martes, 3 de agosto de 2010
El universo paralelo
viernes, 30 de julio de 2010
Como el ave que escapó de su prisión, y puede al fin volar
lunes, 26 de julio de 2010
A 5 días del adiós
lunes, 19 de julio de 2010
20 mujeres para Javier: Laura y la Gran Noticia (XIV)
miércoles, 14 de julio de 2010
Los simulacros de incendio
lunes, 12 de julio de 2010
martes, 6 de julio de 2010
Divididos por la infelicidad
miércoles, 30 de junio de 2010
Faltan sesenta y cuatro horas
martes, 29 de junio de 2010
20 mujeres para Javier: Reloaded (XIII)
viernes, 25 de junio de 2010
El oficinista paranoico
La paranoia es un término psiquiátrico que describe un estado de salud mental caracterizado por la presencia de delirios autorreferentes.
Más específicamente, puede referirse a un tipo de sensaciones angustiantes, como la de estar siendo perseguido por fuerzas incontrolables (manía persecutoria), o ser el elegido para una alta misión, como la de salvar al mundo (delirio de grandeza o grandiosidad, atribuido por algunos estudiosos a determinadas personalidades dictatoriales y gobiernos).
La paranoia se manifiesta igualmente en los delirios por celos, en el delirio erotomaníaco, el delirio somático, etc. Es un trastorno de tipo crónico, con mayor o menor virulencia ocasional.
Norberto trabajó en la sucursal de la calle La Rioja y Rondeau del extinto Banco de Italia desde el año 1969 hasta el día de su muerte. Estudió mecanografía en las academias Pitman y su trabajo consistía en transcribir a máquina varios tipos de formularios completados a mano por los clientes: aperturas de cuentas, solicitudes de cajas de seguridad, de préstamos y de tarjetas de crédito, entre otros.
Se tomaba el 65 todos los días desde su casa en Caballito y disfrutaba de mirar el paisaje urbano por la ventanilla mientras los demás leían el diario.
Un día lluvioso del triste invierno de 1977 llegó al banco más temprano que de costumbre y se encontró con un espectáculo aterrador: todas las sillas de los escritorios estaban cambiadas de lugar. La suya en el de Clotilde, la de Ferreyra en el de Nöllmann, la de Albónico en el de Codeseira, y así sucesivamente. Norberto se quedó estupefacto observando el tenebroso escenario durante varios minutos hasta que entendió todo: el cambio de lugar de las sillas fue hecho a propósito. Fue a propósito y dirigido a él. Sintió náuseas, y a medida que sus compañeros iban llegando y se sentaban en las sillas de otros sin el menor atisbo de asombro, empezó a sentirse ahogado, le faltaba el aire y transpiraba a mares. Le pidió permiso al Gerente de la sucursal y se fue a su casa. Pasó varios días sin volver y por consejo del visitador médico que le mandó el banco, fue a ver a un Psiquiatra. A partir de ahí comenzó a visitarlo regularmente y a tomar medicación para estabilizarse y volver a sus actividades regulares.
Lo que ocurrió fue lo siguiente: se dio cuenta de que había un complot en su contra. Sus compañeros, dirigidos por el Gerente de la sucursal, se pusieron de acuerdo contra él. Querían volverlo loco y cada día encontraba una prueba de ello, una vez advirtió que la carpeta del cliente Colautti estaba después de la de Colombo, cuando debía estar antes. Lo habían hecho a propósito. Otro día Nöllmann le pidió la abrochadora y no se la devolvió. Cuando la fue a buscar, la encontró después de una hora de revolver todo en el escritorio de Costamagna. Cuchicheaban y se reían todo el tiempo y era evidente que hablaban de él, lo gozaban. Pasó mucho tiempo para darse cuenta por qué lo hacían: el Gerente de la sucursal lo odiaba y armó toda una red de súbditos que obedecían sus órdenes .
En sus viajes en el 65 empezó a notar que en los carteles de varios comercios de la Avenida La Plata había mensajes amenazantes para él. Uno de ellos era tan obvio que se sorprendió de no haberlo notado antes: la mercería Teté, el almacén Avalos, el kiosco Sarita, la carnicería El matarife..."Te va a matar". Era evidente que el mensaje estaba dirigido a su persona y que el que lo iba a matar era el gerente. Lo que le llamaba la atención era el poder de esa gente, que se compró todos esos locales sobre la avenida para amenazarlo a él. Los delirios de persecución no remitieron pero Norberto nunca mostró signos de peligrosidad, ni para él ni para los demás, por esta razón y por la eficiencia intacta de su desempeño laboral siguió concurriendo al banco cotidianamente, a sabiendas del complot contra él pero con la ventaja de saberlo todo sin que los demás estuvieran enterados de su conocimiento del tema. Él hacía como si nada, pero los tenía a todos vigilados.
