miércoles, 22 de julio de 2009

Un contraejemplo de la lógica oficinística

A punto de empezar la vorágine contable (balances semestrales) y con varios vencimientos impositivos encima, el jefe del sector correspondiente tuvo una actitud nunca vista en este paraje gris: uno de sus subordinados, bien reputado en la oficina por su afición al trabajo, llegó esta mañana con una patota de estornudos abriéndole paso entre la gente y una bolsa llena de paquetitos de pañuelos de papel. La lluvia de ayer lo agarró desprevenido y hoy su sistema inmunológico le pasa factura.

La buena acción del día consistió, lisa y llanamente, en mandarlo a su casa y prohibirle el regreso a la oficina hasta que la cura sea completa. Algo tan sencillo, fácil, justo, necesario e impregnado de sentido común como eso. Mandarlo a su casa. Nunca en toda mi vida de oficinista había visto a un jefe ser tan coherente en el pico laboral del año, aun contra sus intereses. Porque si bien podríamos decir que la salud de todos (incluyéndolo a él mismo) es de su interés, sabemos que generalmente los jefes no piensan de esa manera. Su interés principal -y en muchos casos, único- es que sus subordinados trabajen bien y mucho. En otras oficinas en las que me tocó en "suerte" trabajar, los que concurrían enfermos eran premiados con una palmada en la espalda mocosa, y los ausentes con aviso y sin salud (¡incluso con pruebas!), tildados de debiluchos la mayoría de las veces, otras de mentirosos, vagos, bohemios o delincuentes. Y lo peor, lo más injusto y cruel, muy maltratados a su cabizbajo regreso. He visto jefes que al recibir el certificado médico que indicaba (y probaba fehacientemente) las malas condiciones del trabajador y el reposo recomendado, lo tiraban dentro de un cajón despectivamente y sin leerlo, en la misma cara del pobre, triste y cuitado enfermito. Jefes que no se bancan que uno falte por estar enfermo. Esto se traduce como "asistir al trabajo es más importante que la salud." Así de retorcido. Así de idiota.

Le pregunté al "héroe del día" si su inteligente y valiente decisión estaba sesgada por la paranoia de gripe que nos azota más duramente aun que la propia gripe. Me dijo que simplemente no soporta trabajar en un lugar cerrado con un estornudador compulisvo. Que prefería quedarse hasta tarde para que el trabajo no se atrase, antes que aguantar el repetido sonido de una nariz resfriada.
Lo felicité y desée -en voz alta para que todos escuchen-, que su actitud sea más contagiosa que la sobrevalorada gripe A.

5 comentarios:

  1. Ese si que es un buen jefe!!!
    Al menos se dio cuenta que uno de sus empleados estaba enfermo!!!
    jajajaj

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  2. El oficinista de hoy se conforma con poquito.

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  3. Muchachos, si se quieren engañar, adelante, haganlo tranquilos. Pero por favor, no faltemos a la verdad. Si traicionamos la verdad, no valemos mas que cualquier cabito de oficina. La verdad es que este jefe no actuó por interés de la salud de un ser humano, sobre el que tiene poder. Se mostró tan egoista como cualquier otro jerarquico que explota a debiles y enfermos. Solo que en este caso, tiene un síntoma: "no soporta el ruido de una nariz enferma". Aca no hay generosidad. Hay una imposibilidad que es mas fuerte que el interés de exprimir al hominido laburantis. La verdad sea dicha.

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  4. Para mí que esto no lo había hecho nunca, y lo hizo ahora por miedo a la Gripe A.
    Es un paranoico.

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  5. Fede, la mayoría prefiere aguantar los ruidos naricísticos antes que dar días libres por resfrío. Este jefe está trabajando extra para cubrir al enfermo. Me parece loable más allá de sus intereses personales, que en este caso son ínfimos. Además, creo que ningún acto humano está exento de egoísmo.

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