Hoy tuvimos una agradable visita en la oficina. Ella era morocha, con el pelo largo y enrulado en pequeños rizos. Estuvo sentada en recepción durante media hora, esperando la llegada del Gerente General para ofrecer los servicios de la agencia de turismo para la cual trabaja, de acuerdo a la información que gentilmente nos pasó Adela, dejando todos su celos de lado....porque cada vez que se acerca una belleza externa, las chicas se ponen locas. "No sé por qué" (sí sé por qué).
Llevaba puesto un saco gris abierto, una camisa blanca abrochada desde el tercer botón que permitía ver el comienzo de su escote exageradamente prominente. Pollera al tono que tapaba sus rodillas pero lucía a la perfección sus piernas delgadas, perfectamente depiladas y con un leve tono bronceado que reflejaba cual espejo, a la altura de sus pantorrillas, la luz dicroica que tanto molesta a Adela.
Como suele ocurrir en estos casos, la noticia de la aparición divina corrió como reguero de pólvora. Inmediatamente la recepción se convirtió en algo así como una versión exclusivamente viril de la calle Florida. Todos circulando de acá para allá, de ningún lado a ningún lado, llevando papeles, biblioratos y afines, para disimular lo indisimulable. No hubo ejemplar masculino que no haya pasado por ahí para verla. Mario se agarraba la cabeza, Gonzalo ensayaba un simulacro de llanto desesperado...un circo cuya carpa se erigía a fuerza de testosterona. El único que no participó de la muestra teatralizada fue Mariano. Sólo se asomó para verla, pero no hizo comentario ni improvisación alguna.
Ella se mostró imperturbable. A sabiendas de lo que acontecía a su alrededor, y seguramente acostumbrada a los revuelos hormonales que su presencia produce, leyó durante toda su espera una carpeta que, presumo, iba a dejarle al Gte. para intentar vender los servicios de la empresa que representaba. No sé si lo va a lograr, pero conociendo al sujeto en cuestión no tengo la menor duda de que por lo menos va a tener una segunda oportunidad de reunirse con él. Aunque a Silvana -su amante oficinista- le explote la vena cava superior de celos, envidia y bronca.
Llevaba puesto un saco gris abierto, una camisa blanca abrochada desde el tercer botón que permitía ver el comienzo de su escote exageradamente prominente. Pollera al tono que tapaba sus rodillas pero lucía a la perfección sus piernas delgadas, perfectamente depiladas y con un leve tono bronceado que reflejaba cual espejo, a la altura de sus pantorrillas, la luz dicroica que tanto molesta a Adela.
Como suele ocurrir en estos casos, la noticia de la aparición divina corrió como reguero de pólvora. Inmediatamente la recepción se convirtió en algo así como una versión exclusivamente viril de la calle Florida. Todos circulando de acá para allá, de ningún lado a ningún lado, llevando papeles, biblioratos y afines, para disimular lo indisimulable. No hubo ejemplar masculino que no haya pasado por ahí para verla. Mario se agarraba la cabeza, Gonzalo ensayaba un simulacro de llanto desesperado...un circo cuya carpa se erigía a fuerza de testosterona. El único que no participó de la muestra teatralizada fue Mariano. Sólo se asomó para verla, pero no hizo comentario ni improvisación alguna.
Ella se mostró imperturbable. A sabiendas de lo que acontecía a su alrededor, y seguramente acostumbrada a los revuelos hormonales que su presencia produce, leyó durante toda su espera una carpeta que, presumo, iba a dejarle al Gte. para intentar vender los servicios de la empresa que representaba. No sé si lo va a lograr, pero conociendo al sujeto en cuestión no tengo la menor duda de que por lo menos va a tener una segunda oportunidad de reunirse con él. Aunque a Silvana -su amante oficinista- le explote la vena cava superior de celos, envidia y bronca.
jajaja muy bueno, todos hemos pasado por esa situcion, sobretodo los comentarios en voz baja.
ResponderEliminarJajajajajaja! Esa situación se repite en todas las oficinas. Siempre entra uno gritando "Vayan a ver a la mina que está esperando en recepción, por Dios!!!" y ahí van saliendo todos con los pretextos mas boludos para tratar de disimular
ResponderEliminarParalelamente, las minas empiezan a hacer sus típicos comentarios, guiados por los celos que describe el Oficinista: "tiene las tetas operadas", "es chueca", "se viste mal" etc etc etc
Como mujer, debo decir que es así, criticamos a cualquier especimen de nuestro género que ose llamar la atención de nuestros compañeros. Y celebro la solidaridad masculina, que esparce la noticia de una mujer linda en recepción. Una mujer se guarda la noticia para ella solita...
ResponderEliminarson celos, tal cual!!
ResponderEliminarson así! jeje..
la historia netre Lucila y Mariano, no sigue más??
La historia sigue...hay mucho para contar todavía!!
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