. Meto y meto por el agujerito de adelante pero no logro deshacer el amotinamiento. Previsiblemente malhumorado, pido disculpas a mis compañeros por el ruido.
- ¿Qué ruido?- me pregunta Lucila.
- Este - le contesto, y empiezo a darle a la abrochadora de canto contra el escritorio hasta que se separan los dos rieles que contienen los ganchitos: el que sirve de apoyo y el que se acopla, que cuenta con ese triangulito antipático en la parte de adelante por donde siempre intento llegar a una solución lógica, razonable y negociada con el clip y la tijera, aunque la mayoría de las veces no me deje opción y me obligue a recurrir a métodos violentos.
Reparo el desastre y sigo, pero todavía me espera una parada más en este camino lleno de espinas que es la relación entre mi abrochadora y yo.
Se me traba un gancho en otro toco de papeles gordo (sí, me vuelve a pasar una y otra vez) porque, a pesar de haber previsto el hecho, no tenía ganas de ir a buscar la 21/6, pensé "Si le doy bien fuerte y seco, los abrocho con la 50". No, no pude. Las abrochadoras no son varitas mágicas, si los broches 50 no alcanzan, no alcanzan. Así de sencillo. Ahora, por vago, tengo dos problemas:
1) Se me volvieron a trabar dos ganchitos en la abrochadora.
2) También me quedó uno trabado entre los papeles, que quedaron abrochados por la mitad.
Para resolver 2) la tijera me alcanza, aunque sin querer rompí mucho papel en el vértice superior izquierdo de uno de los reportes y tuve que volver a imprimirlo. Para 1), repito los pasos anteriores, sólo que esta vez con un poco más de bronca. Y si se rompe la abrochadora o el escritorio, que se rompan. Que mi paciencia no sea la única víctima de este barullo típico de oficinista.
En el quinto juego hace un ruido seco que interrumpe el romance. Se agotó el stock de cien ganchitos que lleva cada carga. Como nunca tengo una cajita a mano, le pido a Nelly que me convide. Abro la pinza, corro el resorte violento hacia atrás con una mano y con la otra introduzco la nueva carga y sigo, pero no por mucho tiempo.
Después de algunas abrochadas suaves, quiero sujetar demasiados papeles a la vez y ocurre lo peor. Esa música monótona similar al canto de una rana ("creque-creque-creque") que indica que todo está bien, deja lugar súbitamente a un sonido feo, como una tos seca de metal. El toco de papeles era demasiado gordo, un gancho quedó a mitad de camino entre su doblez y su estado originario, atrapado en la salida de la abrochadora y con otros dos que lo siguen en el enganche como si el primero fuera su líder. Con un ganchito clip trato de sacar a los sublevados pero no puedo, están muy firmemente sujetos a la MIT pinzada. Recurro a la artillería pesada, la tijera en punta. Nada. Meto y meto por el agujerito de adelante pero no logro deshacer el amotinamiento. Previsiblemente malhumorado, pido disculpas a mis compañeros por el ruido.
- ¿Qué ruido?- me pregunta Lucila.
- Este - le contesto, y empiezo a darle a la abrochadora de canto contra el escritorio hasta que se separan los dos rieles que contienen los ganchitos: el que sirve de apoyo y el que se acopla, que cuenta con ese triangulito antipático en la parte de adelante por donde siempre intento llegar a una solución lógica, razonable y negociada con el clip y la tijera, aunque la mayoría de las veces no me deje opción y me obligue a recurrir a métodos violentos.
Reparo el desastre y sigo, pero todavía me espera una parada más en este camino lleno de espinas que es la relación entre mi abrochadora y yo.
Se me traba un gancho en otro toco de papeles gordo (sí, me vuelve a pasar una y otra vez) porque, a pesar de haber previsto el hecho, no tenía ganas de ir a buscar la 21/6, pensé "Si le doy bien fuerte y seco, los abrocho con la 50". No, no pude. Las abrochadoras no son varitas mágicas, si los broches 50 no alcanzan, no alcanzan. Así de sencillo. Ahora, por vago, tengo dos problemas:
1) Se me volvieron a trabar dos ganchitos en la abrochadora.
2) También me quedó uno trabado entre los papeles, que quedaron abrochados por la mitad.
Para resolver 2) la tijera me alcanza, aunque sin querer rompí mucho papel en el vértice superior izquierdo de uno de los reportes y tuve que volver a imprimirlo. Para 1), repito los pasos anteriores, sólo que esta vez con un poco más de bronca. Y si se rompe la abrochadora o el escritorio, que se rompan. Que mi paciencia no sea la única víctima de este barullo típico de oficinista.
Después del post sobrenatural del otro día, ¿este es una especie de "tiempos modernos" que denuncia la alienación oficinística?
ResponderEliminarHabría que verle la veta para un tango además: "mi abrochadora y yo", porque abrochar es medio lunfa ¿no?
Abrazo,
Para aumentar el síndrome de alienación oficinistica y sin perdernos de vista a lo que una abrochadora abrochadora significa en la vida de un oficinista, hago la siguiente sugerencia:
ResponderEliminarSi prestan atención el músculo medio, entre el dedo pulgar y el índice, esta un poco más desarrollado en la mano que usamos para abrochar que en la otra.
Hagan la prueba si son valientes.
Cierren el puño fuerte y presten atención a la contracción de este músculo y notarán lo que acabo de decirles... triste, solitario y final!
Este post lo voy a imprimir y llevárselo al forro que me dicta la cátedra DISEÑO para hacerle notar, pacíficamente, q su idea de diseñar una maquinita linda, nueva, moderna y diferente... es un verdadero abroche.
ResponderEliminarComo bien dijo usted, que mi paciencia no sea la única víctima.
Un besote!