El comienzo de fin fue el descubrimiento de los mensajes cifrados que le mandaba el gerente en los formularios de los clientes. Todos tenían uno. Le contó a su psiquiatra que en la solicitud de chequera del cine Rivas el gerente le decía "vas a hacerlo vos solo", en clara referencia a su muerte. En el formulario de apertura de cuenta corriente de la tintorería La Fama le mandó una orden que rezaba "abajo del 188", según él, para que se tire abajo del colectivo. El aumento de la dosis de su medicación no fue suficiente para evitar la tragedia y el 22 de Abril de 1980 Norberto, agobiado y oprimido por la creciente persecución que sufría, terminó cediendo a las órdenes secretas del gerente de la sucursal y puso fin a su vida entre las ruedas del interno 44 de la línea 188, cuyo chofer, al enfrentarse cara a cara con la muerte, tuvo un ataque de catatonía y fue internado de inmediato.
Muchas estimaciones indican que aproximadamente el 2% de la población padece de algún tipo de psicosis y que más de la mitad desconoce su trastorno. Esto significa que -en promedio y con las salvedades correspondientes- hay por lo menos un psicótico en cada oficina de cincuenta personas.
viernes, 18 de junio de 2010
Receta del día: Panqueque mundialista
martes, 8 de junio de 2010
El día de las marmotas
miércoles, 2 de junio de 2010
Sin lugar para los débiles
miércoles, 19 de mayo de 2010
La TV de anoche
lunes, 17 de mayo de 2010
Estrenando sponsor en el blog
miércoles, 12 de mayo de 2010
Mariano y Lucila - Epílogo
jueves, 29 de abril de 2010
Blank
viernes, 9 de abril de 2010
Sobre monos y bananas
raso cuelga un racimo de bananas. Justo debajo de él hay una
escalera (como la de un pintor o un carpintero). No hace falta
que pase mucho
hacia las bananas.
Y ahí comienza el experimento:
En el mismo momento enque toca la escalera,
todos los monos son rociados con agua helada.
Naturalmente, eso detiene al mono. Luego de un rato, el
mismo mono o alguno de los otros hace otro intento con el mismo
resultado: todos los monos son rociados con el agua helada
a poco que uno de ellos toque la escalera. Cuando este proceso
se
Ni bien alguno de ellos quiere intentarlo, los otros tratan de evitarlo,
y terminan a los golpes si es necesario.
Una vez que llegamos a este estadio, retiramos uno de los monos
de la pieza y lo sustituimos por uno
no participó del experimento hasta aquí). El nuevo mono ve las bananas
e inmediatamente trata de subir por las escaleras. Para su horror,
todos los otros monos lo atacan. Y obviamente se lo impiden.
Luego de un par de intentos más, el nuevo mono ya aprendió: si intenta
subir por las escaleras lo van a golpear sin piedad.
Luego, se repite el procedimiento: se retira un segundo mono
y se incluye uno nuevo otra vez. El recién llegado va hacia las
escaleras y el proceso se repite: ni bien la toca (la escalera), es
atacado masivamente. No sólo eso: el mono que había entrado
justo antes que él (¡que nunca había experimentado el agua helada!)
participaba del episodio de violencia con gran entusiasmo.
Un tercer mono es reemplazado y ni bien intenta subir las escaleras,
los otros cinco lo golpean. Con todo, dos de los monos
que lo golpean no tienen ni idea de por qué uno no puede subir
las escaleras. Se reemplaza un cuarto mono, luego el quinto
y por último, el sexto, que a esta altura es el único que quedaba
del grupo original.
Al sacar a éste ya no queda ninguno que haya experimentado
el episodio del agua helada. Sin embargo, una vez que el último
lo intenta un par de veces, y es golpeado furiosamente por los
otros cinco, ahora queda establecida la regla:
no se puede subir por las escaleras. Quien lo hace se expone
a una represión brutal.
