Cuando uno entra a trabajar en una oficina, otroga un mandato a favor de terceros de una gran parte de su libertad. Una porción de este proceso es plenamente conciente: casi la mitad del día dedicada a la vida laboral más la imposibilidad de hacer otras cosas en otro lado son concesiones sabidas. Pero hay un lado oculto que vamos desvelando a medida que pasa el tiempo, progresamos en el organigrama y/o la teconología avanza.
Una de esas renuncias es, en casos como el mío, la de ver lo que queremos y cuando queremos. Renuncia a VER, un límite a lo que miramos.
El vehículo que hoy cuestiono usado para ese coto a la libertad es la aplicación de filtros para la navegación en Internet surgidos de las políticas corporativas de privacidad y seguridad informática. A través de ellos, la empresa que nos emplea decide qué sitios podemos visitar y cuáles no. Obviamente la prohibición no es exhaustiva. Los sitios de internet están categorizados con rótulos como pueden ser "juegos","noticias","pornografía", etc. y los filtros se aplican sobre las categorías que nuestros jefes consideran que no debemos ver en horario laboral.
Los que están fervientemente a favor del libremercado y aman la vida corporativa creen que las empresas están en todo su derecho de indicarnos qué mirar y qué no. Sostienen que la Compañía nos paga por entregarles nuestro tiempo y que ello incluye qué hacer con ese tiempo y, nuevamente, qué no hacer con él. A la mierda con ellos y con su goce masoquista de esclavos dominados.
Yo les cambio medio día de mi vida y hacer bien el trabajo que ellos necesitan que haga por un salario. Punto. Puedo aceptar la imposición de otras condiciones razonables (vestimenta, corte de pelo, barba) pero ser obligado a firmar un papel que limita un derecho primordial me parece una práctica aberrante, un atropello a la libertad naturalizado gracias al fino trabajo de acondicionamiento mental que lleva décadas de aplicación y que es sostenido por la ponderación excesiva que -de hecho- tienen los derechos corporativos por encima de los individuales. Nos parece bien que la empresa nos imponga una moral y que arme el escenario de nuestra vida a su antojo mientras estemos dentro del horario laboral (y fuera también, si no, ¿por qué nos practican controles de detección de consumo de drogas en los exámenes preocupacionales?). Nos parece correcto. Y eso es horrible.
Es horrible que no pueda entrar a la página del Gran DT para hacer mis cambios. Es una falta de respeto, un atropello a la razón, que no pueda entrar a Facebook, al Messenger, o chequear mi hot o gmail. Es cruel e inhumano que no pueda ver las fotos de mis sobrinos en Picassa. Es una violación que no le pueda responder a un australiano una crítica absurda a uno de mis tatuajes en el sitio donde cuelgo las fotos (http://www.ratemyink.com/) porque la empresa considera que es un sitio burdo. Y hasta es contraproducente que no me dejen escuchar música en mi sitio favorito, porque termino calzándome los auriculares y no le doy bola a nadie, hago mi trabajo en soledad y métanse bien adentro del orto la interacción humana para incrementar la productividad y la buena onda en la oficina.
Así es que hoy, sólo por el placer de limitar sus límites y de demostrarme que a pesar de sus esfuerzos y de su moral pelotuda puedo darme ciertos gustitos, desactivé el moderador de búsquedas de Google, listé una cantidad de palabras supuestamente inocuas o indetectables para los gringos (gorda, flaquita, acabada, zorra, juguetona, por atrás, etc.), clickée en imágenes, y me di una panzada de fotos guarras, hardcore y eróticas durante una hora y media. Y nunca se van a dar cuenta.
Me pegó sobre todo lo de no poder las fotos de tus sobrinos en Picassa...creo que estos tipos se cuidan más por la forma y no por el fondo
ResponderEliminarcomparto la indignación
abrazo!
Gus
Aqui el antidoto para esas restricciones a la libertad: http://your-freedom.net/
ResponderEliminarHugo, lamentablemente your-freedom no funciona en mi trabajo.
ResponderEliminarhttp://www.infoexclusivo.com/
ResponderEliminarEl nobel de Economia, un tal Phelps, que creo venía de visita, le dijo a Clarin "que en Argentina tenemos que aprender a amar al capitalismo". Que lindo.
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