Sólo que ahora ninguno de los seis tiene argumentos para sostener tal barbarie.
jueves, 8 de abril de 2010
20 mujeres para Javier (XII): Esas chicas peligrosas...
miércoles, 31 de marzo de 2010
martes, 30 de marzo de 2010
Relaciones asimétricas
Desde que entendí este concepto y lo incorporé a mi vida cotidiana, pude empezar a comprender la vida de otra manera. Me refiero a inscribir la idea de asimetría como una situación inevitable y no como la resultante de comparaciones odiosas ni juicios de valor. Las asimetrías están dadas muchas veces por razones naturales, como la relación paternal. Otras, por cuestiones culturales, como la de profesor-alumno o erudito-aprendiz. Pero las que atañen a esta entrada tienen que ver con las laborales y, especialmente, las relativas al mundo oficinesco.
La oficina es el reino de la asimetría. Tenemos asimetrías “formales” e “informales”, internas y externas, y según el caso, permanentes y temporarias. Con respecto a esto último, la asimetría puede limitarse a la resolución de un problema puntual independientemente de la posición en la organización (los IT saben sacar buen provecho en estos casos), el momento anímico de cada miembro, y muchas otras razones objetivas y subjetivas.
Las formales son de simple lectura y alcanza con ver el organigrama de una empresa u organización, verbigracia, el vínculo entre un gerente y sus subordinados, cualquiera con el cadete, o el Presidente con los demás. Dan lugar a innumerables abusos de autoridad y su correlato en el odio (justificado) del abusado. Pero, al entrar en conflicto con las asimetrías informales, es cuando se generan situaciones tensas e incómodas y pueden dar lugar a batallas dolorosas por el poder. El conflicto del que hablo lo encontramos en lugares en los que aquél que detenta el poder formal, no posee el informal. Jefes menos capacitados o capaces que sus subordinados, o con un carácter endeble, son carne de cañón para la configuración de este tipo de desigualdades. Recomiendo la serie “The Office” (versión estadounidense) para ver un excelente ejemplo de lo que menciono en este párrafo, especialmente el personaje encarnado brillantemente por Steve Carell (Michael Scott) y la valoración que sus empleados tienen de él.
En cuanto a las asimetrías externas, son fáciles de encontrar en la relación entre el vendedor y el comprador, y vecinas a ellos, el cobrador y el pagador.
Las primeras son obvias, el que quiere vender puede ser capaz de enterrar seis pies bajo tierra su dignidad con tal de hacerlo, y el que compra tiene la posibilidad de soltar su sadismo hasta donde el vendedor se lo permita. Es muy común que el vendedor tenga que adornar (léase coimear) al que compra para cerrar una operación, en lo que conforma, junto a los favores sexuales, el caso más acabado de la explotación de una relación asimétrica.
El caso de pagador-cobrador (o gestor de cobranzas para ser más exacto: el que tiene que llamar por teléfono para solicitar una fecha de pago) es muchas veces el ejemplo más hijo de puta de las relaciones asimétricas. A mi me tocó estar en los dos lugares. Cuando gestioné cobranzas, fui víctima de situaciones muy despersonalizantes. “llamame en veinte y te confirmo”…”todavía no tengo nada, llamame en veinte más”…así, un día entero. Con mi jefe atrás, los insultos no podían materializarse. Es increíble el poder que se atribuyen los pagadores. Poder sobre las finanzas de sus proveedores y sobre la salud de sus pares gestores de cobranzas. Es cierto que muchas veces responden a una política de bicicleta financiera de la organización a la que pertenecen, pero en unos cuantos casos, se detecta rápidamente que un halo de sadismo envuelve sus negativas a pagar. Algunos lo disfrutan, lo sé. Lo supe desde el momento en el que me otorgaron ese poder, cuando empecé a trabajar acá, encargado de la parte contable, compras y pago a proveedores. Venía de cobrar y pasé a pagar. Cuando recibí el primer llamado preguntando por la fecha de pago de una factura y sentí esa voz débil, frágil y condescendiente, debo admitir que se apoderó de mi un sentimiento resignificado como desagradable apenas lo intelectualicé. Una sensación de poder y de revancha. Lo anulé de inmediato, y decidí que no iba a ser ese turro que paga cuando quiere. De esa manera (y gracias a las saludables finanzas de la empresa) me gané la fama del mejor pagador del mercado. Y comprobé que suprimir una asimetría informal, externa, permanente y arbitraria, puede convertirse en una sensación agradable porque contribuye a una sociedad más justa.